segunda-feira, 15 de outubro de 2012

El autismo, ¿una causa perdida para el psicoanálisis?





El autismo, ¿una causa perdida para 

el psicoanálisis?






Con nuevos métodos de diagnóstico, se multiplican los casos en EEUU y Europa; en Francia buscan prohibir por ley "las prácticas psicoanalíticas con los autistas", y un documental avala la idea. Encendida la polémica, una diversidad de voces alerta sobre los dispositivos de control de la subjetividad a través del discurso de la ciencia, en una época de la cual el autismo es una perfecta metáfora.

POR PABLO E. CHACÓN

El hombre es un animal doméstico. Dependiente hasta entrados los años, no se diferencia demasiado de un perro, un gato, una oveja o una tortuga. Por cierto, la pericia o impericia en el uso del lenguaje lo convirtió en otra cosa, máquina de guerra, artista, pastor de rebaño o experto en la percepción y medida del tiempo y el espacio. Así las cosas, es imposible ocultar para quien escribe cierta simpatía por los autistas, esa especie de homúnculo que prefiere no hablar, no comunicar, que escucha al Otro pero es indiferente, verboso a su pesar, “cultor” de estereotipias y ecolalias. El autista es un intruso con el que las familias no saben qué hacer. Pero no es un activista en potencia, no sabe (como nadie) por qué hace lo que hace, tampoco es autónomo. Es un niño. Y sin embargo, es un niño que puede inventar un modo de soportar ese dolor y con el paso del tiempo transformarlo, transformarse en activista, escuchar, hacerse responsable de sus actos y ganar (como cualquiera) una módica autonomía.
Es una posibilidad abierta si no cae en las orejas y las manos de la medicina, la neurobiología, la biopolítica o el conductismo que hegemonizan el modo de la técnica contemporánea y privilegian, con algún propósito que no viene al caso, su alianza con la industria farmacéutica. El mercado del autista contemporáneo lo quiere educado como muñeco y consumidor, antes que aquel clásico capaz de rechazar todo lazo y mortificarse. El autista es hijo de unos padres desorientados que en casa tienen un problema y que para terminarlo, si es imprescindible, si es por su bien, será objeto de reeducaciones, manipulaciones, invasiones, adiestramientos, tratamientos electroconvulsivos, cargas de neurolépticos. Se fracasará pero se volverá a intentar. Aquellos que se espantaban de los campos de reeducación ideológica de Pol Pot en Camboya no tienen idea de lo que sucede en los laboratorios occidentales. Alguien vuela sobre el nido del cuco y recuerda al Kaspar Hauser de Herzog.
Eso es lo que está pasando en la actualidad, en los tiempos hipermodernos.
Dice el psicoanalista francés Guy Briole: “En la aceleración actual (…) todo es aplicable inmediatamente y sometido al dictado de la evaluación y la rentabilidad. Este desplazamiento del lugar político, sociológico, filosófico y cultural donde se piensan los proyectos para el hombre de mañana hacia la racionalización fría del ingeniero y del economista, es lo determinante. Pretenden remodelar la sociedad y los hombres que la componen a partir de los progresos científicos considerados, ellos mismos, según criterios de rentabilidad”.
Esto es: aplastar la singularidad del autista por una protocolización evaluativa, normativizante, universal y pedagógica. El autista es imposible de pedagogizar hasta cierto punto. Luego, será, como escribió Jean-Luc Milner, una cosa más entre las millones de cosas que lo rodean.
¿Qué buscan los psiquiatras, psicólogos y médicos operadores del mercado? Según Briole, “identificar cohortes biológicas y crear grupos más homogéneos basados en aspectos seleccionados. Entienden por ello criterios bioquímicos, genéticos, histológicos, neuroradiológicos y cognitivos, así como una pertinencia de las comorbilidades del autismo con la epilepsia, las miopatías y otras enfermedades muy poco frecuentes”.
El autismo es manos del cognitivismo, según Eric Laurent, lo único que trajo “es la multiplicación por diez del número de casos en veinte años”, sin olvidar que “dicha categoría se funda en hipótesis que los últimos veinticinco años no han permitido confirmar de ninguna manera”, dice el psicoanalista desde París.
Gabriela Grinbaum, psicoanalista argentina y co-directora de la publicación Registros, en cambio, no cree que haya “más autistas en la actualidad, pero es cierto que bajo la nosografía impuesta por el DSM, el Trastorno general del desarrollo, conocido como TGD, no sólo recae sobre los niños autistas o psicóticos sino que es diagnosticado de la misma manera todo niño con problemas de conducta más severos: de agresividad, cambios de humor, los que no se adaptan al colegio, es decir, los que no encajan, los que salen de la media. Y como el TGD es una etiqueta multiuso, da la impresión que hay más. Y el resto padece ADD, déficit atencional. Y la ritalina es moneda frecuente”.
Su colega, Luján Iuale, autora de Detrás del espejo (Letra Viva), no la desmiente: “Hay un avance cada vez mayor respecto a la medicalización y patologización de los niños. Este problema no es exclusivo de los autistas. Sí, cada vez más se presenta a estos niños, desde la perspectiva del déficit, que trae como correlato la idea de medicar para “regular”, y de re-educar y re-habilitar lo disfuncional con fines adaptativos, desconociendo que más allá de lo que está perturbado en cada ser hablante, estos niños presentan modos particulares de producción subjetiva. Lamentablemente la dupla TCC-fármaco intenta imponerse como paradigma científico, desconociendo la importancia del trabajo psíquico como motor. No me cabe duda que el avance de esta dupla responde además a fuertes intereses económicos. Esto no quiere decir que todos los terapeutas que trabajen con dicha orientación persigan fines de lucro, sino que se montan empresas muy rentables pero que no sacan al niño del aislamiento”.
Como sea, en los Estados Unidos y Europa, la multiplicación de autistas crece, pero muchos suponen que serían más si los psicoanalistas continuaran tratándolos.
En marzo de este año, en una crónica del diario Clarín podía leerse que “según un informe difundido por el Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC), la principal entidad oficial de monitoreo del tema en los Estados Unidos, la cantidad de casos subió un 78% desde el 2000. En la actualidad, uno de cada 88 niños sufre este trastorno neurobiológico (sic)”.
Así y todo, en Francia han puesto manos a la obra: el 26 de enero pasado quedó registrada, en la presidencia de la Asamblea Nacional, una propuesta de ley que apunta a prohibir el acompañamiento psicoanalítico de las personas autistas, en favor de los métodos educativos y conductuales. Pretende también pedir a las universidades la exclusión del psicoanálisis de las asignaturas concernientes a la enseñanza acerca del autismo.
En su momento, el autismo recibió de Francois Fillion, primer ministro del gobierno de Nicolás Sarkozy, la cucarda de “Gran causa nacional 2012”. Y desde ese momento, asociaciones de padres de niños autistas sostienen una guerra: “la guerra está declarada contra el psicoanálisis”.
Esta campaña, preparada por profesionales del periodismo, caricaturiza al psicoanálisis y propone terapias conductistas como única solución al autismo en su conjunto. La operación se apoya en el recurso a la ciencia que habría demostrado la causa biológica. Pero por el momento esa causa es una falacia que nadie ha podido demostrar. 
Al respecto, Laurent dijo que “la maniobra está arropada mediante el recurso a la ciencia que afirmaría poder explicar el conjunto de los fenómenos mediante una estricta consideración biológica, sin tener en cuenta la relación que sustenta el sujeto con el mundo, hasta tal punto la apariencia de ciertos autistas permitiría pensar en este corte. El drama de salud pública planteado por estos sujetos coloca sin embargo en primer plano la recepción de estos síntomas en un discurso. Incluso si se explica el sorprendente crecimiento del número de casos mediante artefactos estadísticos, hay que explicar por qué la mirada clínica desvela mejor estos síntomas. Además, es el único ‘trastorno’ psíquico en el que la metáfora de la reducción del trastorno a un ‘desequilibrio químico’ como en la depresión, por ejemplo, es rechazada”.
La psicoanalista argentina Alejandra Glaze, lo dice de otra manera: “Debemos saber que en cualquier ley hay un vicio de estructura: está construida en base al ‘para todos’; la ley está preparada ya desde su origen como rechazo de lo singular. Es por eso que en la educación de los niños hay algo singular que se debe ajustar al ‘para todos’, tarea siempre imposible si seguimos a Freud. Pero la pregunta de interés es qué es lo que hay que homogeneizar en ese juego del ‘para todos’: el encuentro con la lengua. Algo que se pone en juego antes de lo que se enseña y se aprende, antes de los que mandan y obedecen, que constituye lo más singular del sujeto.
“Se debe valorizar al niño autista, no captarlo como un deficiente manipulador, sino como un sujeto inteligente entorpecido por sus angustias. En el tratamiento, se trata de estar allí, presente, para que el niño invente, cada uno, una manera de hacer con eso que lo angustia, no invadiéndolo ni amenazándolo con propuestas que vayan contra sus invenciones sino contando con sus potencialidades y sus incapacidades, pero también con su objeto privilegiado, el objeto autista. Estar allí, en presencia, uno por uno, para que pueda ser escuchado en lo que tenga que decir, y para que encuentre una forma de hacer con eso que lo retiene en esa posición encapsulada, en un intento de ligar el significante al cuerpo”.
Pero un episodio posterior al de la Asamblea Nacional, agitó más las aguas. Eric Laurent, junto a Alexandre Stevens y Esthela Solano, demandaron a la realizadora del documentalEl muro, Sophie Robert, por difamación, argumentando que la forma en que la película,donde aparecen sus testimonios, presentaba una edición tendenciosa y distorsionada al solo objeto de hacer circular una diatriba contra el psicoanálisis.
Y Ana Ruth Najles, psicoanalista también, recuerda que “en un texto de 1967 Jacques Lacan ubicó a la segregación como el problema más candente de nuestra época ya que está conectado con la relación que existe entre ‘el avance de la ciencia y el cuestionamiento de todas las estructuras sociales que éste trae aparejado’. 
“Interpretamos este camino de segregación como la pérdida del estatuto de ser hablante, dejado sin palabras, sin responsabilidad, para caer en el estatuto de objeto de manipulación por parte del mercado, homologable a cualquier objeto producido por la tecnología: esta objetalización da lugar a lo que Lacan denomina el ‘niño generalizado’, que se traduce como ‘todos iguales’, es decir, para todos el mismo goce.
“El niño generalizado, producto de las variantes modernas de la segregación, segrega a su vez la muerte misma. Excluir el hecho de que no hay posibilidad de saberlo todo, de tenerlo todo, de decirlo todo, de no morir, de gozar de todo, eso es segregar la muerte. Esta época se caracteriza como la época del Otro que no existe, ya que el Otro, como lo dice Jacques-Alain Miller, en tanto garante de la verdad universal, no existe más. Los ideales de otrora ya no se sostienen.
“Entonces, ¿qué lugar ocupa un niño para este sujeto auto-referencial, constituido como narcisista, el del discurso capitalista?
“El mercado ha tomado a los niños como destinatarios privilegiados de sus estrategias de consumo, transformándolos así en los consumidores-consumidos por excelencia. Y esto se manifiesta en un fenómeno de los últimos años: el de los niños diagnosticados masivamente en el mundo occidental con un trastorno inventado, el así llamado ADD –síndrome de déficit de atención–, y medicados a veces durante la infancia y adolescencia, o la vida entera.
“Digo ‘síntomas modernos’ de la infancia entre comillas para hacer notar que tanto los chicos inquietos en el aula como los fenómenos del autismo no son fenómenos nuevos. Lo que es nuevo es el esfuerzo que la ciencia hace, de la mano de los medicamentos y del mercado, por hacerlos callar. Por dejar a los niños sin palabras, sin responsabilidad, en posición de objetos consumidos por el mercado de las ‘drogas’ lícitas. Ciertas corrientes de la industria farmacéutica se interesan por tener el control absoluto sobre estos ‘síntomas’ y el mercado que generan.
“La cantidad de chicos medicados con ritalina por el ADD, permite leer un aspecto de la cuestión, más allá o más acá de las políticas en juego; por el sesgo de una autoridad (la de los educadores) que ya no se sostiene, dada la debilidad del discurso pedagógico, discurso que padece de una insuficiencia radical para transmitir un saber en la época de Internet”.
Pero el titular del Ejecutivo francés, el “socialista” Francois Hollande ya comunicó su decisión a los psicoanalistas: “Tratándose en particular del autismo, voy a sacar las consecuencias del reciente informe de la Alta Autoridad de Salud (Haute Autorité de Santé, HAS)”. Basándose en el mismo informe, Daniel Fasquelle, diputado del partido de Nicolás Sarkozy, anunció su intención de introducir un proyecto de ley para prohibir “las prácticas psicoanalíticas con los autistas”.
¿Está perdida la batalla? Jean-Claude Maleval (de quien Grama acaba de publicar¡Escuchen a los autistas!), se pregunta lo mismo. “¿Cuáles son entonces las principales conclusiones de la HAS en 2012 con respecto al tratamiento del autismo? ¿Y qué consecuencias se pueden sacar de ellas? Ninguna de ellas descansa en pruebas científicas establecidas. Dos enfoques, el método ABA y el programa de desarrollo de Denver, reciben un grado B, que designa una ‘presunción científica’ de eficacia, mientras que el programa TEACCH obtiene el grado C, que designa ‘un bajo nivel de prueba’. En cambio, los ‘enfoques psicoanalíticos’ y la ‘psicoterapia institucional’ se consideran como ‘intervenciones integrales no consensuales’: no resulta posible concluir a favor de la pertinencia de estas intervenciones debido a la ‘ausencia de datos sobre su eficacia y a la divergencia de los puntos de vista expresados’. Existe, sin embargo, una considerable literatura consagrada a los tratamientos psicoanalíticos del autismo. Datos existen, pero hay que aclarar que no existen los que cumplen con los requisitos metodológicos de la HAS”.
Jorge Alemán, psicoanalista y agregado cultural de la embajada argentina en España, sostiene desde Madrid que “más allá de la gravedad de la prohibición con respecto a la cuestión especifica del autismo, el asunto de fondo es que se vuelve cada vez más patente el antagonismo entre los dispositivos de evaluación, control y producción biopolítica de la subjetividad –consumados ahora en la hegemonía neoliberal en Europa– y la ética del psicoanálisis: es la ideología de la ‘objetividad’ y la ‘metafísica de los expertos’ asumidas por el Estado como instrumento de las mismas, la que rechaza la experiencia del inconsciente”.
Podría decirse que la batalla legal y cultural está perdida, a pesar que el inconsciente no es un objeto o un artefacto sino que se conoce por sus efectos, que ningún modelo computacional puede calcular y nada los pueda hacer desaparecer, ni siquiera en esta época, de la cual el autismo es una perfecta metáfora.
Grinbaum retrata a la hipermodernidad como “un estilo autista general, lo que hace que los niños autistas queden muy camuflados. Dos niños se juntan a jugar cada uno con su aparatito y nadie nota que tras ello se oculta una dificultad de lazo al otro, un rechazo radical al otro, que es lo que caracteriza al autista. Digo que en los tiempos contemporáneos todo se dirige hacia un mundo, insisto, de estilo autista, con goces autistas, y cuando finalmente el encuentro del grupo se concreta, por supuesto vía Facebook, lo que se produce es una reunión de amigos que no largan su gadget y difícilmente conversen entre ellos. Las familias se sientan a comer, clásicamente el momento de reunión e intimidad, a lo sumo interrumpida por algún programa en la tele, y hoy cada hijo, incluso para mantenerlo sentado, está inmerso en su iPad, iPod Nintendo y demás”.
Alejandra Glaze no es menos clara: “un sujeto autista encarna la negativa a no dejarse dominar por la intrusión que implica la existencia del Otro; a no dejarse someter a esa violencia que significa estar tomado en un discurso. El autista nos muestra el rechazo a un modo de ser habitando una lengua. Se trata de un Otro que funciona como una pura exterioridad de todos los significantes. Es quien justamente no se deja tomar en ningún discurso, va solo con su invento, que lo protege de la angustia, y con su objeto autista, lo que hace que desde ciertas corrientes en las que se lo intenta normalizar, se llame a sus conductas ‘obsesiones’, y se quiera, muchas veces, eliminarlas lisa y llanamente. 
“Sabemos que el discurso de la ciencia no se lleva bien con la singularidad del sujeto, y también que es poco proclive a aceptar las diferencias, de modo que siempre tiende a acallarlo y proponerle conductas ligadas a una normalización. En este sentido, la especificidad del autista es concebida como un obstáculo al discurso educativo y al científico, que muchas veces van juntos. De ahí ese interés tan decidido por borrar cualquier especificidad de ese sujeto, e intentar llevarlo hacia el terreno de lo esperable.
“Es de lamentar que en nuestra época nos encontremos frente a un impasse en el que el mercado de la salud mental segrega la subjetividad, más evidente aún en el caso de los niños, utilizando nombres que etiquetan los síntomas como disfunciones. El autismo y el ADD son algunos, que reducen ese supuesto disfuncionamiento a un dato estadístico a completar en un protocolo, y evitando la pregunta sobre el malestar que aqueja al sujeto; mediante el rechazo a la subjetividad, estas corrientes inflacionan el autismo contemporáneo, objetalizando aún más a esos mismos niños. La idea que subyace en dichas medidas de control social tiene que ver con la idea de un hombre neuronal y un niño programado, que responda a los ideales de la época, hoy más ligados a la efectividad y a la producción que a la invención singular. 
Pero “es interesante pensar por qué a la hiperactividad le siguió en interés el autismo. Son dos diagnósticos que suelen utilizarse en el discurso de la ciencia cuando el sujeto no se deja ‘atrapar’ o ‘normalizar’. Son enigmas de la ciencia a los que intentan dar respuestas rápidas sin pasar por lo que implica entender a qué responden. A ambos, se les pide sólo que obedezcan. Tal vez la causa pueda encontrarse en la patologización de los cuerpos, en esa práctica de la biopolítica que hace ingresar a los dispositivos de control hasta lo más íntimo del cuerpo; biopolítica que se topa con un obstáculo que procede de lo real, la pulsión, que no es digitalizable ni representable por ningún procedimiento técnico”.

quinta-feira, 11 de outubro de 2012

Sherlock Freud








Por Héctor Gallo y Mario Elkin Ramírez *
El fundador de la microhistoria, Carlo Ginzburg, publicó en 1979 el artículo “Spie. Radici di un paradigma indiziario”, en el libro colectivo Crisi della ragione (Crisis de la razón), publicado en Italia. Este es el ensayo más traducido de Ginzburg. Sin embargo, ese éxito inusitado hizo, paradójicamente, que su autor se negara a convertirse en el teórico del paradigma indiciario, y durante más de veinte años no habló más del asunto. La hipótesis de Ginzburg es que “a finales del siglo XIX surgió silenciosamente en el ámbito de las ciencias humanas un modelo epistemológico –si así se prefiere, un paradigma– al que no se le ha prestado aún suficiente atención. Un análisis de tal paradigma, ampliamente empleado en la práctica aunque no se haya teorizado explícitamente sobre él, tal vez pueda ayudarnos a sortear el tembladeral de la contraposición entre ‘racionalismo’ e ‘irracionalismo’”. El artículo de Ginzburg se dedica a una serie de investigaciones sobre Giovanny Morelli, Arthur Conan Doyle (con su personaje Sherlock Holmes) y Sigmund Freud, de las que se infiere ese nuevo paradigma, cuya aplicación en distintos campos constituyó una nueva forma de conocimiento humano de la realidad.
El autor encuentra que el conocimiento a partir de spie –que puede traducirse como espías, huellas o indicios– se remonta hasta los cazadores antiguos, pasa por las prácticas jurídicas mesopotámicas, pero también por la semiología médica, para encontrarse después en el método clínico de Freud, en la práctica detectivesca inglesa (a partir de Doyle) y en la crítica de la pintura italiana después de Morelli.
En mayo de 1859 nació en Edimburgo Arthur Ignatius Conan Doyle, contemporáneo de Freud, quien había nacido en Moravia en 1856. Como Freud, Doyle estudió Medicina, y antes de instalarse definitivamente en Londres viajó por todo el mundo como médico a bordo de distintos barcos mercantes. Los detalles de sus viajes están camuflados en sus novelas, y esto era uno de los elementos fascinantes para el lector del siglo XIX, pues la geografía era el modelo de la exploración de las tierras extrañas, de la exploración de enigmas.
Por ello mismo, Freud usaba la geografía como metáfora de los enigmas por descubrir; así, decía de la sexualidad femenina que era el continente negro, Africa desconocida. O de su primera teoría etiológica de las neurosis, podía decir que había hallado el Caput Nili de la neurología, comparándolo con el descubrimiento de las fuentes del Nilo, que fue el descubrimiento más importante en la geografía del siglo XIX.
Arthur Conan Doyle también viajó a Viena a tratar de especializarse en oftalmología. No se sabe si conoció a Freud, quien estudiaba los efectos analgésicos de la cocaína para las cirugías. No está documentado ningún encuentro entre Freud y Doyle, salvo la ficción de Herbert Ross, en la película de 1976 Elemental, doctor Freud. Se trata en ella de la reunión de Sigmund Freud y Sherlock Holmes, quien va a consultar al médico por su adicción a la morfina, y ambos terminan resolviendo un caso criminal y un caso clínico, combinando sus métodos.
Pero la cercanía intelectual entre Freud y Doyle es algo más que ficción. Freud era anglófilo y leyó las novelas de Doyle; de hecho, lo cita en una carta a Jung, a propósito de la recepción de la paciente Sabina Spielrein, que éste le había remitido. En su carta le dice: “Fräulein Spielrein ha reconocido en su segunda carta que el asunto que la preocupa guarda relación con usted: por lo demás no revela sus intenciones. Mi respuesta fue de lo más sabia y perspicaz; le di la impresión de que las pistas más vagas me hubieran permitido, como si fuera Sherlock Holmes, adivinar la situación (...) y le sugería un procedimiento más adecuado, algo endopsíquico”.
La coincidencia en el paradigma entre Doyle y Freud se remonta más atrás, a sus años de formación. De su viaje a París, en un prólogo para un libro de Bourke en 1913, Freud dice: “Cuando en 1885 yo residía en París como discípulo de Charcot, lo que más me atrajo, junto a las lecciones del maestro, fueron las demostraciones y dichos de Brouardel, quien solía señalarnos en los cadáveres de la morgue cuántas cosas dignas de conocimiento para el médico había, de las cuales la ciencia no se dignaba anoticiarse. Cierta vez que discurría sobre los signos que permiten discernir el estamento, carácter y origen de un cadáver no identificado, le oí decir: ‘Las rodillas sucias son el signo de una chica honesta’. ¡Utilizaba las rodillas sucias de una muchacha como testimonio de su virtud!”.
Paul Brouardel era un célebre médico forense, al cual Freud se refirió en términos elogiosos en varios escritos; dice Freud que, atraído por la personalidad de Jean Martín Charcot, en su estancia en París se limitó a seguir las enseñanzas de este único hombre y dejó de asistir a otras clases. Pero agrega: “Sólo a las autopsias forenses y conferencias del profesor Brouardel en la morgue rara vez dejaba de asistir”. Freud allí estuvo sensibilizado con la medicina forense de Brouardel y con la manera de inferir detalles de la personalidad de los cadáveres a partir de indicios. En otra referencia a Brouardel, Freud cuenta una anécdota: “Asistía yo a una de esas veladas que daba Charcot; me encontraba cerca del venerado maestro, a quien Brouardel, al parecer, contaba una muy interesante historia de la práctica de esa jornada. Oí al comienzo de manera imprecisa, y poco a poco el relato fue cautivando mi atención: una joven pareja de lejanas tierras del Oriente, la mujer con un padecimiento grave, y el hombre, impotente o del todo inhábil. ‘Inténtelo usted’, oí que Charcot repetía, ‘le aseguro que lo logrará’. Brouardel, quien hablaba en voz más baja, debió de expresar entonces su asombro por el hecho de que en tales circunstancias se presentaran síntomas como los de la mujer. Y Charcot pronunció de pronto, con brío, estas palabras: ‘Pero en casos parecidos es siempre la cosa genital, siempre... siempre’. Sé que por un instante se apoderó de mí un asombro casi paralizante y me dije: ‘Y si él lo sabe, ¿por qué nunca lo dice?’”.
Para el joven Freud, Brouardel, el maestro que revelaba los detalles de la personalidad a partir de indicios recogidos en un cadáver, era quien contaba la anécdota, y el maestro Charcot era quien afirmaba, desde toda su autoridad, aunque en un ambiente informal, aquello que no decía en su cátedra: que había un origen sexual en la etiología de la histeria.
* Texto extractado de El psicoanálisis y la investigación en la universidad, de reciente aparición (Ed. Grama).

Psicoanálisis: "El empuje al consumo lleva a igualar a todo el mundo"

Así lo sostiene Fabián Naparstek, quien estuvo en Mendoza para participar en el ciclo de seminarios Psicoanálisis y Lazo Social, Manifestaciones Sintomáticas de Nuestra Cultura, en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNCuyo. "La singularidad va en contra del mercado", afirmó el especialista.
por Alejandro Frias

Como parte del ciclo de seminarios Psicoanálisis y Lazo Social, Manifestaciones Sintomáticas de Nuestra Cultura, organizado por la Secretaría de Graduados – FCPYS y el Centro de Estudios, Análisis e Investigación Sobre Prácticas de Trabajo Social, con la dirección académica de Mariana Santoni, estuvo en Mendoza, Fabián Naparstek, miembro de la Asociación Mundial de psicoanálisis y profesor de Psicopatología en la UBA, quien dictó un seminario en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Cuyo.

Naparstek expuso en los seminarios sobre las nuevas formas de la satisfacción y las adicciones, y MDZ Online pudo entrevistarlo para profundizar en el tema.
- ¿Cuáles son las características del consumo actual?
- En la actualidad hay un empuje al consumo generalizado, todo el mundo está empujado a consumir con la idea de que por la vía del consumo se puede obtener la felicidad, y esto marca mucho la época actual, a diferencia de una época anterior, donde, más allá de que siempre existe cierto malestar de la cultura, había diferentes salidas para ese malestar, y en la época actual hay una idea paradigmática de que la única salida sería por la vía del consumo. Esto hace de la toxicomanía una patología muy propia de la época. Siempre hubo consumo de drogas, y sin embargo lo que nosotros llamamos toxicomanía hoy en día no tiene más de 150 años. Es decir que puede haber diferentes usos de las drogas, pero el uso específico tiene poco tiempo en la historia de las drogas.
- ¿El objeto físico también se puede considerar droga?
- La época actual muestra que todo es consumible, hasta el ser humano. Hoy se piensa al ser humano como un objeto mismo de consumo, hasta tenemos el extremo de que se venden chicos, se trafican seres humanos. Lo que muestra la toxicomanía es que cualquier cosa puede ser transformada en una sustancia tóxica, hasta las relaciones humanas se pueden transformar en tóxicas. Hay gente que viene a quejarse de que tiene una relación con alguien que no puede abandonar pero que la está llevando a la muerte, y sin embargo no puede abandonar esa relación. Como algo que está muy presente en la actualidad y que es la violencia de género. Vemos muchos casos de mujeres maltratadas por los hombres y sin embargo no pueden dejar de volver a buscar el mismo hombre que las maltrata, efectivamente, esto se les presenta como una adicción que no pueden abandonar., y no solamente eso, sino que si uno escucha estos casos, son mujeres que saben muy bien qué punto tocar para que ese hombre reaccione violentamente, claro que esto no impide sancionar a ese hombre que maltrata a la mujer.
- ¿Existe crítica de parte de la sociedad o se consume acríticamente?
- El paradigma de nuestra época es que hay que consumir, es más, la contracara del consumo es la depresión, el que no puede consumir lo suficiente, por las razones que sea, termina deprimido. Entonces hay una bipolaridad, que es la manía por el consumo o la depresión. Y hasta lo hemos vivido históricamente en el país. Tenemos ejemplos de nuestra historia reciente, donde pasamos de la fiesta del consumo a una depresión terrible, y eso está empujado por la época, más allá de las características propias de nuestro país, porque no estamos fuera de una situación mundial que empuja hacia lo mismo. En Europa hay ahora una depresión profunda. A la depresión uno podría compararla en un sentido con la abstinencia. Hoy el paradigma propio es ir a consumir con la idea de que ahí se va a encontrar algo parecido a la felicidad.
- ¿Y en el consumo visto así hay prevalencia de alguna clase social?
- No, el empuje al consumo no hace diferencia de clase social. Lo que podemos ubicar son características y prácticas diferentes dentro de las clases sociales, pero cada vez menos, lo que en ciertas época, como el consumo de ciertas drogas, era para ciertas clases sociales, cada vez es menos, como el paco, que es propio de las clases sociales bajas y cada vez se encuentra más en las clases sociales más altas, hay algo de la toxicomanía que barre con todas las diferencias, como que ese empuje al consumo lleva a igualar a todo el mundo. Todo el empuje actual es a que todo el mundo consuma lo mismo y de la misma manera.
- ¿Se puede salir de esta situación?
- Toda situación histórica es novedosa y requiere una salida novedosa, más allá de que uno puede comparar ciclos en la historia. Lo que plantea el psicoanálisis  frente a esta situación es cómo ir en búsqueda, frente al empuje de que todos consumamos lo mismo, de la singularidad, de que cada uno encuentre una forma singular de enfrentarse a la época, con su gusto propio, cómo ir en búsqueda de lo que Lacan llamaba el propio aperitivo, que no son los grandes consumos, sino que es ese pequeño gustito que uno se puede dar y que siempre implica algo singular, porque no todo el mundo tiene el mismo aperitivo.
- Claro que eso la publicidad también lo plantea, porque lo que te dice es "sé vos comprando esto".
- Sí, pero tiene ese aspecto engañoso de hacerle creer a la gente que para ser uno tiene que comprar eso. La singularidad va en contra del mercado, porque el mercado empuja a que todo el mundo compre lo mismo. Es lo engañoso de la época, porque para ser uno, uno debe tener eso que le venden.
Alejandro Frias

terça-feira, 9 de outubro de 2012

Jacques-Alain Miller: “El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias”


Me gustaría en primer lugar expresar mi agradecimiento, mi gratitud, al Instituto Van Leer de Jerusalén por brindarme la primera ocasión de dirigirme al público israelí*. Este es mi primer día en Israel y supongo que la gente que ha venido aquí lo ha hecho porque está interesada en el psicoanálisis, porque quiere oír algo acerca de un tipo llamado Jacques Lacan, y estoy contento de poder introducir a través de esto algo del movimiento lacaniano, aunque no creamos que exista un movimiento lacaniano. Creemos que existe un movimiento psicoanalítico que se sumió en la deriva a causa de la psicología del Yo y que Lacan restauró a su verdadera práctica y fines. Cuando se me preguntó hace unos meses en París qué título quería dar a esta charla, se me dijo que la inspiración de este Instituto era la filosofía de la ciencia de Karl Popper. Entonces, en la inmediatez del momento, dije que quería que el título fuera “El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias” porque supongo que saben que Karl Popper creía que el psicoanálisis no tiene lugar entre las ciencias. De hecho, a medida que paseaba hoy por la vieja ciudad de Jerusalén, deambulando por los lugares sagrados de diferentes creencias, podría haber cambiado el título a: “El psicoanálisis, su lugar entre las religiones”. Este hubiera podido ser un título mejor para una charla en Jerusalén. A pesar de todo, mantengamos nuestro título original: “El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias”.
En efecto, el título hace referencia al contexto, al lugar. Este título no es sin un cierto doble sentido, como se dice en francés, un cierto equívoco; es decir, hay dos maneras de entenderlo, porque las credenciales del psicoanálisis para estar entre las ciencias no son credenciales sin disputa. Al psicoanálisis quizás le gustaría estar entre las ciencias, pero su lugar ahí es bastante inseguro. El psicoanálisis, si puedo decirlo de esta forma, tiene que presentar batalla si quiere estar entre las ciencias. El psicoanálisis argumenta que él –lo personificaré un poco—nació en tierra científica, de un científico, Sigmund Freud, que estudió bajo Helmholtz y Dubois-Raymond, que fue, si puedo decirlo así, un verdadero positivista y que compartió creencias con los científicos de su tiempo.
Sin embargo,  pese a todas estas credenciales científicas del psicoanálisis, el vecindario no está de acuerdo. Los científicos y los epistemólogos dicen que quizás, hace mucho tiempo, Sigmund Freud fue uno de ellos, pero no duró mucho, que se convirtió en un vidente que usaba una especie de bola de cristal y que hoy en día el psicoanálisis se aferra a un territorio entre las ciencias que no le corresponde. Entienden lo que quiero decir. Podríamos considerar que la posición del psicoanálisis entre las ciencias no es sin cierta analogía con la posición real de ese mismo lugar. Podría presentarles el psicoanálisis como, digamos, el judío entre las ciencias, rechazado e intentando estar ahí. Debería continuar en esta línea, que se podría considerar lo que en la retórica clásica se denominaba “captatio benevolentia”. Es decir, una introducción dirigida a captar una buena predisposición de la audiencia hacia el tema. Si identifico el psicoanálisis con Israel mismo quizás ustedes me escucharán de un modo más favorable. Pero continuemos con esta quizás difícil analogía.
Asumiendo que aquí se encuentran verdaderos popperianos, no me extenderé más sobre la crítica de Popper al psicoanálisis. Solamente déjenme recordar que la crítica principal de Popper contra el psicoanálisis, el defecto del psicoanálisis, es que siempre tiene razón. Es porque el psicoanálisis, en su interpretación, siempre tiene razón, por lo que no es una ciencia. Porque el psicoanálisis no puede equivocarse en su interpretación, no es una ciencia. Se trata de una crítica muy profunda. De hecho, surge de la posición de Popper contra el razonamiento inductivo y se fundamenta en la crítica clásica humeana (de David Hume) del razonamiento inductivo. Esta consiste en afirmar que no importa el número de confirmaciones que se puedan obtener de una supuesta ley de la naturaleza, uno nunca puede demostrar que una ley de la naturaleza es necesaria, es decir, una proposición universal. Lo que viene a decir que lo que llamamos leyes, leyes científicas, no son más que conjeturas. Conjeturas que siempre demandan ser confirmadas por los mismos fenómenos que parecen responder a esa ley, pero aún así se trata sólo de conjeturas. El único hecho realmente operativo es el contra ejemplo, es decir, la refutación. Por lo tanto, como supongo que ustedes saben, para Karl Popper la historia de la ciencia es un continuum de conjeturas, de manera que para él incluso las leyes de Newton no son más que conjeturas, un continuum de conjeturas y refutaciones. Digamos que esta concepción de la ciencia no es muy bienvenida en el mismo mundo científico. Cuando hablamos de ciencias no olvidemos que las definiciones son muchas. Existen críticos importantes de Popper mismo que consideran irracional su concepción de la ciencia.
En cuanto a lo que nos ocupa, es decir el psicoanálisis, lo primero que subrayaré es que Popper no se dirige, digámoslo así, al estatus biológico del psicoanálisis para saber si la biología confirma o no al psicoanálisis. Karl Popper se dirigió a temas fundamentales del psicoanálisis cuando abordó la cuestión de la verdad y de la falsedad, como cuando abordó la cuestión de la creencia y del problema del psicoanálisis en términos lógicos. Para mí es muy remarcable que en la Viena de principio de siglo, en esa Viena que fue el refugio, la base, el hogar, de lo que se ha llamado el círculo de Viena –saben, el círculo de Wittgenstein, Carnap y otros—en esa Viena de principio de siglo, Sigmund Freud debe haber conocido el círculo de Viena. La hermana de Wittgenstein estaba en análisis, por ejemplo. Saben que Freud se casó con una Bernays que pertenecía a la misma familia que Paul Bernays, el que nos dio una axiomática en la teoría de conjuntos. Es sorprendente que Sigmund Freud, que estaba científicamente orientado, nunca se interesara por la teoría de la lógica.
Diría que el cambio que Lacan llevó a cabo en el psicoanálisis es principalmente un cambio en las referencias científicas. Sigmund Freud esperaba que finalmente el psicoanálisis podría y debería formar parte de las ciencias de la naturaleza. Así lo afirmó en repetidas ocasiones. Sin embargo, debemos decir que casi un siglo después de su fundación, el psicoanálisis para nada está más cerca de formar parte de la biología, para nada está más cerca de formar parte de las ciencias de la naturaleza. Déjenme afirmar que en los años cincuenta lo que Lacan hizo fue cambiar las referencias científicas del psicoanálisis, de la biología a las ciencias del lenguaje, a la lingüística y a la lógica, principalmente. Debemos tener en cuenta que en el espacio analítico no sucede nada más que el hecho que se habla, y que para quien hace un análisis se trata de una experiencia. Digamos como hipótesis que si el psicoanálisis tiene efectos en la gente ¿de dónde vendrían éstos, sino de hablar?
Como no quiero hacer un comentario de Popper, ya que estoy presentando a Lacan, me pregunto cómo puedo hacerlo de una manera popular. Considerando que la crítica de Popper es que el psicoanálisis es siempre erróneo porque no dice nada más que la verdad, mi intención es comentar solamente una frase de Lacan. Así no se van a perder más y pueden al menos tomar nota de una frase muy corta de Lacan sobre la que me voy a extender. Es la primera frase de la única charla que dio para la televisión francesa en el año 1973. No fue fácil aparecer en la televisión francesa. Una vez que ésta vio en qué consistía la charla, trató de suprimirla. No me extenderé en más detalles sobre esa lucha de la que fui parte. Al final la televisión francesa cedió y aceptó el programa. La primera frase de Lacan es una frase que todo el mundo puede entender: “Yo siempre digo la verdad”. De alguna manera, esta frase confirma el dictum de Popper. He aquí a un analista que presume de que siempre dice la verdad. Bien, esto es lo que tengo intención de comentar ante ustedes.
No sé si ustedes me harán muchas preguntas, no hay manera de saberlo de antemano. No tengo ni idea de cómo es el público israelí. ¿Es un público tímido? ¿Provocativo? ¿Desinteresado? ¿Hace mofa del conferenciante? Como no puedo saberlo de antemano he decidido inventarme un público, es decir, he creado una ficción y he preparado mi charla como si tuviera un adversario. Se trata de una persona que no entiende ni una palabra de lo que Lacan dijo, ni de lo que yo trato de explicar. Por lo tanto he preparado mi charla como un diálogo entre mí mismo y esta otra persona. Esta otra no me la puedo imaginar más que siendo una mujer diciendo que realmente no entiende lo que este hombre, o esos hombres, quieren decir sobre temas como el amor —porque la transferencia es amor, lo dijo Freud— y el deseo. Me inventé una mujer para hablar conmigo sobre la verdad porque las mujeres son más capaces de identificarse con la verdad que los hombres. Los hombres se identifican más fácilmente con el saber. De hecho hay hombres que se creen a las mujeres más de lo que se piensan.
Me inventé una mujer que lee esta frase, que es la primera frase de “Televisión”: “Yo siempre digo la verdad”. Me imagino que ella respondería: “Estaría bien si fuera verdad, pero parece que tenemos que creerle simplemente porque lo dice”. Y yo estaría de acuerdo y respondería: “Exactamente”. Y ella: “¿Él siempre dice la verdad? ¿Cómo podemos saberlo? Sólo tenemos su palabra”. Y yo: “Así es”. No podría decir nada más. Tenemos que aceptar su palabra a ciegas, lo que no encaja con el espíritu ilustrado. Si crees en alguien que dice: “Siempre digo la verdad” crees en el principio de autoridad que es contrario al requisito científico del libre examen. Cuando afirma: “siempre digo la verdad” no se trata de una palabra confirmada por la experiencia, es más como una chulería. En cualquier caso se puede entender sin demasiada exégesis, puesto que está dicho en lenguaje cotidiano.
Vayamos a la segunda frase del texto: “Yo digo siempre la verdad: no toda, porque de decirla toda, no somos capaces. Decirla toda es materialmente imposible: faltan las palabras. Precisamente por este imposible, la verdad aspira a lo real”[1]. La idea de que uno es incapaz de decir toda la verdad, de que el saber es siempre incompleto, parece ser perfectamente admisible. Además muestra una modestia prometedora que contrasta con la chulería previa de Lacan: afirma que no puede decir toda la verdad, que es imposible decir toda la verdad. Pienso que esta mujer preguntona diría: “No entiendo qué hace aquí este término materialmente y porque Lacan dice que faltan las palabras. ¿Por qué dice que faltan las palabras para decir toda la verdad? En un cierto sentido esto no es verdad: el trabajo inacabado es retomado por otros, en eso consiste el desarrollo de la ciencia”. Al final de este párrafo, Lacan añade algo bastante incompresible: “Es por esta imposibilidad que la verdad aspira a lo real”. Así pues, después de dos cortas líneas que empiezan con la frase: “Yo siempre digo la verdad”,  viene una frase bastante límpida para terminar otra vez de manera oscura. Uno ya no sabe qué es la verdad.
De alguna manera, todo Lacan está contenido en este párrafo. Uno podría decir, esta mujer diría: “Primero chulea, luego hace afirmaciones erróneas y finalmente desaparece entre las sombras después de encender fuegos artificiales. Empiezas entendiéndolo y tres frases más tarde ya no entiendes nada”. Estaría de acuerdo con todo ello. Estaría de acuerdo que cuando se lee a Lacan, éste desaparece rápidamente en un estallido de chispas, como si uno estuviera sosteniendo la mano del Comendador tal y como aparece en el final de la ópera de Mozart, Don Giovanni. Todo Lacan es así. Siempre termina tendiendo su mano a los poderes del horror y las sombras. Son esas mismas las palabras con que Freud da comienzo a su Interpretación de los sueños: “Acheronta Movebo” Moveré a los dioses del infierno.  Lacan es más simple que Freud, sólo afirma: “Yo siempre digo la verdad”. Pero esta frase también lo lleva a su Caronte y eso es lo que él denomina “lo real”.
Me imagino que esta introducción no satisfaría a esta mujer que me pediría que fuera más demostrativo en cuanto a estas tres frases de Lacan. Creo que yo asentiría porque estoy cansado de que se hable “en general”. Admitamos que, en lo que se refiere al psicoanálisis, uno debe tratar con detalles. En el psicoanálisis finalmente todo se reduce a los detalles, las formaciones del inconsciente: los lapsus lingue, los actos fallidos y los equívocos. Estas formaciones del inconsciente no existen fuera del detalle y es porque Freud confió en el detalle que fundó el psicoanálisis. ¿Qué valor tendría una interpretación psicoanalítica si se pudiera generalizar para todo el mundo? Una interpretación analítica tiene valor para el sujeto en tanto que tiene un valor particular. Digamos que el estilo de Lacan le lleva a uno a los detalles, no se puede leer deprisa. Uno está obligado a leerlo despacio, frase a frase, párrafo a párrafo. “Yo siempre digo la verdad”, volvamos en detalle a esta frase que siempre se te puede atribuir. Cuando la escribo, la escribo como una cita, es una frase de Lacan. Pero cuando la repites, se te puede atribuir. Porque la palabra “yo”, que salta de boca a boca, cuando hablamos, no tiene ninguna otra referencia que la de la persona que la dice en un determinado momento. Yo soy yo cuando hablo y tu cuando hablas tú. Es uno de los términos que el lingüista Roman Jakobson, siguiendo a Jespersen, denominó “shifters”, para indicar que solo tienen significado en el habla.  En realidad es un poco más complicado porque en una cita “yo” designa a la persona que lo dijo en un determinado momento. Nadie, yo diría, habla sin decir al mismo tiempo “yo digo la verdad”, es una frase que está implícita siempre que se habla.  Cuando dices algo del tipo: “No llevo nada peligroso en mi bolsa”, como afirmas por ejemplo cuando recorres Jerusalén, el “yo digo siempre la verdad” yace implícito. De la misma manera que lo está siempre a excepción de cuando usamos imperativos o preguntas. Solamente no lo está cuando se afirma “Yo miento”, aunque quizás conozcan ustedes la antigua paradoja rejuvenecida en la modernidad por Bertrand Russell y Gödel.  Es precisamente porque no hay habla que no esté situada en la dimensión de la verdad que “Yo miento” constituye una verdadera paradoja.
Cuando Lacan dice “Yo siempre digo la verdad” hace una pose con cierto aire teatral. Pero se trata de tomar una posición anti-Epiménides que resulta más verdadera que el “yo miento” de Epiménides, ya que la verdad y la mentida no son de ninguna manera simétricas. No hay ninguna duda en cuanto a la verdad que es opuesta a la mentida. Sobre lo que alguien afirma siempre se puede decir: “Es verdad” o “es falso”. Por tanto existe una verdad que se opone a la mentira, pero aún hay otra verdad que se apoya en ambas y que está en relación con el simple hecho de formular, puesto que no hay manera de decir nada sin postularlo como verdad. Incluso cuando digo “Miento” estoy afirmando “Es verdad que miento”. Por tanto, existe una verdad opuesta a la falsedad, pero en el acto mismo de hablar existe otra verdad disimétrica con la falsedad. Si no se tiene idea de esta verdad interna al decir, no se puede tener idea de lo que es el psicoanálisis. No se puede entender lo que Sigmund Freud le dijo a su paciente que habiendo visto a una mujer en sus sueños afirmaba: “no era mi madre”. La interpretación de Freud fue: “por eso es su madre”, porque la palabra madre ya estaba ahí. Es cierto que para un paciente no es lo mismo decir “es mi madre” que “no es mi madre”, y uno puede decir que ahí hay algo cierto y algo falso. Pero hay la verdad que se erige por encima de la distinción entre “era mi madre” o “no lo era”, y que consiste en que se dijo la palabra “madre”. Es en este hecho que se funda la interpretación de Freud.
Karl Popper podría decir: “efectivamente, Freud siempre tiene razón”, tanto si el paciente dice “es mi madre” como “no es mi madre”,  Freud sabe que se trata de la madre. De acuerdo, pero todo esto se basa en la verdad disimétrica de la falsedad. Esta es la verdad de la que hablo: la verdad interna al acto mismo de hablar. Hablando a través de lo que se dice, la verdad dirá “madre”, se trate o no de la madre. Esta verdad que habla a través de lo que se dice, dice algo diferente a lo que se quiere decir. Uno quiere decir “no es mi madre”, pero la verdad dice “madre”. Y en esto uno simplemente deja que la lengua, la boca, diga algo más que habla a través de uno a pesar de lo que se quiere decir. Esta es la verdad que ningún grado de poderío puede domesticar. Es la verdad que deambula, la verdad que cautiva, que despista y engaña, que hace tropezar, es la verdad freudiana. Es la verdad del lapsus, de los equívocos, la verdad que no se deja atrapar. “Estás perdido”, te dice, a lo que respondes:  “Retiro lo que he dicho. Te desafío. Me pongo a salvo. Me defiendo”.
Tras esta explicación mía a esta mujer de ficción, me imagino que ella diría: “Si eso es la verdad, no entiendo porque la falta de palabras nos impide decir toda la verdad. Justamente al contrario, si eso es la verdad, siempre se encuentran palabras para decirla”.  Aquí pararía a mi amiga y le diría: “la verdad y toda la verdad no son lo mismo. ¿Cómo se puede hacer un todo, cómo hacer una totalidad de una verdad vagabunda, de una verdad que deambula? Ella no se deja encerrar en un presente como tal. La verdad freudiana no es una totalidad, es fundamentalmente repelente a la totalidad. Hay siempre algo más para decir. La verdad esquiva tanto el todo como el uno. No hay una. No está ceñida en la teoría. La verdad es siempre otra”.
Si ustedes no están cansados de mi referencia a la lógica, me gustaría sugerir algo más en ese sentido también a mi amiga de ficción. Lo sugiero porque es una lectura recomendada por Popper. En sus memorias, que llevan el título de Unending Quest, habla del efecto esencial que su encuentro con Alfred Tarski en un parque vienés tuvo sobre su concepción de la ciencia. Les recomiendo también que lean a Tarski y su famoso texto “El concepto de verdad”. Ahí demuestra que la verdad es indefinible en el lenguaje que se habla. Para definirla se debe salir fuera del lenguaje, como ocurre en los lenguajes formales que son numerados y jerarquizados. Al nivel n+ se establece el nivel n- de verdad, este emparejamiento de niveles es lo que Carnap denomina “metalenguaje” y no se puede llevar a cabo en el caso del lenguaje que se habla, porque no es un lenguaje formal. Este es el sentido del aforismo de Lacan por el cual no hay metalenguaje. No hay otro lenguaje que el lenguaje, la lengua materna, que hablamos. Para referirse a éste lenguaje, Lacan acuñó el término lalangue, en un intento de expresarlo fuera de la gramática. Pero quizás mi amiga preferiría mantenerse en lo que cree que es la definición clásica de verdad, por la cual “se denomina verdadero a lo que expresa lo que es y falso a lo que no es ”. ¿Qué respondería yo a alguien que dijera esto? Le respondería del siguiente modo: “Lo que es” es una expresión que proviene directamente delTractatus de Wittgenstein que quizás ustedes conocen, les supongo cultura epistemológica. Conocen pues la famosa conclusión de su Tractatus: “Lo que no se puede decir, debe quedar en silencio” . Bien, esta idea lógica es inaceptable en psicoanálisis. El psicoanálisis adopta un edicto verdaderamente antitético, porque en la experiencia analítica precisamente uno debe hablar de lo que no se puede decir, cosa que proporciona una ocasión para probar que las palabras no son suficientes para decirlo todo. En este punto debemos establecer algo sin lo cual no podríamos seguir adelante. Propongo que lo que se dice no se puede medir en relación a lo que es. Me imagino la sorpresa de mi amiga que diría: “¿Puedes repetir eso de nuevo? Porque me dio la impresión de que no aceptas ninguna realidad fuera del lenguaje. Y si éste es el caso, bien, buenas noches, te dejo con tus sueños”. A lo que yo  respondería: “Uno puede, sin embargo, a través de algo distinto a los sueños, por ejemplo el método, suspender la creencia en la realidad externa al lenguaje y prestar fe a una realidad completamente interior.” Eso es el cogito cartesiano, está en su base, es el resto del desastre producido por Descartes al suspender toda creencia. Saben su modo de proceder: suspende toda creencia en la realidad externa y se apoya en el cogito, en la subjetividad del cogito como residuo de esta suspensión en la creencia. Es precisamente en este cogito como residuo en el que Lacan fundamenta el sujeto al cual se dirige el psicoanálisis.
Es precisamente en este sujeto, en este cogito como residuo, que Lacan fundamentó lo que llamó el sujeto del inconsciente. Para aclarar esta cuestión de la realidad externa al lenguaje, me referiré primero a Freud y a su práctica. Se acordarán que cuando se enfrentó al Hombre de los lobos, Freud insistía obstinadamente en coordinar las afirmaciones con los hechos. En este caso, Freud trató de reconstruir con mucho cuidado, mes tras mes, los primeros años del Hombre de los lobos. Es decir, trató de reconstruir los hechos a partir de los dichos. Ciertamente, quería establecer lo que fue, los hechos. Vio en la realidad externa, en la escena primaria, lo que su paciente no podía decir. Había algo que no podía ser dicho por el paciente, pero que él, el analista podía reconstruir, eso era la escena primaria. Creo que saben que Freud abandonó este propósito y que ningún analista desde entonces ha recurrido a este método, el método de intentar establecer los hechos. De alguna manera, el psicoanálisis propiamente dicho empezó en cuanto Freud dejó de corroborar los dichos con hechos. Si hay algo que sea verificable en psicoanálisis tiene lugar dentro de los dichos mismos del paciente, y esto implica también que la clase de habla que surge de la experiencia freudiana no tiene, si puedo decirlo así, exterior. No podemos imaginar a un analista yendo a corroborar los dichos del paciente con la familia. Se hace en las terapias de familia, pero ese tipo de terapias no son psicoanálisis. En un cierto sentido, esto es así porque en psicoanálisis los hechos fuera de los dichos no tienen significado. Por esto mismo he podido venir a Israel con mi padre –“el psicoanalista y su padre”. He tenido la experiencia de venir a Israel por primera vez.
¿Cuál es la conclusión de todo esto? De hecho, uno puede decir lo que quiera, y éste es precisamente el principio de la experiencia analítica y es coherente con la regla analítica. La experiencia analítica no tiene otro principio que el que uno puede decir lo que quiera. Y esto es lo que Freud llama la asociación libre, decir cualquier cosa. Y lo que uno encuentra en su experiencia es que resulta imposible hacerlo. La lógica funciona en lo que se dice, la lógica te prohíbe decir cualquier cosa, aunque sea esa la invitación. Este es el verdadera sentido del inconsciente. Y esto es lo que lleva a Freud a hablar en su libro “Inhibición, síntoma y angustia” de la represión primaria que, como tal, es imposible eliminar. La represión primaria nunca puede ser suprimida. No es una cuestión de simple incapacidad, de lo que Freud habla. Es una cuestión de imposibilidad y eso es a lo que Lacan llamó la imposibilidad de decir toda la verdad. La incapacidad se puede notar, la imposibilidad, por otro lado, toma la forma de conclusión. Esta imposibilidad, si puedo decirlo así, deriva del mismo curso del análisis. Cuando encuentras la imposibilidad en un análisis, encuentras la realidad. No la realidad externa, sino la realidad dentro del curso mismo del análisis, la que resulta de sus impasses. Esto es lo que Lacan llamó lo real. Lo que llamó real es la realidad como experiencia en lo imposible de decir. Concedámosle esto: lo real es lo imposible, cuando el discurso tropieza, no puede ir más allá, se encuentra con un “no hay”. En la Antigüedad, la verdad estaba relacionada con lo real como “adequatio rei intellectus”, correspondencia entre la cosa y la mente. Pero si la verdad no es eso, ni tampoco es exactitud, o bien la verdad no está relacionada con ningún real, o lo está por lo imposible de decir. Ciertamente, este real de Lacan, que no se puede decir, pero del que se debe hablar, es lo que Freud llamó el “trauma”. Lo real de Lacan es siempre traumático, es un agujero en el discurso. Lacan creó el neologismo “troumatique”, es decir, agujeromático. La palabra “trou” en francés quiere decir agujero, por tanto construyó un neologismo basándose en la equivalencia entre trauma y agujero en el discurso.  En inglés se podría decir “no whole without a hole”, no totalidad sin agujero. Por tanto, el real psicoanalítico no es toda la realidad, como generalmente se entiende. Lo real en psicoanálisis, lo real traumático, depende de la lógica del discurso. Este último delimita, cierne, lo real con sus impasses. Lo real no es una cosa en sí mismo, ni constituye una totalidad. Hay solo pedazos de real a los que accedemos en un análisis.
Quisiera explicar también porqué Lacan habla de “materialmente imposible”. He aquí como yo lo entiendo. Como ustedes saben, a principios de siglo se descubrieron las paradojas en la teoría de conjuntos.  La primera fue descubierta por Russell, que se la escribió en una carta terrible a Gottlob Frege, una pequeña paradoja en una pequeña fórmula. Los efectos de esas paradojas hicieron temblar la creencia en los fundamentos de la matemática. Para tratarlas, Hilbert, el matemático más destacado de su tiempo, forjó el concepto de sistemas formales. Pensó que un sistema formal podía incluir todo lo necesario para llevar a cabo la demostración de consistencia o inconsistencia, así como la definición de verdad válida dentro de él.  Acabado de formular, este programa fue socavado por los teoremas de incompletud de Gödel, que proveen para cada sistema que intente formalizar la aritmética, una fórmula indemostrable. Ningún descubrimiento desde 1931 ha sido más importante en la lógica matemática que esta imposibilidad relacionada con el manejo de las ciencias que son enteramente materiales. Kurt Gödel adaptó, y lo dijo explícitamente, la antigua paradoja “Yo miento”. Esto es lo que está detrás de “materialmente” cuando Lacan afirma “materialmente imposible”.
Me parece que con estas tres frases Lacan dice mucho. Define el verdadero asunto del psicoanálisis. Implica una extraña, diferente y nueva teoría de la verdad y de lo real que no es la realidad externa. Concedo que todo esto es quizás difícil de entender. Creo, déjenme decirlo así, que hacerse entender no es lo mismo que enseñar. En algunos casos es lo contrario. Uno sólo comprende lo que uno ya cree saber. Más precisamente, uno nunca entiende nada más que un sentido cuya satisfacción o confort ya ha experimentado. Uno nunca comprende nada sino las propias fantasías. Y uno nunca es enseñado sino por lo que uno no entiende.  Uno nunca es enseñado sino por el sinsentido. Si el psicoanalista deja en suspenso su comprensión, su creencia en lo que usted dice, le da a usted la oportunidad de hacer lo mismo. Cuando uno habla quiere que el otro esté de acuerdo, que le comprenda. Cuando usted va a un psicoanalista, va a ver a alguien que profesionalmente no le va a entender. Es decir, que va a considerar que la manera que usted usa las palabras, las palabras comunes, es completamente particular. Si usted dice “estoy deprimido”, no hay manera de que el significado que usted da a la depresión sea el mismo que el de su vecino. Y si va a un analista va a ver a alguien que no entenderá lo que usted quiere decir cuando dice “estoy deprimido”. A veces se dice que el lema del analista es “¿Qué quiere decir cuando dice esto?”, se puede hacer broma, pero localiza la posición del analista, que no es la de comprender, sino la de poner en suspenso el significado de vuestras palabras, lo que les da la oportunidad de hacerlo a ustedes mismos, de manera que puedan aprender algo de lo que les sucede, y esto es sólo posible en la medida que tomen distancia de sus propios fantasmas. Para el psicoanálisis los actos fallidos lo son en lo que concierne al sentido, es decir en términos de su intención significativa. Sin embargo estos actos son exitosos en lo que concierne a la verdad que surge del malentendido.
Quizás para dejar espacio al debate, me detendré en este punto de mi diálogo ficticio, para tener uno real con ustedes. Ciertamente no di una respuesta directa sobre la cuestión del lugar del psicoanálisis entre las ciencias. Quizás podría decir que el psicoanálisis no es uno entre las ciencias. No veo de qué manera podríamos confundir la teoría y la práctica del analista con la del científico, en cuanto a los criterios fundamentales de la ciencia. Lo que pienso es otra cosa: que el psicoanálisis sería imposible sino fuera por la existencia de la ciencia, si no fuera por lo que la ciencia, la mente científica, ha destruido en nuestro mundo. Y quizás la mejor manera de entender esto es a través de Descartes, para quien la posición científica se obtiene a través de la evacuación de toda creencia previa para dejar paso sólo a la demostración y a la verificación. Es este movimiento, este movimiento cartesiano, que destruyó los mitos en nuestro mundo y que entró en un conflicto duradero con la religión. Es en este mundo científico que empezó el psicoanálisis. Empezó en la ciencia misma, porque pedirle a alguien que hable al azar, de cualquier cosa y suponer que hay una ley en lo que dice, esto es el espíritu científico reducido, diría, a la pura creencia, como Hume indicó con precisión en su demostración sobre la causalidad.
Me gustaría simplemente señalar que si bien el psicoanálisis no es una ciencia está, sin embargo, condicionado por la ciencia. El psicoanálisis es una manera de tomar el lenguaje materialmente, es decir como hechos. Añadiría que la ley que opera en el psicoanálisis no es pensable fuera de la emergencia del espíritu científico en el mundo. Por tanto, esto iniciaría una dialéctica entre ciencia y psicoanálisis, lo que podría desarrollar, aunque no necesariamente a través de los científicos que entran en análisis aunque no crean que el psicoanálisis sea una ciencia. Pero detendré mi charla en este punto y espero que después de  mi protagonista de ficción, encontraré a uno concreto en esta audiencia. Gracias.
Traducción del inglés: Neus Carbonell
*Conferencia en Jerusalén en 1988. Agradecemos a nuestro colega Marco Mauas, de Jerusalén, habernos hecho conocer esta intervención en lengua inglesa de JAM.

[1] Lacan Jacques. Psicoanálisis radiofonía & televisión, Barcelona, Anagrama, 1977, p. 83. (NT)

sábado, 6 de outubro de 2012

As Coisas




As Coisas

A bengala, as moedas, o chaveiro,
A dócil fechadura, as tardias
Notas que não lerão os poucos dias
Que me restam, os naipes e o tabuleiro,
Um livro e em suas páginas a desvanecida
Violeta, monumento de uma tarde
Sem dúvida inesquecível e já esquecida,
O rubro espelho ocidental em que arde
Uma ilusória aurora. Quantas coisas,
Limas, umbrais, atlas, taças, cravos,
Servem-nos, como tácitos escravos,
Cegas e estranhamente sigilosas!
Durarão para além de nosso esquecimento;
Nunca saberão que partimos em um momento.
Jorge Luis Borges

Experiencia de cuerpo

Entrevista a Silvia Salman * Experiencia de cuerpo por Viviana Berger [*]



http://www.nel-mexico.org/articulos/seccion/varite/edicion/El-sexo-y-el-amor-en-la-era-del-ojo-absoluto/604/Experiencia-de-cuerpo


V: Próximamente en el marco de las VII Jornadas de la NEL, cuyo tema es “El sexo y el amor en el siglo XXI, ¿de qué satisfacción se trata?”, dictarás un seminario, en Medellín, que lleva por título “El cuerpo en la experiencia analítica”. A propósito de ello me gustaría preguntarte, ¿cómo es que un psicoanálisis influye o modifica un cuerpo? … Hoy día existe una especie de culto al cuerpo, el cuerpo se ofrece como objeto a la mirada. La ciencia, por su parte, alimenta la idea que se puede construir un cuerpo en un quirófano, en un gimnasio, en un salón de belleza, la pregunta es ¿cuál es el cuerpo que se construye en un análisis?
S.S: Contra todas las críticas que desde siempre y hasta nuestros días, se le ha hecho al psicoanálisis, aludiendo a que es una terapéutica que opera con la palabra y no se ocupa del cuerpo, pienso que un psicoanálisis es una experiencia de cuerpo y es de eso de lo que voy a hablarles en Medellín.
Que un psicoanálisis opera con la palabra, es algo sabido, pero el uso que hace de ella nos distingue de cualquier otra terapéutica, ya que en nuestra práctica la palabra no se encuentra articulada solamente a la estructura del lenguaje. Ella está especialmente enganchada al cuerpo, que siguiendo las enseñanzas de Lacan aprendimos a considerar como la sede del goce.
En una experiencia de análisis tratamos los anudamientos y desanudamientos de las palabras, el cuerpo y el goce. Y ese tratamiento incide en los modos de tener el cuerpo, es decir, en los modos de vivir la pulsión y por lo tanto en los modos de satisfacción.
Desde esta perspectiva, el cuerpo que se construye al final de un análisis desemboca en la experiencia de investir la exigencia pulsional de otro modo. De esta manera, se construye un cuerpo que ya no precisa –aunque cuente con ellos- el apoyo de la figura en el espejo, ni el apoyo de la frase axiomática del fantasma para existir.

V: Decimos que un sujeto se dirige a un analista a partir de un malestar determinado por una manera de gozar X… Se espera de un análisis que eso se vaya metabolizando, modificando… operándose una transformación en el modo de gozar del sujeto. ¿Puede la vida sexual de un sujeto quedar por fuera de ello? La ciencia ofrece píldoras que influyen sobre el deseo sexual, hormonas, vitalidad… ¿qué poderes tiene el psicoanálisis para influir sobre la vida sexual de un sujeto?
S.S: Hay numerosas indicaciones de Lacan acerca de la incidencia del goce sobre el deseo. Por ello si un análisis permite transformar algo de la relación que el analizante tiene con su manera de gozar, es esperable que esta transformación incida también en su manera de desear. Se trata entonces de obtener nuevos anudamientos entre el deseo y el goce.
Pienso que la vida sexual no queda por fuera de los regímenes de goce que condicionan el deseo.
Un psicoanálisis opera sobre las condiciones de goce, no necesariamente para abandonarlas pero sí para obtener un cierto grado de libertad respecto de las mismas. Esa disponibilidad de la libido que sólo se alcanza cuando se han podido desinvestir los circuitos fijos por donde la pulsión hacía su trayecto, puede permitir a quien atraviesa una experiencia de análisis, una salida del impasse sexual.
A partir de mi propia experiencia de análisis, algo puedo decir acerca de esa salida: Que el padre fracasa en su intento de nombrar la relación sexual. Que la satisfacción que se obtiene ya no se encuentra dentro del régimen edípico porque ella no se concentra en el objeto del fantasma. Que todo ello implica un nuevo anudamiento del deseo y la pulsión que permite franquear los límites del padre que hasta allí condicionaban la repetición.

V: Finalmente, tu testimonio como AE, lleva por título Ánimo de Amar… ¿Cómo crees que un psicoanálisis influye - si es que influye - en la capacidad de amar de un sujeto?
S.S: Es una pregunta que de un modo más amplio podemos formular de la siguiente manera: ¿Un fin de análisis cambia la versión del amor de un sujeto?
Retomando la respuesta anterior, podría decir que lo que es seguro, es que la versión del amor al padre se modifica. Esa versión del amor, es la que estructuró la histeria en mi caso, y que luego se desplegó en el programa de goce en la transferencia, en el que el analista ocupó también su lugar en el amor.
Si en el comienzo de un análisis, la condición de goce se encuentra articulada al fantasma y por ello se despliega en el marco de la repetición; al final, un nuevo uso de la condición permite, lo diría de esta manera, contar con ella de un modo más sinthomático que fantasmático.
Analizarse entonces, puede permitir pasar de un amor fantasmático, a un amor que podríamos llamar sinthomático.
Se trata de una nueva manera de amar, que puede contar con el vacío que el trabajo analítico ha podido producir, y que por ello se encuentra más abierta a la contingencia de los encuentros porvenir.
Será también la posibilidad de un amor en femenino.
 
Notas
*Psicoanalista, miembro de la NEL-Mx.
*Psicoanalista, AE en ejercicio, miembro de la EOL (Escuela de la Orientación Lacaniana, Buenos Aires) y de la AMP (Asociación mundial de psicoanálisis).