segunda-feira, 27 de janeiro de 2014

AUTISMO

VÁN RUIZ PSICOANALISTA I PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN TEADIR DE PADRES, MADRES I FAMILIARES DE PERSONAS CON AUTISMO
Diari Avui 27/01/14 - LÍDIA VIDAL
 
http://d2cuqn1adi18n6.cloudfront.net/imatges/49/46/alta/780_008_4946961_80d678aca476c05799617692f8128192.jpg Aplicar un ideal de normalidad a los autistas los desprovee de lo más singular que ellos han encontrado.
Con una clara intención de divulgar los beneficios del psicoanálisis en el tratamiento del autismo, primero fundó la Asociación TEAdir y después codirigió el documental “Otras voces. Una mirada diferente sobre el autismo. Ahora, con Neus Carbonell, han escrito el libro ‘No todo sobre el autismo', que presentan hoy en la Llibreria +Bernat de Barcelona.
 
¿El autismo es como una burbuja en la que el niño se protege del mundo?
La burbuja es la manera más conocida de explicarlo, pues supone estar aislado de la relación con los otros. Y acostumbra a aparecer en la edad previa al inicio de la palabras, momento en el que el niño, con el balbuceo, se escucha su voz. Es entonces cuando se espera su entrada en el mundo del lenguaje, del reconocimiento de la imagen propia en el espejo. Esto es vivido con mucha angustia por algunos, y la única protección posible estable que encuentran es el aislamiento.
¿Qué relación tienen con el lenguaje?
No hay nada que haga pensar que los autistas no están inmersos en el lenguaje como cualquiera de nosotros, de hecho, los padres son testimonios de que su hijo entiende lo que se le dice, lo que pasa es que su respuesta no tiene en consideración ni el sentido común ni las convenciones. Ahora bien, una cosa es estar en un mundo de lenguaje y la otra es acceder a las funciones complejas de la palabra. Porque es por medio de la palabra que transitamos por el espacio. Es por esto que los niños con un autismo importante, sin imagen propi ni palabras, lo que hacen son intentos de construcción de la idea del espacio.
¿Qué nos quieren decir tapándose las orejas, mirando hacia otro lugar o moviendo las manos?
El autismo se sostiene en una no-referencia al otro. Por tanto, no es seguro que cuando se tapan las orejas, gritan o se golpean estén dirigiéndose al otro. Ahora bien, es aquí donde tenemos la oportunidad de escucharles, y conviene diferenciar lo que son recursos que sirven para un auto tratamiento de la angustia. [Se oye una ambulancia en la calle]. Por ejemplo, yo puedo obviar esta ambulancia porque tengo una idea del espacio que me permite pensar que el origen está fuera. Pues para un autista, por el hecho de que el ruido lo oye en su interior, este sonido puede ser un motivo de angustia, pues no tiene los recursos de la palabra para entender que tenemos un cuerpo y que es por medio de las palabras que nos definimos o por medio también de la imagen que creemos tener. El autista hace este proceso de otra manera y, a menudo, con movimientos repetidos de una parte de su cuerpo. Es como cuando alguien tiene dolor de muelas y, para él, su cuerpo en ese momento es únicamente esa muela. Entonces, el autista necesita concentrar la satisfacción en una parte de su cuerpo para sentírselo como propio.
¿Qué diferencia el psicoanálisis de los tratamientos habituales de los psicólogos conductistas?
Las técnicas cognitivo-conductuales son técnicas de reeducación, y ellos mismos las llaman técnicas de adiestramiento. Hay una versión actual del conductismo que, según ellos dicen, se aplica teniendo en cuento al niño; pero lo que no se dice es que lo hacen para conseguir su consentimiento en repetir palabras y conductas que lo hagan comportarse como aquello que se supone que es un niño normal. En cambio, el psicoanálisis considera que aplicar un ideal de normalidad a los autistas los desprovee de lo más singular que ellos encontraron. Tenemos que pensar que el autista es el insumiso de la identificación, ya que ni se identifica con el otro ni tampoco con una idea de grupo. Entender esto nos permite escuchar y respetar cuáles son los hallazgos que hace el niño para desarrollarse como persona.
¿Qué futuro les espera a los autistas?
Un futuro muy incierto. Primero, porque las políticas sanitarias implementan las técnicas conductistas a los más pequeños con la idea de que eso será preventivo, cuando en realidad es una irrupción drástica en todo aquello por lo que pasa un niño mientras se está construyendo como sujeto. Y, contrariamente, los adultos son los grandes olvidados. Los psicoanalistas recibimos a pacientes que han pasado por un periplo de técnicas y terapias diversas que lo único que pretenden es normalizarlos, pero en las que no se ha atendido ni su particularidad como persona ni sus intereses. Muchas de ellos ya no pueden sostenerse más en la convivencia familiar y no hay instituciones donde puedan ser acogidos. Precisamente, uno de los objetivos de TEAdir es crear una institución socio-sanitaria destinada a adolescentes y adultos con autismo o algún tipo de psicosis grave, donde puedan ser atendidos en sus necesidades y desde una vertiente terapéutica.

domingo, 26 de janeiro de 2014

OCCIDENTE, PALABRA EQUÍVOCA







La filosofía medieval disputaba sobre si el ser era palabra unívoca, análoga o equívoca. Se planteaban con ello la relación de Dios con la criatura, o del ser necesario con el ser contingente. No es mi intención terciar en tan ilustre polémica sino evocarla en relación a lo que en nuestra época ocupa un papel semejante al ser necesario. Me refiero a una palabra cuyo sentido se nos ha evaporado de tanto usarse y abusarse.
Dio título al libro de Oswald Spengler, que hablaba de su decadencia irreparable. Sirve para muchos de coartada para la legitimación y la autocomplacencia;  a otros para la diatriba más acerba. Convoca referencias crepusculares porque literalmente evoca el ocaso, o el lugar en donde el sol se pone. Forma pareja con su lugar antípoda, o lugar de emergencia solar. Sólo cobra sentido contrapuesta a Oriente, y en ello revela su gran miseria semántica.
       Comencemos con Oriente. ¿Tiene algún sentido perpetuar el uso de esta palabra para referirse a mundos tan distintos como Egipto, Irán, el continente indio, Tailandia, Filipinas, Japón, la China continental, o la mitad (oriental) del antiguo imperio soviético? Tienen razón los críticos de esta noción: fue un invento “occidental” sobre culturas que provocaban fascinación y repulsión a la vez; o que servía, como sucede con los chivos expiatorios o con los dobles siniestros, para que el propio “occidente” se definiera y reconociera a sí mismo.
Hoy el término occidente se nos descompone en la palabra y en la escritura. No es un término unívoco, pues alude a realidades cada vez más dispares, diferenciadas y hasta enfrentadas. Ni siquiera por analogía podemos usar el término, ya que no hay parámetro alguno que nos lo imponga. Desde el punto de vista de la formación socioeconómica dominante (capitalismo tardío quizás) se deshace un concepto que descubre, como actores hegemónicos del mismo, a Europa y a Estados Unidos, desde luego, pero también a Japón, a Singapur, a Taiwán, y seguramente a sustanciosos ámbitos de la China litoral. Desde el punto de visto geopolítico sucede lo mismo, esta vez con el agravante de que el binomio perfecto del vocablo, Estados Unidos y Europa, va revelando, a medida que pasa el tiempo, su latente disconformidad; incluso una particular divergencia en asuntos importantes (sobre todo de política internacional).
La sensación de que Estados Unidos gira en torno a su propia órbita, envuelto en ese aislacionismo espléndido que sólo sabe romper, en buena lógica narcisista, con irrupciones (aéreas) de una agresividad sin límites, se impone cada vez de manera más evidente entre los europeos.
Hoy el middlewest mental domina en Estados Unidos, hasta el punto de mostrar tendencia de absorción de enclaves que servían de puente (California, Nueva Inglaterra). Leer prensa americana, escuchar sus televisiones, hablar con colegas y conocidos de ese país que hasta anteayer nos podía resultar próximo se convierte, salvo contadas excepciones, y con creciente intensidad, en una comprobación de la lejanía que se ha impuesto entre ambas sociedades.
El Atlántico se ha ido ensanchando cada vez más por esa zona del norte. Europa nos puede proporcionar sustos políticos, como recientemente Francia; pero Estados Unidos provoca agresiones reales, comprobables (directas o inducidas). No se trata ya del vago antiamericanismo que flotaba hace unos años en ciertos sectores de las derechas y las izquierdas (siempre extremas). Se trata de algo peor y más grave, o más irreversible: de un auténtico divorcio; y lo que es más sorprendente: de un progresivo desinterés. Un desinterés cultural, que llega a derivar incluso en multitud de productos que de allí provienen.
Estados Unidos en Europa empieza a cansar; a hastiar; sus formas culturales; la exhibición de sus propias costumbres, incluso de las más respetables. Y sobre todo harta a unos y a otros una mórbida autocomplacencia en las propias maravillas que sus voceros no parecen tener freno alguno en declarar (“somos la mejor democracia del planeta”, recordaba recientemente uno de sus representantes oficiales en España).
Podría decirse que compartimos la misma cultura, o que existen unas raíces comunes, sobre todo religiosas, que revelan nuestra participación en un mismo entorno de civilización. Es verdad que el inglés es lengua de origen europeo, lo mismo que el español (por referirme a las lenguas más habladas en ese continente americano). También es verdad que pueden hallarse múltiples referencias comunes en literatura, arte, cine, teatro, música. Pero este fenómeno es común a todo el globo (y debe situarse dentro de la expresión “globalización”, que bajo ningún concepto puede creerse equivalente a “occidentalización”). Los orígenes de las cosas importan; pero sobre todo son relevantes sus distribuciones y usos; y hoy ya no puede hablarse sin más de la técnica, de la lengua inglesa o del cine como realidades “occidentales”. Nuevamente perpetuamos con este término un equívoco que encubre un errado juicio de valor (que sin embargo es conveniente para ciertos usos ideológicos y políticos).
En terminología añeja podría decirse que Occidente es una palabra ideológica; responde a una “falsa conciencia” que usa la vaguedad de significaciones del término para servir de coartada a ciertos intereses de la sociedad dominante o hegemónica. Es muy útil hablar de supremacía de la cultura o de la sociedad “occidental”, o sugerir formas sinónimas entre “democracia” y “occidente”.
También podría decirse que Estados Unidos y Europa poseen la misma raíz cultural en un terreno particularmente sensible: el religioso. Ambas son sociedades cristianas, o mayoritariamente cristianas. O en las que el cristianismo ha permitido que cristalizase una cultura propia y específica, en Europa desde el año mil (quizás con el antecedente carolingio); y en Estados Unidos desde la colonización inglesa y la “gesta” de los pioneros.
Algunos analistas como Samuel Huntington, hablan de la “civilización occidental” con el fin de diferenciarla de otras (todas ellas marcadas, para este autor, por su raíz religiosa). Habla Huntington de la civilización islámica,  india, china, ruso-ortodoxa y occidental. En su libro ésta última es, en la práctica, sinónima de la norteamericana (siendo la europea, en su concepción particularmente etnocéntrica, un apéndice de aquélla). Huntington se las ve y se las desea para encajar en su lecho de Procusto (que eso es su defectuoso patrón de diferenciación) a las sociedades y culturas latinoamericanas, que ni se ajustan a su concepto de “civilización occidental” ni le inspiran una formación propia y autónoma. El libro de Huntington es revelador de una de las peculiaridades más sorprendentes de una mentalidad, de la cual da buena cuenta un estilo político determinado: el que impera sin discusión en el planeta americano.
Se trata de una autocomplacencia sin límites en la propia excelencia aislada. Lo importante es mostrar al mundo la propia supremacía, sin confrontación alguna con la alteridad (pues nadie podría disputarla). Y en seguir en todas las cosas la lógica del “sagrado egoísmo” que rige en el propio estado-nación, cuya peculiaridad y rasgo de supremacía moral estriba en su carácter multiétnico, integrador. Hablo de estado-nación; no de imperio.
Estamos en un mundo que requiere a gritos soluciones imperiales, ya que los problemas que nos acechan e instigan son globales, ecuménicos, universales. Pero un Imperio no puede existir sin el ejercicio de una auctoritas que legitima el monopolio de la potestas. Un imperio siempre generará, en su ejercicio, descontentos marginales; pero no es tal si provoca agrios resentimientos casi universales. Un imperio no es aquél que ejerce presión e influencia en las sociedades que domina; es aquél que además de vencer, en la acción bélica y en la vida material, también convence. O que atiende también al núcleo, existente en todo ser humano, en que sus necesidades materiales conectan con sus formas de creencia, de auto-respecto o de sentido de la propia dignidad.
La sociedad americana, que ha exportado con éxito formas materiales de vida que invaden todos los países y naciones, no ha sido capaz de generar consensos ni sentimientos de aceptaciones en su errático deambular político por el globo, en sus inicuas filias y fobias, o en su incomprensión radical de muchos de los fenómenos políticos, religiosos o ideológicos que forman parte del paisaje de nuestro mundo actual. A Estados Unidos le sobra potestas; pero le falta auctoritas. No es de hecho, ni parece querer serlo, lo que podría ser: un verdadero imperio. Le falta voluntad política y auto-convencimiento para ello.
Pero vuelvo a la falacia occidental, ya que de eso se trata: de un término falaz para reunir realidades que se irán dando progresivamente la espalda: Estados Unidos y Europa. Podría decirse también: occidente es, quizás, un eufemismo; lo que se quiere significar con ese término es una cultura o civilización: la cristiana. Occidente y cristianismo serían, así, casi términos sinónimos (si no fuese porque existe un cristianismo ortodoxo, y otros cristianismos muy vivos en el próximo oriente).
Ni siquiera desde este punto de vista puede aceptarse el carácter unívoco o análogo del término Occidente. El cristianismo europeo y el que subyace a muchas de las manifestaciones religiosas norteamericanas es radicalmente diferente. E importa subrayarlo, ya que este aspecto de la cuestión es particularmente revelador. En él conviene demorarse.
Las raíces cristianas de la sociedad y cultura norteamericana son múltiples; pero en gran medida se caracterizan por una exacerbada tendencia vetero-testamentaria. Procede ese cristianismo de minorías expulsadas de sus países de origen de tendencia calvinista radical; en ellas parece que el cristianismo retrocediera a sus raíces del Viejo Testamento, o que, frente al mensaje del Nuevo (evangelios, epístolas de Pablo, etc.), se regresase al Pentateuco y a los libros históricos.
En ese cristianismo popular norteamericano la idea de Pueblo Elegido es predominante. Y con ella la familiaridad entre el Antiguo Testamento y la experiencia que vivieron en su día los pioneros y colonizadores de un inmenso territorio por descubrir y habitar, en el que fueron creando sus propios asentamientos, en lucha con los habitantes aborígenes del lugar (hasta culminar la epopeya en la práctica extinción de éstos). Esta conciencia de Pueblo Elegido, y de Tierra de Promisión, se halla en la raíz de las más arraigadas creencias del pueblo americano. Forma parte de su paideía. En cierto calvinismo extremo, a diferencia del reformismo luterano y del catolicismo, parece que se retroceda del Nuevo Testamento al Viejo.
La figura de Jesús de Nazaret marca la diferencia; también las epístolas de Pablo. El ecumenismo del mensaje contrasta con la focalización de todos los asuntos en el Pueblo Elegido, o en un mesianismo en el cual al final siempre es ese Pueblo Elegido el que, en el banquete del último día, juzga y discrimina las naciones. Y la prueba de la elección viene dada por la pertenencia a una comunidad que, en lucha con las poblaciones preexistentes, provenientes de un orden natural, corrompido radicalmente por la Caída originaria del primer hombre, pueden ser siempre objeto de exterminio y de persecución (actual o escatológica) por parte de la única Nación predilecta a los ojos del Dios Único.
En ese calvinismo radical esa corrupción de la naturaleza primigenia que se comprueba en todos los “gentiles” deriva de un decreto originario, de naturaleza inexorable, en el cual, ya con la creación, y con los eventos siguientes (pecado original, redención), se destaca la diferencia abismal entre los elegidos de Dios y los pueblos sometidos a reprobación.
Esta convicción se transfiere, secularizándose sólo de modo aparente, a la doctrina del “destino manifiesto”, y de la Gran Nación (integradora de puertas adentro, extremadamente excluyente de puertas a fuera), predilecta entre todas por Dios, y llamada a ejercer su poderío sobre todas las demás naciones de la tierra.
En los ámbitos europeos, católicos, luteranos, anglicanos, se advierte en cambio la inclinación hacia una lectura del texto bíblico en dirección a las premisas del Nuevo Testamento. Lutero tradujo la Biblia entera, pero su texto de identificación fue sobre todo la epístola a los Romanos de Pablo. Su concepto relativo a la corrupción del pecado original (y el carácter cuestionable del libre albedrío) no condujo en ningún caso a una regresión tan ostentosa hacia la geografía religiosa y mental del Pentateuco, o de las crónicas de la monarquía davídica.
Lo cual explica (mucho mejor que referencias a lobbies, que por supuesto existen) las sintonías espontáneas que se producen en el imaginario de ese país con realidades políticas que siempre se entienden del mismo modo; y que son especialmente sangrantes en el Oriente Próximo. Podría ser conveniente para la clarificación mental y moral del mundo en el que vivimos, que ciertos estados aliados se convirtiesen en una estrella más dentro de la unión de estados federados que compone la Nación. En la cual importa más destacar con el máximo de potestas su carácter de Pueblo Elegido, aun a costa de arruinar un proyecto de auctoritas imperial, que en el aspecto religioso requiere, lo mismo que en el cultural y el político, un cambio de escenario mental; quizás el que se advierte nada más transitar de los últimos profetas menores a los textos evangélicos, o a las epístolas paulinas.
EUGENIO TRIAS
Diario El Mundo
.

http://eugeniotrias.com/

terça-feira, 14 de janeiro de 2014

“El pase desmiente la novela familiar del neurótico” - Antoni Vicens

http://www.telam.com.ar/notas/201401/48016-el-pase-desmiente-la-novela-familiar-del-neurotico.html


----En Lenta, precipitadamente. Una experiencia psicoanalítica, el psicoanalista y docente español Antoni Vicens recapitula o recrea el pase, testimonio de su propio análisis cuya lógica y procedimiento teorizó Jacques Lacan para quebrar esa experiencia en el punto que podía convertirse en infinita y dificultar su transmisión.

    ------------------------------------------------------------------------------------------

 El libro, publicado por la editorial de la Universidad General de San Martín (UNSAM) en la serie Tyché, es una muestra de cómo un analista puede hablar de los momentos clave de su experiencia del inconsciente, y del fin de la misma.

Vicens vive en Barcelona, es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). En la actualidad es presidente de la ELP y titular de Filosofía en la Universidad Autónoma de Barcelona.


Esta es la conversación que tuvo con Télam desde la ciudad donde reside.

 

T : ¿Cuál es la diferencia entre el testimonio del pase y la novela familiar del neurótico?
V : (Jacques) Lacan definió bien el pase, y la concreción de su procedimiento está en los distintos reglamentos. El resto lo van decidiendo los nuevos analistas de la Escuela tal como son nominados. El pase desmiente la novela familiar del neurótico. Si en ésta el neurótico se construye una familia que le sea más familiar que la propia, en el pase aparece lo unheimlich de aquella familia -del tipo que sea- en la que se constituyeron sus primeros objetos de deseo y de amor. La novela familiar implica un desacuerdo con la propia familia; en el pase se obtiene un así la quise: no hay Otro del Otro.

T : Hay momentos que el libro se lee como una novela. Pero nunca como una educación de las pasiones. ¿Cómo logró ese efecto?
V : Las pasiones no se educan; lo que uno aprende es a aceptarlas como guía de la existencia, de la creación, del circuito de los dones.
T : ¿Qué diferencia estructural hay entre el pase y una suerte de revelación mística?
V : La revelación mística comporta una declaración de lo inefable y de lo infinito. El pase se hace con explicaciones. Aun sabiendo que nunca se llega al final, el testimonio del pase se hace dentro de los límites de la existencia como finita. Es lo que Lacan denominó en los primeros tiempos de su enseñanza como la subjetivación de la propia muerte. Aunque sí tienen en común algún tipo de amor en la ausencia del Otro.

T : La pregunta anterior la relaciono con algunas páginas de Carlos Castaneda o de René Daumal. Por momentos pareciera el discurso de alguien lastrado de las escorias del yo de las que hablaban uno y otro.
V : No conozco lo suficiente esas referencias que cita para poder responderle.

T : ¿Cuánto tiempo de análisis es necesario antes de pedir el pase? Como estas cosas no se cuentan cronológicamente, supongo que es una pregunta conjetural. Pero usted dirá.
V : Los pasantes suelen decir que el análisis mismo les llevó al momento de dar testimonio, y que era ese momento y no otro.

T : Quien haya hecho el pase, ¿se transformará necesariamente en psicoanalista?
V : No conozco ningún caso en que no haya sido así. Y sucede a menudo que el pasante es alguien que tiene ya una experiencia como psicoanalista. El objetivo fundamental del pase es obtener un saber sobre el paso de psicoanalizante a psicoanalista. Del saber que obtengamos sobre ese paso depende el porvenir del psicoanálisis. 

 


 

domingo, 5 de janeiro de 2014

Del “Album Blanco” al papa Francisco

CULTURA › ENTREVISTA DE MIGUEL REP AL PSICOANALISTA JORGE ALEMAN

Del “Album Blanco” al papa Francisco

Prestigioso exponente de la izquierda lacaniana y consejero cultural de la embajada argentina en España desde 2004, Alemán analiza la racionalidad del neoliberalismo en sintonía con los “modos de producción de la subjetividad”.

–¿En qué mundo vivimos? Estoy pensando en algo que nos gusta mucho a ambos, y que es el Album Blanco de Los Beatles, donde creo que ellos llegaron a sumar todos los colores, como en el disco de Newton, y de la psicodelia salió el blanco como prisma y posibilidad abierta a todas las tensiones sonoras del rock. Ante tanto bullicio, ¿llegaremos a esa suma, o la resta, de todos los colores?
–Partiendo de lo más obvio, vivimos en el mundo del capitalismo bajo su forma ilimitada, donde se revela por fin su verdadera potencia de disolución de lo “sólido en el aire”, y en donde no se puede, al menos a priori, pensar de qué modo podría realizarse la salida de su tiempo histórico. Esto, por otra parte, hace que la descripción del capitalismo en su estado actual no sea nada obvia. Su interrupción se piensa, de un modo apocalíptico, como si incluso el apocalipsis ya hubiera ocurrido en la Shoá y sus modos de crueldad derivados, y ahora el mundo se hubiera agotado, con el desvanecimiento de distintas figuras históricas y sus encrucijadas: “El revolucionario que hace posible el retorno de la verdad, el escritor que marca con su estilo la lengua, el pensador que se abre a otro acontecimiento del ser”. Como muestra de esta atmósfera apocalíptica véase la epidemia zombie-vampírica que adorna las pantallas en distintas secuencias fílmicas del fin del mundo. En este aspecto, el “anticapitalismo” dispone de buenos argumentos teóricos, éticos y políticos, pero esa postura, especialmente en los intelectuales europeos, deja sin resolver qué precio se estaría dispuesto a pagar en el caso de lograr el derrumbe de la máquina capitalista. Tampoco se esclarece si se ha imaginado otra cosa que el histórico vaivén entre el terror y la virtud en el proceso revolucionario. A algunos posmarxistas de esos intelectuales no les incomoda jugar de nuevo con la palabra terror, que lógicamente nosotros, por lo que concierne a nuestro legado, no la podemos tomar ni siquiera en su sentido irónico.
–Si es un apocalipsis, quizá se presente bajo la forma de un orden.
–Sí, también vivimos en el mundo del orden e incluso de la racionalidad del neoliberalismo que se impone a partir de un conjunto de dispositivos que podríamos considerar como modos de producción de la subjetividad. Esos procedimientos dominantes de la subjetivación de la vida: la vida vista como una empresa que se debe gestionar y ser juzgada en sus rendimientos, como una gestión de recursos del cuerpo, la salud, el cerebro, etcétera, que de un modo regular necesita de la asistencia del manual de autoayuda, el coach, el personal trainer, el monitor espiritual, etcétera. Pero este “emprendedor de sí mismo” contiene su reverso implícito: el deudor confrontado de un modo inédito a un acreedor que lo somete a una deuda impagable, que además de un modo subrepticio fue obligado a contraer. Es sorprendente al respecto, observar a las naciones enteras capturadas en ese movimiento que Freud llamaría “superyoico”. Las autoridades neoliberales le recuerdan a la población que han dilapidado mal sus recursos, que participaron de una fiesta y un despilfarro y que ahora ha llegado el tiempo del sacrificio, el recorte, el pago incluso con vidas, el ajuste, para evitar que el acreedor aun se vuelva más furioso y voraz y continúe demandando sacrificios insostenibles. Pero resulta que, una vez hecho el sacrificio, el acreedor, se llame eventualmente troika, FMI, Banco Central Europeo, exige más y más renuncia, porque no es suficiente el ajuste y señala de este modo que no puede ni debe haber vida por fuera de la deuda. Es lo que podríamos llamar el goce obsceno del acreedor.
–¿Y qué pasa si la política no dispone en el archivo de sus posibilidades de una respuesta a todo esto?
–Vivimos también en la época en la cual vuelve a retornar, con distintas variaciones, aquella fórmula presente en Heidegger: “Sólo un Dios puede salvarnos”. Más allá de sus constantes en la explotación de la fuerza de trabajo bajo la forma de mercancía, también es difícil saber de qué Dios se habla en esa fórmula, si aún es el que pertenece a las religiones del libro o se está promoviendo desde un nuevo lugar, lo que podríamos designar como un “significante nuevo”. Lo cierto es que antes las creencias religiosas flotaban en el orden público y era el sujeto en su intimidad el que eventualmente se permitía ponerlas en duda, ahora puede pasar que todo el mundo se presente como “agnóstico, liberal, pragmático, etcétera...” y luego es en su foro interno donde se interroga por el sentido de la vida, que según Freud es el principio mismo de la neurosis en su equivalencia con la religión. También este puede ser el motivo por el cual Lacan profetizó: la religión vencerá.
–Antes se decía “religión o ciencia”, pero ahora, ¿podemos decir religión o política?
–Sí, también vivimos en la época en donde reflotan, desde los más profundos pliegos de la historia, la idea de emancipación y de comunismo. Si bien ahora ya intentándolas separar de su metafísica progresista e ilustradas y reformuladas desde otra perspectiva. Esa otra perspectiva, según mi punto de vista, es la del sujeto en su singularidad más incomparable e irreductible. Una vez hecho el duelo por el sujeto histórico que iba a llevar la historia a su final, retorna el sujeto transindividual en toda su problematicidad. Ya no se puede, una vez hecho el duelo por el proletariado industrial como “clase para sí”, pensar en una voluntad colectiva que no tenga en cuenta el “fantasma” como un término más apropiado que el de “ideología”, el sujeto como un término más preciso que individuo, el común como un término distinto del de población, sociedad, o psicología de las masas. El deseo, como una voluntad distinta de la de la conciencia autorreflexiva. En suma, estos serían algunos términos que emergen en las “conjeturas de una izquierda lacaniana en el debate posmoderno”.
–Empecé recordando el disco blanco de Los Beatles, y como vengo de Roma hago un pase caleidoscópico al blanco del Papa. He visto en Roma a la propia izquierda sorprendida por esto.
–Es el propio tren del capitalismo el que se lleva todo por delante y entonces, más que nunca, se vuelve urgente discutir qué merece ser conservado, qué sería importante que no se desvanezca en el aire. En Europa, las corporaciones han vaciado de sentido, al menos momentáneamente, aquellas decisiones políticas que no van en la dirección de sus intereses. A esto los sociólogos lo llaman “desafección hacia la clase política”. Queda por verse qué articulan, como discurso, los nuevos movimientos sociales que se despliegan por fuera de las lógicas “representativas” de los partidos políticos. Francisco, que ya no es Bergoglio porque la función ahora lo determina, emerge en este horizonte. Tengo la curiosidad personal de saber si él ha leído Imperio de Hardt y Negri, texto problemático a mi juicio, y que al fin y al cabo fue un best- seller. Allí en un debate con San Agustín, Negri y Hardt proponen a Francisco de Asís como el verdadero antecedente del sujeto político de la multitud. Francisco, con su entusiasmo juvenil y su ascetismo radical fue para Hardt y Negri aquel que atravesó la barrera que impide que lo común emerja como colectivo político transformador. No sé si el papa Francisco tuvo en cuenta esta interpretación presente en Imperio. Es demasiado temprano para comprobar si puede “cristianizar” el catolicismo y arrancarlo como él dice de su autoclausura narcisista. Por lo pronto, él ha vaciado, o esto parece intentar, el carácter superyoico del discurso de sus predecesores. El invoca a los “culpables” a que se reúnan de nuevo en el perdón de un Dios que quiere amigos. Hablé de esto con Vattimo en una cena en Madrid, al fin y al cabo fue él el que en su ecuación personal de cristianismo y homosexualidad, pasó del “pensamiento débil” al “pensamiento de los débiles”. Este “semblante” de un padre que no aprieta con la tenaza ahora se presenta bajo el modo de una nueva retórica, casi inédita en la historia discursiva del papado. ¿Pero quién podría afirmar que esto tendrá un alcance real en la transformación política del Vaticano, de Europa y finalmente del mundo? A su vez, no deja de sorprender cómo los pensadores laicos y marxistas, que exigen una transformación radical y comunista, se ven en algunos momentos en el curso de sus reflexiones atravesados por los temas que pertenecían a la tradición teológica. Si esto es un nuevo paso hacia un materialismo “menos tonto” y por lo tanto de mayor alcance subversivo, o es el resultado lógico por la impotencia desesperada que surge de la imposibilidad de transformar el capitalismo aún, queda por verificar. La servidumbre actual de las clases, estamentos, segmentos sociales hacia los objetos de la técnica hacen surgir inevitablemente una pregunta de difícil respuesta: ¿en qué condiciones estaría “permitido” no gozar de la pulsión de muerte que propone el discurso capitalista en su movimiento circular ilimitado? Afrontando las diversas derivas de este interrogante tal vez se pueda echar luz sobre una experiencia política que no consolide el fantasma con el que cada uno sostiene, sin saberlo, aquello que ya no tiene medida y que ni siquiera puede ser encauzado por las mismas fuerzas que desencadenaron esa ausencia de límite.
 http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-30992-2014-01-05.html

quinta-feira, 2 de janeiro de 2014

La sociedad en movimiento

concentración del movimiento 15M en la Plaza de la Encarnación, Sevilla. Foto Flick: Ale Arillo
concentración del movimiento 15M en la Plaza de la Encarnación, Sevilla. Foto Flick: Ale Arillo
Me gustaría despedir el año haciendo una reflexión personal. Un año en el que #LaMafia ha contraatacado, tras el terremoto popular de las plazas y las redes, y nos ha dejado la cara colorada a base de B.O.E.fetones.
Y es que este 2013 ha estado especialmente caracterizado por atropellos en forma de leyes y decretos, de indultos, de multas o de tarifazos. Y no sé si es mi sola impresión, pero percibo cierto agotamiento en “la resistencia”. Lógico, por otra parte, porque resistir cansa. Mucho.
¿Qué ha pasado para que concentraciones como la de la foto se vean ya con nostalgia? ¿Por qué es cada vez más difícil movilizar a la gente? Son necesarias más preguntas para poder responder a estas cuestiones.
¿Qué teclas se tocaron para que se movilizasen? ¿Qué sensación queda de lo que se ha hecho o conseguido? ¿Por qué se movilizaban? ¿Cuáles son los costes de esa movilización y cuáles los factores que erosionan una posición activa, activista, sostenida? Lamentablemente, aquí no funciona el 2+2=4.La relación entre el maltrato al que nos someten desde el Poder y la reacción en contra no es una regla de tres directa. Ojalá pudiera serlo…
Hace no mucho, Mayo Fuster publicaba en eldiario.es un interesante artículo que trataba sobre la Ley de Potencias. En él se intentaba dar sentido a esa máxima que indica que sólo un 10% de las personas integrantes de una red son las que se movilizan. Pero quizás es más apropiado, para analizar lo que sucedió en 2011, para responder a tantas preguntas, retrotraerse un paso antes, cuando la red no está aún formada, cuando se encuentra en plena construcción.
En este sentido, mi memoria, alterada por el paso del tiempo o no, me lleva a los primeros meses de vida de Democracia Real Ya. Y paseando desde ese Febrero de 2011, a través de estos casi 3 años, hay un concepto que considero central en el éxito de lo que fue y en lo que pueda estar por llegar: el desbordamiento.
DRY fue un sujeto colectivo consciente y continuamente desbordado en sus inicios. Cierto es que se daban las condiciones de una oportunidad política para lanzar un órdago así. No cabe duda de que movimientos y agentes políticos y sociales ya instituidos arrastraban un inmovilismo, o una trayectoria errática, que dejaba espacio para una nueva experiencia. Pero fueron las características propias de DRY las que propiciaron que, en apenas tres meses de preparación, se creasen más de 60 nodos locales, una red estatal con lazos en otros países, un manifiesto y unas reivindicaciones comunes, espacios de encuentro y grupos de trabajo, online y offline,  y que todo se condensase en una jornada de manifestaciones masivas, que pilló por sorpresa a propios y extraños, a medios, a partidos o a la policía.
Como decía, DRY vivía en continuo desbordamiento. Eso se debía a quecualquier persona que se reconociese en el manifiesto, en los objetivos o en la propia idea de una Democracia Real, pudiera ser parte, pudiera ser él o ella, pudiera tomar todo lo que ya estaba elaborado, reelaborarlo y devolverlo al común, impregnado de su propia aportación. Eso pasó, por ejemplo, con todos los virales que se lanzaron antes del 15 de Mayo. La mayoría, eran realizados por personas que quizás no pertenecían a un nodo local, o que no estaban en el grupo de coordinación. Gente que, simplemente, quería poner su granito de arena. Imagínense si nos hubiéramos puesto nerviosos porque había personas “utilizando nuestra marca” sin nuestro permiso, sin nuestro control. Pues sí que nos poníamos nerviosos, a veces, al no poder contrastar de dónde venían o quiénes eran los que habían creado tal o cual perfil en FB o Twitter… hasta que comprendimos que ese desbordamiento, ese ser sin ser de nadie, era la clave del éxito.
Cuando parecía que habíamos llegado a nuestro tope, ese 15 de Mayo, pasó lo que nadie esperaba (o sí, pero pocos…), otro desbordamiento: plazas abarrotadas de gente, de comunes y corrientes. ¿Eran DRY? ¿no eran DRY? ¿Qué y quiénes eran? Estas preguntas, por las experiencias que me han llegado y por la propia que viví, se dieron en muchas acampadas, hasta que se empezó a interiorizar este nuevo desbordamiento, aparejado a una nueva identidad, libre y colectiva, el sujeto 15M. Los desbordamientos propician algo muy interesante: permiten que sea real, aún por un periodo de tiempo no muy extenso, que no existan líderes, que no se reifiquen las experiencias, que no se burocraticen las dinámicas, que no se desarrollen sentimientos de propiedad hacia la cosa, ni de la cosa hacia uno mismo. Pero si esa cadena de desbordamientos se detiene, inevitablemente acabamos por instituir la cosa, por dotarla de una identidad, de unos símbolos, de un lenguaje…, que van más allá de los propios objetivos, del “meme” designificado, con esa propiedad de poder ser aprehendido, modificado y devuelto al común por cualquiera.
Hay puntos fuertes en ese proceso, por supuesto. La especialización, encontrar a las personas con las que mejor trabajas en lo que mejor trabajas, organización, perfeccionamiento de las metodologías, etc. La cuestión es si, aparejado a este proceso de institución, no va también un proceso paralelo de marginalización (en el sentido de poner márgenes, de acotar, de seleccionar a una parte del todo) y de profesionalización. A su vez, esta marginalización y profesionalización llevan a que unas personas -o grupos- asuman más tareas, se hagan reconocidas o reconocibles, delegándose en ellas la iniciativa y el peso de las mismas. Nos lleva, al final, a una suerte de representación por delegación. Se ha construido la red, sí, y ahora empieza a funcionar la Ley de Potencias.
Pero sucede otra cosa perniciosa, perjudicial. Al tratarse de activismo, de una actividad política por definición no remunerada (y esto no es un alegato para que se remunere, sino una constatación de la realidad), es insostenible a la larga. Además, la profesionalización, las largas horas dedicadas a-y-en un grupo más o menos homogéneo, favorecen un distanciamiento del resto de la sociedad. En el activismo nos “contaminamos” de nosotr@s mism@s y transferimos esa contaminación, aún sin quererlo, al sujeto o experiencia colectiva.
Como pueden ver, este proceso es completamente el opuesto a lo que sucede cuando existe y se promueve el desbordamiento, ya que, cuanta más gente se decida a participar, menos riesgo hay de anquilosamiento. Se combate o se compensa la subjetivación con-y-por lamultisubjetividad.
Llegados a este punto, como persona a la que le preocupa el mañana, me pregunto en el hoy cómo se pueden relanzar experiencias, en el campo que sea, donde se puedan producir nuevas oleadas de desbordamientos y, no menos importante, cómo poder mantenerlos en el tiempo, sin que nuestra propia inercia de prácticas políticas y culturales nos lleven a marginalizarlas. Lo que pretendo, en el fondo, con estas reflexiones, es que se desborden las respuestas.
Feliz y combativo año nuevo,
http://senti2comunes.wordpress.com/2013/12/30/la-sociedad-en-movimiento/?blogsub=confirming#subscribe-blog

Ese "milagro" llamado lenguaje Rosario/12 habló con este especialista sobre las neurociencias que aún sueñan "con la idea de que mapeando el cerebro y sus conexiones neuronales llegaremos a encontrar las huellas de este virus que es el lenguaje".

ENTREVISTA CON EL PSICOANALISTA CATALAN MIQUEL BASSOLS I PUIG.

Ese "milagro" llamado lenguaje

Rosario/12 habló con este especialista sobre las neurociencias que aún sueñan "con la idea de que mapeando el cerebro y sus conexiones neuronales llegaremos a encontrar las huellas de este virus que es el lenguaje".
 Por José Manuel Ramírez*
Rosario/12 pudo entrevistar a quien será el próximo Presidente de la Asociación Mundial de Psicoanálisis; el psicoanalista barcelonés Miquel Bassols i Puig. La entrevista fue posible en el marco del VI ENAPOL, Encuentro Americano de Psicoanalistas de Orientación Lacaniana. De manera que las preguntas y respuestas que siguen son producto de ese Encuentro y de la imprescindible gestión que generó Ricardo Seldes, presidente del mismo de este prestigioso encuentro.
-Cuál es la diferencia del cuerpo para el psicoanálisis y el cuerpo para la ciencia? -preguntó este diario a Bassols i Puig.
-Partamos de la diferencia entre organismo y cuerpo. Para llegar a tener un cuerpo es necesario cierto recorrido, más bien complejo, que pasa por el vínculo con los otros, que supone la construcción de una imagen real de ese cuerpo para el ser que habla, una construcción que Lacan investigó ya con su famoso "estadio del espejo" como formador de la función del Yo. No nacemos con un cuerpo, nacemos con un organismo, y debemos pasar por ciertos circuitos de lenguaje, circuitos enteramente simbólicos distintos del orden puramente biológico, para llegar a hacernos con ese cuerpo. Y, en efecto, "nos hacemos" con el cuerpo del mismo modo que podemos afirmar que hablamos con el cuerpo. Llegar a tener un cuerpo supone un vínculo con el lenguaje a partir del cual este cuerpo será experimentado de una u otra forma. De modo que, como afirmará Lacan, no somos un cuerpo sino que sólo llegamos a tenerlo gracias a ciertas operaciones simbólicas fundamentales que el psicoanálisis estudia en la clínica. Por ejemplo, podemos verificar que en ciertos sujetos diagnosticados de autismo este cuerpo no se construye de una manera evidente, que la relación con los agujeros y los límites del cuerpo siguen una lógica muy singular, diferente a la que mantienen otro sujetos. Basta ver la angustia del niño que rodea de manera repetida y frenética el borde de un agujero como si pudiera ser tragado por él, como si ese agujero estuviera en continuidad con los agujeros de su propio cuerpo sin poder distinguirlos de él. En este tipo de operaciones podemos verificar qué supone experimentar el cuerpo como un conjunto desordenado de agujeros, sin poder disponer de una imagen corporal unificada. De modo que el cuerpo es una construcción simbólica e imaginaria a partir de un organismo que, en sí mismo, no dispone de ninguna función subjetiva. La ciencia trata generalmente con organismos, seres que califica de vivos aún sin tener nada claro todavía qué es la vida como tal, qué es lo que especifica a un ser como vivo. La pregunta fue ya planteada por Erwin Schrödinger en su famoso texto "Qué es la vida?" y está todavía por responder. Pues bien, aún es más enigmática para la ciencia la pregunta "Qué es un ser que habla?". Y sólo un ser que habla llega a tener propiamente un cuerpo. Es este ser que habla con un cuerpo el que trata el psicoanálisis.
-Es sabido que para la ciencia de nuestro tiempo los cuerpos dicen, hablan por sí mismos, significan cosas con un saber ya escrito en ellos, ya sea en un gen o en una neurona. -Qué del sujeto para la ciencia entonces?
-Es cierto, la ciencia también se confronta a su manera con este "misterio del cuerpo que habla", como lo llamaba Jacques Lacan. De hecho, tanto la Física como las Neurociencias de nuestro tiempo se dan de cabeza por distintos caminos con este real imposible de resolver. La Física divulgada por un Stephen Hawking termina por aceptar que en el fundamento del universo en el que vivimos se encuentra el "milagro", literalmente, del lenguaje. De dónde viene este aparato infernal del lenguaje que sirve tanto para hacer frente a lo real como para dejarse aniquilar por él? Las Neurociencias sueñan todavía con la idea de que topografiando el cerebro y mapeando todas su zonas y conexiones neuronales llegaremos a encontrar las huellas de este virus que es el lenguaje, un virus que modifica al cuerpo hasta límites insospechados. La moda es sólo un juego de niños al lado de lo que hoy nos promete la ciencia para modificar este cuerpo. Sin embargo, la localización del lenguaje en el sistema nervioso -ya sea en el cerebro como en sus conexiones con el resto del organismo-, se resiste de manera especial. La búsqueda sigue, inútilmente porque se busca en el mal lugar con la excusa de que ahí hay más luz, como el personaje de aquel cuento que había perdido su llave y la buscaba debajo del farol con este argumento. Finalmente, lo mejor que se puede decir desde esta perspectiva -es, por ejemplo, lo que dijeron hace una década neurocientíficos como G. Edelman y G. Tononi-, es que el lenguaje viene del lugar del Otro, que no hay nada en la naturaleza y evolución del sistema nervioso que pueda asegurar su presencia, y que este lenguaje nos convierte a cada uno en una "muestra comparable a nada", en seres absolutamente distintos unos de los otros. Es muy sugerente, es una idea que nos conduce a lo más genuino de la concepción que el psicoanálisis tiene del síntoma, incluso del síntoma al final de un análisis, una muestra singular que no es comparable a nada, a ningún otro síntoma. Por otra parte, la ciencia encuentra un saber ya escrito en lo real, en lo real del gen o de la neurona por ejemplo, como si alguien lo hubiera escrito ya allí. El problema es que a veces en nombre de este saber que se supone ya escrito en lo real se deja de escuchar al sujeto responsable de sus actos, al sujeto del síntoma. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando se hace de la genética la causa de fenómenos que tocan el sentido singular de la vida y de la elección del sujeto, como es su elección sexual. Lacan sostenía que cuanto más la ciencia avanzaba, más lo real enmudecía y más se hacía escuchar correlativamente en los nuevos síntomas de nuestra época. Ahí está el retorno del sujeto excluido por la ciencia. El psicoanálisis es el que se hace destinatario del mensaje de este sujeto enmudecido que habla en el síntoma. Con todo, es interesante rastrear en el interior de la propia ciencia las huellas de este sujeto excluido por su operación. De nuevo alguien como Erwin Schrödinger puede ser muy ilustrativo de este retorno del sujeto en el interior del propio campo de la ciencia.
*Psicoanalista. Editor Psicología Rosario/12.josemanuelramirez@eldigital.com.ar