terça-feira, 1 de maio de 2012

Más allá de la narratología






¿Por qué algunos sujetos al terminar su recorrido analítico se decantan por la escritura de ese transcurso?. Las respuestas sólo podrán encontrarse en el uno por uno, el caso por caso. Desde nuestra experiencia como analistas, en nuestra Escuela, el escrito aparece como testimonio del final del análisis, al devenir AE. Sin embargo, también existe la de aquellos cuyos análisis han producido un autor.
Es el caso de Marie Cardinal, cuyo tratamiento culmina con la escritura como solución particular y con un libro, escrito años después, Las palabras para decirlo en el que vuelve sobre su experiencia analítica.
Respecto del mismo, y a diferencia de Pierre Rey, Cardinal niega que este libro sea autobiográfico definiéndolo como ficción. Su fundamentación es que la experiencia de un análisis es inenarrable. No obstante, hay algo en su ficción que es verdad, en la medida que el hilo con el que teje su narración es la angustia (que no miente) como eje de su escritura. Es a través de la ficción que se puede medio-decir la verdad: que el relato se presente como ficcional es el semblante con el que construye su discurso.
Cuando decide escribir su recorrido de 7 años como analizante Marie Cardinal ya es novelista. En una entrevista sostiene que el análisis la hizo nacer a la escritura.Las palabras para decirlo, escrita muchos años después fue, en el decir de la autora, como una “necesidad absoluta” que le permitió “abrir una puerta”. Necesidad absoluta respecto de la locura de la madre, puntúa. Así, Cardinal testimonia en este libro sobre cómo las palabras de la madre en la infancia, al  relatarle su deseo de abortarla, permanecerán adheridas  al cuerpo de la niña  y posteriormente al de la mujer. Su recorrido irá desde el vínculo entre “la locura de la madre, la madre de las palabras y la escritura” (M. Berthaud).
El sufrimiento, el estrago materno, se transforma en escritura
La experiencia del análisis, nos dice, es inexpresable. Y concluye: “El libro no es un testimonio, es una creación. No se puede transmitir lo que sucede en el interior de uno mismo. O, en todo caso, se podría expresar sólo como páginas en blanco, o desde una página donde no diga nada, indefinidamente. Hay algo que las palabras no pueden representar. Por el contrario, ahora que todo ha terminado, sólo una idea lo deja claro: es una novela”.
Para Marie Cardinal el final del análisis supone “tomar el toro por las astas”. A partir de esta nada de lo inenarrable, la escritora construye una obra de ficción: un libro, un “objeto” que queda elevado a la dignidad de la Cosa (Das Ding).1 No obstante, nos persuade de que hay algo imposible de escribir, esta “nada” de la página en blanco. “Todo lo que está escrito parte del hecho de que será siempre imposible escribir como tal la relación sexual. A eso se debe que haya cierto efecto de discurso que se llama escritura”.2
En relación a esta cita de Lacan, podríamos preguntarnos qué sucede con el final del análisis cuando se ha producido un analista, en tanto allí también hay escritura, siendo ésta la del testimonio. Es interesante hacer un inciso sobre el hecho de que a dicha escritura la precede la palabra. El testimonio es primero transmitido oralmente a los pasadores, y le precede el tiempo de la lectura del Inconsciente en el  dispositivo analítico.
El AE, transmite su recorrido desde el discurso analítico, pudiendo hacer uso de la escritura lógica, como también de la nodal. Un recorrido analítico se puede formalizar y transmitir a la comunidad constituyéndose así en  enseñanza de un saber extraído en el curso de un análisis. Dar cuenta de lo Real, de aquello “inenarrable” en juego en una cura y sus avatares subjetivos no tiene aquí el estatuto de la creación artística. Los testimonios en sí mismos son un instrumento de transmisión de una experiencia. La escritura está allí en relación con la invención de cada sujeto respecto de su modo de goce. Así, en el transcurso de los testimonios, el AE, según los estilos, irá devanando la escritura como simbólico que busca cercar lo Real, en el sentido más descarnado, orientado hacia la pura estructura del goce. Se trata del modo de introducir lo simbólico en lo Real. En los testimonios, el matema viene dado en la enunciación, está ahí aunque no se diga, para sostener, a modo de “aparato”, aquello que se dice.  El analista nominado dará cuenta del saber sobre su modo de arreglárselas con su goce, de su saber hacer con ese resto. En ese sentido, se podría hablar de un estar, algo, sin duda, que la escritura del testimonio destila.
Hay diferencia respecto de la escritura de Marguerite Duras quien no sabía lo que su escritura desnudaba, quien escribía tal como las cosas le llegaban, la atacaban y la cegaban: “pongo palabras y luego la frase se apodera de las palabras como puede, y yo no me ocupo de ella”. Es a partir de lo imposible de escribir que Marguerite Duras escribe y es a raíz de lo cual  Lacan le señaló: “No debe saber que ha escrito lo que ha escrito, porque se perdería y significaría una catástrofe”.
Al hilo de lo anterior, entiendo, no podemos considerar los testimonios desde la faceta de la creación en tanto producto de una sublimación: no son literatura (tampoco poesía, a pesar de la cercanía del discurso lacaniano a ésta: aunque pueda haber puntualmente algo de la enunciación poética, un eco de la lengua que resuene en esa frecuencia, el testimonio no es poema).
La escritura del testimonio del AE está en otro lugar. Si bien da cuenta de un no saber, también es cierto que es una escritura advertida y en ese sentido, es diferente de la obra de arte que reside en un no saber, puesto que el  poeta escribe sin saber lo que dice.
Se trata, al decir de Miller, de una articulación entre los efectos de verdad, ficticios sin duda, y la marca, la repetición de lo real.
Esto abre la interrogación sobre el camino para un analista al final de su análisis, entendiendo allí la articulación de la invención como sinthome con la creación.

Claudine Foos.A.P. Psicoanalista en Madrid.
Miembro de la ELP y la AMP.
Email: cfoos@arrakis.es
Referencias
1 J. Lacan, Seminario 7: La ética del Psicoanálisis, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1988.
2 J. Lacan, Seminario 20: Aún, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1981.
3 J. A.Miller, El partenaire-síntoma, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2008.


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