Fernanda
Otoni: “La política del psicoanálisis en la era del derecho al goce” es el tema
elegido por la comunidad de la EBP-MG para su
XVIIª Jornada que tendrá lugar en octubre de 2012, en Belo Horizonte
(http://jornadaebpmg.blogspot.com.br/). Frente a las reconfiguraciones
contemporáneas, el psicoanálisis de orientación lacaniana debe estar presente y
activo en las discusiones públicas que lo toman como objeto.
En Minas,
particularmente desde la VIIª Conversación realizada en el Instituto de
Psicoanálisis y Salud Mental
(http://www.institutopsicanalise.mg.com.brpsicanalise/almanaque/almanaque.htm),
hemos tratado la cuestión de la política establecida respecto al alcohol y las
drogas, con los gestores del sector público, los investigadores y los trabajadores
del sector. Las dificultades son importantes. Ella atraviesa todas las capas
sociales y nos invita a un compromiso responsable: ¿Cómo puede el psicoanálisis
contribuir al debate actual? ¿Qué repuesta propone la política del
psicoanálisis frente a los impasses de su época?
La comisión
científica de la Jornada de octubre decidió inscribir en el programa de esta
XVIIª Jornada un momento político inédito, invitando al público al primer Forum
de orientación lacaniana de la EBP-MG: “Drogas: más allá de la segregación”.
Desde
entonces se nos han planteado muchas preguntas. Necesitamos hacer saber tanto
al público como a nosotros mismos lo que es un forum de orientación lacaniana,
que no es un forum como los otros. ¿Qué lo distingue por ejemplo de un forum
militante o político en el sentido amplio? ¿Cuáles son sus principios y su modo
de funcionamiento? ¿Cuál es el objetivo de un forum llevado por la política
lacaniana?
Éric
Laurent: Creo que un forum de política de psicoanálisis no tiene definición
previa. No hay una esencia del forum. Un forum se añade a la lista de todos los
que han existido como tales, es esta lista +1. Los primeros forums de
orientación lacaniana fueron lanzados por Jacques-Alain Miller respondiendo así
a una ofensiva contra el psicoanálisis, animada por la voluntad de incluirlo en
las psicoterapias y de reglamentar estas últimas. Era en suma, un intento de
redefinirlo por fuera de las escuelas que le son propias, únicamente a partir
de diplomas universitarios. Fue necesario responder a este ataque frontal en
cuanto a la formación del analista.
Los forums
fuero el lugar donde todos aquellos para quienes el psicoanálisis o la
orientación psicoanalítica quería decir algo, tomaron la palabra. Personas del
mundo de la cultura pudieron testimoniar de que el psicoanálisis no era
reductible a una psicoterapia formateada, protocolarizada, universitarizada,
propuesta como un modelo para la
formación del psicoanalista; también representantes de todas las formaciones
políticas tradicionales: de izquierda, de derecha, de centro, de centro-derecha
o de centro-izquierda, todo el abanico político francés se desplegó; otros
venían de disciplinas afines al psicoanálisis; otros, incluso, de la comunidad
científica; algunos de campos alejados a priori pero que gracias a
contingencias diversas y variadas, tenían que testimoniar, uno por uno, de la
importancia que el encuentro con el psicoanálisis tuvo para ellos.
Subrayo esta
variedad para precisar la diferencia entre los forums militantes y los forums
psicoanalíticos. Un forum militante implica necesariamente dos campos, puesto
que la política obedece a la lógica de clases, los que están con nosotros y los
que están contra nosotros. Estos dos campos son necesarios para producir un
enfrentamiento clausewitziano; ahora bien, la idea lacaniana de discurso
subvierte precisamente esta lógica por otra lógica que ponen en juego los temas
propios del malestar en la civilización, los fenómenos que tocan el goce, lo
que se llama en sociología y periodismo “las cuestiones de sociedad”. De hecho,
esto no quiere decir más que nadie tiene respuesta para estas preguntas. Se las
llama “cuestiones de sociedad” porque no hay respuestas claras posibles. Son
síntomas que dividen profundamente la política y hacen aparecer la incapacidad
de reducir los síntomas sociales que resisten
en la organización social a un tratamiento político según la lógica del
campo. ¡Eso se escapa!
En relación
a cuestiones como la procreación médica asistida, por ejemplo, hay personas de
izquierda que están en contra, hay personas de derecha también en contra; hay
personas de izquierda y de derecha a favor; en el centro ocurre lo mismo. Esto
atraviesa y trastorna todo el tablero político.
El forum
psicoanalítico está hecho precisamente para hacer aparecer el grado en que la
cosa no se puede reducir a una lógica de campo, a una lógica de clase, cómo la
cuestión que se aborda atraviesa con sus aporías todos los discursos: el
discurso del amo, el político, el discurso universitario, los saberes y las
disciplinas universitarias. Es bastante frecuente que, en la universidad, las
personas no estén de acuerdo, pero sucede aún más en estas cuestiones. En
cuanto a lo que Lacan llamaba el discurso de la histeria –cierta manera de
interrogar el discurso femenino en la sociedad- las cosas no son exactamente
situables. No se puede repartir con facilidad los síntomas de la sexuación, no
se les puede hacer entrar fácilmente en una histerización de la cuestión del
sexo.
El forum
debe construirse de manera que haga aparecer una diversidad. Por ejemplo, el
último forum que tuvo lugar en Francia fue el “forum de las mujeres”. Estaba
dedicado a una mujer psicoanalista, Rafah Nached, prisionera por su verdugo de
Bachar al-Assad.
Vinieron a
hablar a este forum a favor de su liberación:
- Una
eminente mujer política de izquierdas, Martine Aubry, que estaba entonces en la
lista de candidatos a la presidencia de la República.
-
Personalidades de derechas (periodista), de izquierda (entonces diputada
consejera de F. Hollande) y de los Verdes (vicepresidente del Parlamento
europeo).
-
Intelectuales.
- O incluso
mujeres defensoras de un feminismo moderno, como la directora de redacción de
la revista Elle.
Hubo
entonces una gran diversidad que habló de lo que había de intolerable en
la manera que se trató a Rafah. Así
apareció este carácter profundamente heterogéneo al discurso en general.
Un forum es
tanto más rico cuando hace aparecer lo que es irreductible a las clases previas
de los discursos. Sé que una de las cuestiones que quieren plantear es la
legalización de las drogas. Es un tema que escapa, en efecto, a las
clasificaciones entre campos. A la derecha, la primera revista, el primer think
tank, que ha pedido la liberación de las drogas es el liberal The Economist.
Pero hay también personas de izquierda que son favorables a la liberalización.
Y tiene personas de derecha que se oponen a ello, como el presidente Nixon, que
declaró la War on drugs en 1971, con los fracasos que se constata cuarenta años
más tarde. Nuestro candidato a la presidencia de la República, François
Hollande (elegido el 6 de mayo último, NDLR) primero pensó inscribir en su
programa la legalización del consumo de marihuana, pero se volvió atrás
diciendo que sería poner en peligro el estatuto de lo prohibido. Él mismo está entonces
dividido entre una medida y otra. Al mismo tiempo, hay en su partido otra
corriente que piensa que es aún “demasiado mayo del 68”, que todo esto va en
contra de la nueva moralidad de la izquierda a construir para evitar derivas en
la sociedad. Entre los especialistas y los cuidadores, tanto de sensibilidad de
izquierda como de derecha, hay una gran corriente más bien a favor de la
liberalización. En Europa, las opiniones son muy heterogéneas.
Por otra
parte, es sorprendente ver que actualmente América latina, que sufre en
particular el impacto de esta “guerra”, ve afirmarse una demanda de
liberalización que atraviesa las fronteras de los campos políticos. En la
cumbre de Cartagena el pasado mes, fue el presidente de Guatemala quien pidió
que se reconsiderara la cuestión de la prohibición, hombre de derechas
perfectamente convencido en favor de la ley y el orden. Después de la discusión
con el presidente colombiano, que es también un hombre de derechas, sostenido
por los americanos, los dos constataron el fracaso masivo de las políticas
actuales. Estos presidentes no son verdaderamente gente de izquierdas –es lo
menos que puedo decir-, ellos no están menos preocupados por lo que pasa
actualmente en México y, más globalmente, por las consecuencias que la
prohibición de drogas engendra. En efecto, ésta repite exactamente lo que tuvo
lugar en los años 20 por la prohibición de alcohol en EEUU: un caos social, un
reforzamiento de las mafias, un gansterismo que escapó a todo control social.
Esta situación necesitó la construcción de aparatos de represión que no
existían en la época. Pero la verdadera solución mediante la cual los EEUU
acabaron con todas estas mafias fue la legalización del alcohol.
La comisión
latinoamericana de reflexión sobre esta cuestión, compuesta por antiguos
presidentes de México o de Brasil incluye hombres como Fernando Henrique
Cardoso –hombre de izquierdas favorable a la legalización desde hace mucho
tiempo y que ejerció su influencia en este sentido. Hay también en esta
comisión hombres de derechas como Vicente Fox, que tienen la idea de que hay
que pensar esto de otra forma. Es muy interesante para un psicoanalista porque
se ve cómo los diferentes campos están atravesados por la tolerancia en relación a la pulsión, o
bien por la impotencia de la prohibición. La actitud liberalizadora o
prohibitiva se reparte entre las sensibilidades políticas. Hay una izquierda
moral como hay una derecha austera.
F.O. – Es
interesante pensar, siguiendo este hilo, que diferentes fuerzas políticas moralizadoras
han llevado a cabo la “guerra contra las drogas” en el curso de los últimos cuarenta años. Hoy
en día estamos en las mejores condiciones para situar las consecuencias.
Asistimos a un fracaso… Aparecen otros argumentos y otras fuerzas. En América
latina, en particular en Brasil, la guerra contra las drogas se construyó
prioritariamente con el apoyo de la fuerza criminalizadora y segregadora que
encarceló a una cantidad incalculable de pobres y de jóvenes, cada vez más
jóvenes, que se sirven de la droga para su propio consumo, y la adoptan como
modo de trabajo puesto que siendo dependientes, trafican, etc. Escuchamos
hablar de los que sufren las consecuencias de esta política mortífera y
queremos debatir no solo la legalización sino también las consecuencias de la
criminalización.
E.L. – Hace
algunos meses, después de una conferencia que hice sobre esta cuestión de la
droga en Bahía, dije que la posición actual de la Comisión interamericana de
estudios sobre esta cuestión estaba precisamente más allá del falso debate
entre prohibición o liberalización. Estamos ahora más allá, porque todos
reconocen el fracaso de la guerra –War on drugs. Al mismo tiempo, todo el mundo
ve que la legalización sin freno daría un “empuje a la muerte” tan grande como la
prohibición. Son las dos caras del superyó. Tanto el gozar sin trabas como la
tolerancia cero producen las dos caras de un mismo llamado a la muerte. Este
empuje a la muerte se verifica, se encarna especialmente bien con la droga, que
va con el tráfico de armas, que va con la muerte. Para el vínculo entre la
droga y la muerte, solo hay que ver el cartel Zeta en México, las abominaciones
que se cometen en el control de las zonas de droga que van más allá de los
crímenes racistas. El horror de la pulsión de muerte que se desvela en ellos es
completamente inimaginable.
Se trata de
separarse tanto del superyó que dice “¡Goza!” y que empuja, como del que dice
no, este superyó inicial que mata todo el tiempo. Para salirse de eso, hay que
considerar las diferentes sustancias tóxicas una por una e inventar cuál sería
la manera más interesante de reducir los daños que causa cada una. Respecto a
la reducción de los daños, usted me ha pasado un documento de trabajo redactado
por un abogado y diputado brasileño, Marcos Rolim, que señala muy bien este
punto. Esta perspectiva, que no es la de curar a la humanidad de estas
sustancias, ni la de abandonarla a estos tóxicos, sino de reducir los estragos,
es consonante con el psicoanálisis. El psicoanálisis no promete la curación
absoluta del síntoma, sino ciertamente la reducción de los estragos y su transformación en algo más
vivible para el sujeto.
F.O –
Diferentes actores comprometidos con la discusión, en el momento de la
presentación de resultados de un trabajo orientado de esta manera, sostuvieron
la necesidad de desplazar el problema en el debate actual, del campo de la
política penal al de las políticas públicas de salud y de asistencia social. En
lugar de invertir en policía represiva y en prisión generalizada –las cifras
para mantener este aparato son astronómicas- la financiación del gobierno
debería dirigirse hacia políticas sociales y sanitarias. ¿Qué piensa usted de
este desplazamiento, de este cambio de dirección?
E.L. – Yo
creo que hay una trampa en oponer la salud y la justicia. En una perspectiva
histórica o “foucaltiana”, la salud es un ejercicio disciplinario. La salud
devino en nuestras sociedades la manera más ejemplar de disciplinar a las
poblaciones.
Consiste en
reemplazar las leyes, el sistema legal, por el sistema de normas, normas de
salud. Creo que el desplazamiento de las fronteras entre salud y justicia,
constante en nuestras sociedades modernas, deriva de un desplazamiento en el
interior de un mismo problema; las consecuencias varían, ciertamente, pero no
hay que perder de vista que se trata de un desplazamiento en un mismo campo.
Por
supuesto, cuando el sistema judicial produce leyes locas sobre la
criminalización de las drogas y de los usuarios, las consecuencias están más
allá de las normas, desde los simples consumidores hasta los camellos de todo
tipo, pequeños y grandes.1 Esto produce una masificación.
F.O. –
Ocurre lo mismo en Brasil…
E.L.- Y como
esto afecta particularmente a los pobres y a los negros, en razón de este
encarcelamiento masivo, actualmente un niño negro americano tiene menos
posibilidad de ser educado por sus dos padres que en la época de la esclavitud.
Es una segregación que se aplica, de hecho, a los negros americanos, y carga
esta criminalización loca con un peso muy pesado.
¡Se pueden
muy bien tener normas de salud que sean locas también! Así, las normas
higienistas con sus aspectos perversos, o las exigencias de normalidad
absurdas.
El
desplazamiento de las fronteras entre justicia y sanidad debe ser pensado
teniendo cuidado con esto. Los que elaboran o quieren elaborar un nuevo corpus
legal deberían hacerlo siendo sensibles a los efectos contradictorios, a los
efectos perversos –como se dice- de ciertas medidas, efectos que no se
calculan. Es preciso estar atentos a ello, a las inversiones dialécticas, hay
que tener espíritus flexibles.
F.O. – Muy
interesante porque esto hace pensar que si continuamos con una perspectiva
normativa y disciplinaria, no recogeremos los efectos de un desplazamiento. Me
he acordado de una situación que se produjo el pasado marzo, cuando la Comisión
de Asuntos Sociales del Senado brasileño se preparaba para votar el proyecto de
ley 111/2010, que autorizaba “la “hospitalización de oficio” del usuario de
drogas, solo con un informe médico. Tal proyecto de ley, en su texto inicial
presentado por un senador, preveía la prisión para el usuario. A la vista del
debate actual, otros dos senadores, de la oposición, “mejoraron”, dicen, el
texto original cambiando la prisión por la “hospitalización de oficio” lo que,
en verdad, no cambia ni su objetivo normativo y disciplinario, ni el destino
del usuario de drogas, segregativo.
E.L. – Es un
ejemplo muy claro. En otros dominios, el de los delitos y los crímenes sexuales
por ejemplo, hay tratamientos obligatorios. Una sanción disciplinaria obliga al
sujeto a un seguimiento médico o un tratamiento, con su acuerdo o sin él. Con
la locura, desde la mitad del siglo XIX, se produjo el deslizamiento de las fronteras
entre salud y policía/justicia. El pasaje al acto psicótico ha planteado
siempre, por supuesto muchos problemas. Según las oscilaciones de la tolerancia
o la intolerancia en la sociedad, se ha ordenado al sujeto psicótico del lado
de la justicia o del lado del cuidado, teniendo en cuenta las consecuencias en
el orden público.
Actualmente
en Francia, se han adoptado leyes muy represivas en relación al sujeto
psicótico. Se llega también a una concepción loca donde prácticamente todo psicótico puede ser
considerado como un criminal en potencia. Esto produce efectos traumáticos y
causa división entre los cuidadores, y paradojas. Durante mucho tiempo los
médicos han pedido que un criminal psicótico sea conmiserado como
irresponsable. La irresponsabilidad permitía tratarle en establecimientos
especializados. Dado que ahora los establecimientos especializados están llenos
y no hay medios, no hay crédito para la psiquiatría, los médicos no quieren
más. Consideran por el contrario que es preciso declarar responsable al mayor
número de personas posible para ponerlos en prisión. Se ven así casos de
personas declaradamente locas consideradas como perversos narcisistas, lo que
permite hacerlas responsables; por este hecho, ellas van a prisión y no
molestan en el hospital. Incluso, las confusiones doctrinales hacen que ahora
sea muy difícil decir que un sujeto está loco, porque no puede estar loco más
que según la neurología. La doctrina psiquiátrica está en crisis en todas
partes, digámoslo, y nadie cree en la locura llamada psicosis: esto ya no
existe.
El criminal
noruego que ha matado a setenta personas este verano, actualmente juzgado en
Noruega, ¡ha sido sometido a un segundo peritaje psiquiátrico para demostrar
que no está loco! Es cruel pero no está loco. La prueba es que ha escrito mil
páginas que son comprensibles, coherentes. El hecho de que un delirante escriba
sin hacer faltas de ortografía no estaba hasta ahora considerado como prueba de
que no tenía un delirio. ¡Ahora sí! Simon Baron Cohen, de la Universidad de
Cambridge, que por otra parte es un teórico de las neurociencias, ha escrito en
una tribuna que no consideraba verdaderamente que Breivik debiera ser
considerado como loco. No era paranoico.
F.O. – ¡Esto
es antiguo! Recordemos el libro de Foucault, Yo Pierre Rivière habiendo matado
a mi madre, mi hermana y mi hermano, que mostraba a Esquirol y a otros expertos
inclinándose así sobre la memoria de Pierre Rivière a petición del tribunal,
memoria en la que se exponía, con claridad y coherencia, los detalles de su
vida y las razones de su crimen. La lucidez de sus escritos había perturbado a
los expertos y las clasificaciones diagnósticas de la época. Este embarazo
clasificatorio de los diagnósticos, pronósticos, responsabilidades, etc. parece
venir de lejos, ¿no? ¿Qué puede ofrecer el psicoanálisis a este debate actual y
antiguo?
E.L. –
Estamos en un movimiento de civilización donde la única certeza viene de la
ciencia, donde la psiquiatría no existe más puesto que queda reabsorbida en la
neurología, donde todo lo que concierne a los pasajes al acto deviene un gran
enigma. Para tratar la cuestión de los tóxicos, la de los pasajes al acto o los
crímenes sexuales, será necesario reconstruir en los próximos años, un aparato
de pensamiento médico-legal, que atravesará las fronteras entre los ministerios
concernidos. Se va a asistir al conflicto de los ministerios, ministerio de
sanidad y ministerio de justicia, entre medicina y policía. Habrá a la vez
colaboraciones y tensiones entre líneas muy diversas. Habrá que pensar esto más
allá de la oposición entre las dos vertientes del superyó. Los psicoanalistas
podrán ser útiles para dar más ligereza a las reflexiones, no tendrán sin
embargo respuesta para todo. Nadie sabe lo que es el bien, cómo se obtiene el bien,
ni el de los sujetos uno por uno, ni el de las sociedades. Es el objeto de una
negociación democrática como tal, sin la idea de que hay una buena respuesta
fijada por adelantada.
F.O. –
Nuestra conversación ha hecho un recorrido para esclarecer lo que la política
del psicoanálisis hace sosteniendo la apertura a la variedad, la
heterogeneidad, cómo ella puede darse la oportunidad de hacer aparecer el
elemento irreductible a la normalización, como constatamos también en los
testimonios de nuestros AE. Es por esta vía que el psicoanálisis encontrará su
posición en el diálogo con otros campos de discurso, apuntando a contribuir
allí donde el impasse se presenta en la sociedad, apuntando a introducir allí
cierta porosidad.
He podido
leer recientemente una entrevista de Jacques-Alain Miller sobre “Lacan y la
política”, publicada en la revista Cité, en 2005. J.-A. Miller decía allí
entonces que el psicoanálisis no se dirige al hombre de la masa, sino al uno
por uno. Hay diversos ejemplos de lo que el psicoanálisis ha cambiado en el
mundo, pero “es por este bies que el psicoanálisis ha cambiado el mundo, más
bien que por una influencia directa sobre la política cuchicheando a los oídos
de los príncipes”, es decir, a partir de los efectos del psicoanálisis sobre cada
uno, uno por uno. Sin embargo, actualmente, los príncipes no se encuentran ya
en el mismo lugar que antes. El psicoanálisis va hacia el público. No basta con
cuchichear en el oído de los príncipes, el psicoanálisis de orientación
lacaniana toma la palabra, se presenta. ¿Qué ha cambiado en la época
contemporánea, en la era del derecho al goce, que nos invita, a nosotros
analistas, a presentar y a aportar al debate público esta variedad,
heterogeneidad, a agujerear el discurso masivo que no cesa de querer
normalizarlo todo?
E.L. – Lo
que ha cambiado en la política es la nueva sociedad de las normas. La sociedad
de las leyes ha retrocedido y deja cada vez más lugar a la gestión del mundo
por parte de burocracias que dictan las normas. Las burocracias sanitarias son
grandes fabricadoras de normas de vida, con dificultades, contradicciones. Las
variaciones clasificatorias pueden provocar “epidemias” terribles. La última es la epidemia de autismo que hace
que una enfermedad que afectaba, hace treinta años, a un niño de cada
doscientos, afecta ahora a uno de cada cincuenta, lo que hace que con la
disimetría entre los sexos, ahora, en una sociedad desarrollada, un niño de
cada treinta y cinco es autista. No se había visto nunca esto, no se había
visto nunca tal aumento de cifra en la historia de la clínica.
Este tipo de
epidemia donde el criterio clasificatorio es muy importante difiere de otras
epidemias como la de la obesidad que afecta ahora a una madre de familia de
cada tres en EEUU, teniendo como efecto secundario mayor una epidemia de
diabetes, devenida la causa de mortalidad número uno en nuestras sociedades.
Estos
fenómenos que las burocracias sanitarias deben administrar no pueden regularse
con la ayuda de la ley, sino más bien con la ayuda de normas y modificaciones
de normas que tratan de frenar el desarrollo de fenómenos de impasses en la
civilización, como dijo Lacan. Por ejemplo, la obesidad es multifactorial, la
genética no explica, parece, más que el 20% quizás el 30% de los casos como
máximo; tiene relación con fenómenos de sociedad: el hundimiento de las
familias, el hecho de que no haya norma sobre el objeto oral, que se come todo
el tiempo, que el junk food está por todas partes, que se impide fumar. Habrá
una generación con menos cáncer de pulmón (lo que es excelente) pero con mucha
más diabetes. Porque la gente que no fuma, come. Lo que se gana por un lado, se
pierde por otro, etc.
Las
contradicciones, los impasses son masivos y vuelven estos fenómenos muy
difíciles de manejar. Por lo que se piden soluciones simples. La primera
solución, por supuesto, es el medicamento. Pero después de cuarenta años de
difusión masiva de medicaciones psicotrópicas, se ve que las sociedades
desarrolladas no han regulado sus problemas de salud pública, más bien lo
contrario. Es más bien el medicamento psicotrópico el que deviene un problema.
Las
dificultades de gestión han cambiado en las sociedades democráticas, en la
época que Lacan llamó de “la subida al cénit del objeto pequeño a”, es decir,
la cuestión del goce. No estamos más en el siglo XVIII donde se hablaba de la
búsqueda legítima de la felicidad. En el siglo XXI es la búsqueda del goce lo
que es un derecho legítimo, lo que provoca consecuencias de las que no dejamos
de descubrir la complejidad en nuestras sociedades.
El
psicoanálisis después de Freud tiene la idea de que la política es una cuestión
de identificación. Como recordaba Jacques-Alain Miller, la política son
significantes-amo, es decir, identificaciones. El discurso del amo administra significantes-amo que son
identificaciones que pueden cristalizar en impasses. El psicoanálisis puede
ayudar a que estas identificaciones sean suficientemente flexibles para no
provocar fenómenos superyoicos vinculados a la voluntad de mantener una
identificación hacia y contra todo. Se ve en el superyó comunitarista, que
intenta mantener un lazo social sobre un solo rasgo identificatorio, luego
inspira una política de reconocimiento a todo precio de esta identificación. Es
un potente disolvente del discurso común. El lazo social es transformado
entonces en un enfrentamiento de comunidades.
En la
clínica psicoanalítica, los psicoanalistas tiene la experiencia de ver cómo los
sujetos, uno por uno, pueden encontrar su solución propia, más allá de los
grandes discursos identificatorios, del “prêt-a-porter” común que cada uno
encuentra en la sociedad, en las identificaciones que le ha trasmitido su
familia, que le ha trasmitido el destino. En la experiencia de la cura, el
sujeto busca una solución viable con el ejercicio de su derecho al goce. Es
esta experiencia que los psicoanalistas pueden trasmitir a otras disciplinas,
otros discursos, para ensayar de aligerar las categorías comunes y volverlas
propias para acoger estos impasses del goce que se manifiestan en una dimensión
completamente inédita en el siglo XXI.
1. Cf: www.drugwarfacts.org así como las estadísticas
suministradas por la United States Bureau of Justice Statiscs y son director
Charken.
Fuente:
Lacan Cotidiano 204
Traducción
de Margarita Álvarez
Nenhum comentário:
Postar um comentário
Observação: somente um membro deste blog pode postar um comentário.