Acaba de tener lugar, del 5 al 9 de mayo en Filadelfia, el Forum más
concurrido sobre los debates en marcha en la clínica, con un nombre bien
elegido. Se trata del 165º Congreso de la Asociación Americana de
Psiquiatría. El título y la consigna del congreso eran: integración. Cómo integrar
los cuidados psiquiátricos entre el generalista y el hospital en sentido
amplio, en un sistema que conoce las dificultades de poner en relación la
gestión privada de públicos diferenciados en las diferentes Health Maintenance
Organisations, no integradas en un sistema de salud unificado. El sistema
conoce también el exceso de prescripciones de psicotrópicos por los
generalistas o la dificultad de integrar la psiquiatría civil y la militar en
el tratamiento de los veteranos y sus síndromes post-traumáticos.
Un Congreso así representa 10.000 participantes, con
profusión de todo: sesiones plenarias, talleres, mesas redondas, cursos,
simposiums en el Congreso, invitados insignes, key-note speakers,miles
de posters. Empezó por una conversación entre Aaron
Beck profesor emérito de psiquiatría en Pensilvania y Glen
O. Gabbard profesor de psiquiatría en el estado de Nueva York y en
Texas, sobre los puntos de convergencia y de divergencia entre psicoterapias
cognitivistas y psicodinámica. Precisemos: nada de slides, nada
de texto, simplemente se habla, lujo supremo.
El programa tiene192 páginas, sin contar las que desgranan los
cientos de posters. Comienza con 30 páginas de Disclosure Index,
donde aquellos ponentes que tienen acciones o compromisos diversos con
laboratorios farmacéuticos deben declararlos. También los ponentes que no
tienen nada que declarar, tienen que declararlo explicitamente. El programa
evoca todo aquello de lo que se habla en el campo de la psiquiatría. Es muy
difícil orientarse en ese laberinto democrático donde sin embargo elpecking
order jerárquico es muy estricto. En relación al
psicoanálisis, es fácil, no hay más que una exposición en el índice del
programa, titulada “Adolescencia y reorganización del desarrollo del niño: un
modelo neuropsicoanalítico”. Para el conjunto y el resto es útil remitirse
a los artículos especializados del New York Times y del Washington
Post que, firmados por Benedict Carey y N. C. Aizenman resumen lo
esencial.
Se ha hablado mucho en este Congreso de las consecuencias de la
reorganización del campo clínico bajo la influencia del DSM 5 que será
publicado en mayo de 2013, y de la importancia de esta reorganización sobre el
“cuidado integrado”. El amo por venir no cesa de polarizar el campo desde ahora
mismo. El comité de los 162 miembros encargado de finalizar el
documento ha hecho pública su decisión estratégica y altamente política de
renunciar a dos novedades que habían sido escandalosas.
Una era la nueva categoría de “riesgo de psicosis atenuada”. Se
trataba de poder identificar a los jóvenes en riesgo de desarrollar más tarde
una psicosis pesada por sufrir dalucinaciones ligeras o ideas delirantes. El
gran riesgo era que se encontraran fuertemente medicados, al precio de efectos
secundarios mal apreciados Las clasificaciones psiquiátricas no pueden darse el
lujo de admitir las “psicosis ordinarias” porque habría que medicarlas de
manera también ordinaria. También se ha renunciado al nuevo “trastorno
ansiodepresivo mixto”, que abría el camino para recetar antidepresivos al
conjunto de la población. No hay que creer que esas categorías son
abandonadas, porque fueron propuestas por el sector de los biopsiquiatras más
fundamentalistas. Se trata de aquellos que consideran que la patología es
probablemente un vasto continuo donde los recortes de la “clínica” no son más
que artificios retóricos infundados, y que más valdría distinguir grados de
intensidad. Esas categorías serán pues colocadas en una categoría ad-hoc,
la que aprendimos a conocer con la literatura de la HAS: “Trastornos que
necesitan investigaciones ulteriores”. Sin embargo, es un fracaso del
lobby de Big pharma. Allen J. Frances el
presidente del comité que había puesto a punto el DSM 4, ahora a la cabeza del
movimiento de oposición a las extensiones de los diagnósticos, se alegra de
esta retirada pero subraya que aún hay cierto número de categorías susceptibles
de provocar efectos perversos como el “trastorno neurocognitivo menor”, o la
demasiado fácil aceptación de “la adicción”. Declara a Auzenman “Las
implicaciones van más allá de todo lo que usted pueda imaginar... Añada un
nuevo síntoma y de repente decenas de millones de personas que hasta ahora no
tienen ningún diagnóstico se despiertan con él y serán bombardeadas con
publicidad por la televisión para proponerles medicamentos... En lugar de
controlar el problema, el DSM 5 abrirá los diques aún más”. El hecho de que
estemos obligados a añadir un párrafo donde se precisa que la tristeza y los
síntomas que acompañan una perdida significativa, tienen la apariencia de una
depresión, pero no lo son, casi no reconforta.
Hay un punto donde el Comité DSM 5 ha tomado una decisión de reducción
drástica, es sobre el autismo, proponiendo suprimir el “Síndrome de Asperger”
así como el “trastorno generalizado del desarrollo” no especificado de otra
forma. El alcance de esta decisión ha sido objeto de vivos debates. Un
estudio de Yale considera que el número de autistas disminuirá a la mitad,
mientras que otro estudio presentado durante el Congreso considera que no
cambiará gran cosa de las cifras actuales. Como el diagnóstico es esencial para
obtener el acceso a las prestaciones financiadas por los estados, el director
del Centro de Estudios sobre el Niño de la facultad de medicina de Yale desea
que la última hipótesis sea verdadera y que la situación permanezca estable,
pero se pregunta entonces por qué tocar nada. No obstante, uno de los miembros
del Comité DSM 5, del que ya relatamos algunas declaraciones en otra crónica,
(“Autismo, Epidemia o estado ordinario del sujeto”, en LC nº 194 del 10 de
abril) fue muy claro al respecto. Se trata de cambiar la definición
para “atajar la epidemia de autismo”. Se deduce pues que no será fácil y
dará lugar a reivindicaciones y debates ya previsibles.
Todo el Congreso de Psiquiatría ha estado pues atravesado por la tensión
entre extensión y contención. Los neurocientíficos, despreocupados de los
problemas clínicos y de todo con su objetivación de las variaciones
neurológicas que afectan a los sujetos autistas, se desentienden encantados de
los límites.
El artículo de Laurent Mottron publicado en el último número de «
Cerveau et Psycho » es ejemplar.“Todo lo que sabemos hoy del autismo nos
conduce a ver en él una organización cerebral diferente más bien que una
enfermedad” y que “Es probable que el “espectro autista” ... represente una
población considerable... un estudio coreano reciente demuestra que un individuo
puede responder a los criterios comportamentales del autismo tal como los
define la comunidad científica, siendo totalmente autónomo y sin que sus
iguales noten nada. Ese sería el caso de más del dos por ciento de la
población general, que se añade al uno por ciento para los que la diferencia es
evidente. ¿Son “autistas” esos individuos? Sí, si les definimos por un
comportamiento particular; no, si les definimos por una enfermedad”. Ya
estamos pues en un 3 por ciento, un niño de cada 30, es decir, con la
disimetría hombre/mujer, alrededor de un niño de cada 20. Esta “población
considerable”, en esta perspectiva, debe ser acogida con su diferencia y tener
acceso al saber según las vías que les son propias, de manera que se optimicen
los desempeños de sus miembros. Solo entonces sabremos qué es el autismo,
porque de momento “no sabemos como se comportarían los autistas si tuvieran
acceso, desde su nacimiento, a la información adecuada” La comunidad
autista es explícitamente comparada con la comunidad de esclavos de las
plantaciones. Los estudios cognitivos han concluido durante mucho tiempo la
supremacía de los pueblos occidentales, mientras que no se trataba más que de
los efectos de exclusión del saber. No se trata de adaptar la comunidad autista
a las maneras de vivir de la mayoría y de querer borrar la diferencia con
tratamientos comportamentales artificiales- En la tradición canadiense del
respeto a las comunidades, Mottron propone un neurocomunitarismo: “La
demanda de adaptarse a un mundo mayoritario, fundado en una lógica de la
mayoría, es una lógica guerrera, o electoralista. No debería concernir a las
diferencias neurobiológicas que existen en la familia humana”. Se trata de
encontrar el lugar apropiado para los miembros de esta comunidad. A Mottron
no le gusta el psicoanálisis en absoluto y nunca deja pasar una ocasión de
hacerlo saber, con una falta de matices digna de elogio. Sin embargo, la
objeción psicoanalítica a la comunidad de los sujetos reunidos bajo una misma
etiqueta debería interesarle. Lo que podemos decir de un sujeto de un tipo
no es de gran utilidad para otro. Lo que se trata de apuntar no es la
comunidad, es la particularidad. Esto es subrayado por practicantes del método
TEACH, comoBernadette Rogé, Profesor en Toulouse-Le Mirail, entrevistado
en Mediapart: debemos tener en cuenta la particularidad de los
autistas: “su disponibilidad, su motivación, su funcionamiento particular en el
plano sensorial, cognitivo, lo que requiere muchas adaptaciones” También en el
“modelo de Denver”, en el que se combina el juego y el aprendizaje en
una “interacción emocional positiva”, “se trabajan todos los ámbitos, lenguaje,
adaptación, motricidad... de una manera mucho más natural y espontanea”. Más
allá de la objeción por la singularidad el neurocomunitarismo encuentra un
impasse por su vocación a extenderse sin demasiados límites a partir de rasgos
de comportamiento, compartiendo un mismo disfuncionamiento neurológico no
especificado, y que no haga síntoma.
En el mismo número de Cerveau et psycho, otro defensor
de la desaparición de la clínica en provecho de las evaluaciones
neurocientíficas, Franck Ramus, sueña con otra
proliferación. Pone en su lugar la hybris del diputado Fasquelle que pretende
legislar sobre los tratamientos del autismo. Va más lejos, clama por la
creación de una “Agencia nacional de evaluación de las
psicoterapias” apoyándose en el argumento bien conocido desde la
Enmienda Accoyer: el vacio jurídico. “Los tratamientos no farmacéuticos no
son objeto de ninguna evaluación obligatoria, y son colocados en el mercado sin
ningún control”. Se ve muy bien cómo vêla por que se prescriban todo tipo de
obligaciones, se establezcan listas de tratamientos validados, con
actualizaciones, puestas al día, con una competencia sobre todo el campo
psíquico. Una verdadera fábrica de gas. Vemos en qué contradicciones se ha
extraviado la en adelante AFSSAPS, ahora ANSM, mientras que su competencia
estaba bien definida: los estudios biológicos. Nos enteramos de su final en
agua de borrajas de los proyectos de reglamentación del título de
psicoterapeuta (decreto del 7 de mayo de 2010 relativo al uso de ese título,
cfr. Comunicado de LC del 9 de mayo) Podemos imaginar sin dificultad los
impasses en los que esa nueva Agencia no dejaría de perderse.
Franck Ramus se jacta de no ser un clínico y de no orientarse más que
por la “ciencia” es decir por el horizonte de las series estadísticas de “la
evidence based medecine”. Es el director de investigación en el CNRS y también
miembro del KOllectif del 7 de enero, grupo de apoyo del documental El
Muro, y “grupo de reflexión sobre el tema de las prácticas terapeuticas
para los niños autistas, para hacerles evolucionar a pesar de la resistencia de
numerosos psicoanalistas”. La animadora es Brigitte Axelrad, profesora
honoraria de filosofía y de psicosociología, autora de un libro sobre “los
estragos de los falsos recuerdos” (2011), que sostiene tesis muy diferentes de
las de Jean-Claude Maleval (1) sobre las causas de la
epidemia de “falsos recuerdos”. En el colectivo encontramos también a Yann
Kindo,profesor de historia-geografía militante racionalista, cuyo blog,
albergado por Mediapart, dispara contra el psicoanálisis y recomienda la desobediencia
civil para “convertirse en plantador voluntario del OGM” El 10 de mayo de 2012,
fiel a las recomendaciones del “Manifiesto para una psiquiatría y una
psicología basadas en pruebas científicas” producido por el KOllectif, Franck
Ramus publica en otro blog albergado por Mediapart un artículo
orgullosamente titulado: “El sufrimiento psíquico no es ni evaluable ni
medible” ¡Anda ya!” En él, reafirma su fe en lo bien fundado de las
evaluaciones estadísticas para medir todo lo psíquico. Sin embargo, en
el dossier consagrado al autismo del número de abril de 2012 de Sciences
et avenir, no podía esconder su sorpresa por el poco impacto que había
tenido el “Manifiesto” del Kollectif, cuando había querido hacerlo firmar como
petición en su entorno. La causa sería simple “Según él, muchos de los
jóvenes psiquiatras juzgarían demasiado arriesgado para su carrera decir alto y
claro lo que piensan en privado del psicoanálisis francés”, informa el dossier
de S&A. Ahí tenemos los dos eslabones de la cadena del
campo subjetivo. Todo lo psíquico se mide, y si algo imprevisto aparece,
se trata de un complot psicoanalítico. El hecho, la evidencia, es que el
“Manifiesto” ha fracasado. El resto es interpretación.
1. Maleval J.-C., Étonnantes
mystifications de la psychothérapie autoritaire, Navarin/Le Champ freudien,
mai 2012
Fuente: Lacan Quotidien 208.
Traducción de Julia Gutiérrez.
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