segunda-feira, 21 de maio de 2012

DE LA CIVILIZACIÓN A LA MUNDIALIZACIÓN I. POR AGNÈS AFLALO






Desde el final de la segunda guerra mundial, el mundo ha cambiado. Y ese cambio puede ser ordenado a partir del concepto de discurso formalizado por Lacan.1 Los progresos del discurso del capitalismo y de la ciencia permiten medir su alcance.


El discurso capitalista y su sujeto
Como cada discurso, el del capitalismo da cuenta de una pérdida de goce imposible de recuperar. Esta pérdida de goce es siempre percibida como robo, y su retorno, siempre localizado del lado del Otro, el amo. Freud describe los mismos desplazamientos de la libido en el circuito de la pulsión. Pero Marx es el primero en anudar juntos esos dos desplazamientos desconocidos de la libido, lo que lleva a Lacan a decir que él es el inventor del síntoma. Ese síntomadescubierto por el psicoanálisis en el momento de su emergencia es válido aún hoy. Por mucho que el oscurantismo cienficista del siglo XXI decida ignorarlo, eso no le impide existir.
El discurso capitalista rechaza la pérdida primera de goce y prorroga la recuperación de goce. El síntoma reitera sin cesar ese doble movimiento de rechazo de la pérdida y de su recuperación para totalizarla, que no falte. Es la estereotipia innata del síntoma. Este discurso cumple pues una forclusión de la castración. En la época de Freud, el malestar en la civilización se centraba esencialmente en la pérdida, mientras que hoy, la mundialización se centra sobre todo en el segundo tiempo de la recuperación de goce sin límites. Para Lacan, el discurso del inconsciente debe ser esclarecido con el discurso capitalista.
El capitalismo ha hecho surgir un nuevo sujeto. Es efecto del lenguaje, pero ya no está sujeto al significante-amo que está reprimido. Es decir que los significantes del Otro social ya no lo identifican. Lo constatamos en particular con la homosexualidad o el autismo, apuestas sintomáticas del DSM hoy. Esos sujetos rechazan la segregación inducida por el discurso dominante que los clasifica respectivamente en las perversiones o las psicosis. Esas palabras-clave, demasiado usadas, ya no indizan el real en juego y son rechazadas.
Más generalmente, el sujeto capitalista rechaza la autoridad del amo. Y “La crisis de la autoridad” nombra el fenómeno del declive del Amo a todos los niveles de nuestras sociedades democráticas. Entonces, la función de esas palabras-clave, es también mortificar el goce. Cuando la palabra-clave es reprimida, la mortificación del goce –castración- ya no opera. La consecuencia a nivel del cuerpo es decisiva. Ya no hay ningún límite a la producción del objetoa plus-de-goce. Es la explotación a muerte. Porque ya no es solamente el tener lo que está concernido, sino también el ser. El sujeto es tanto más librado a la férula del amo absoluto cuanto que no está identificado a un amo en particular. La muerte es el único principio de limitación de goce cuando la castración ya no opera.
El capitalismo ha conocido dos modificaciones capitales durante estos últimos treinta años. Primero, se ha mundializado. En efecto, desde la caída del muro de Berlín, las naciones comunistas se han unido a la economía de mercado. Entonces, es legítimo decir que ya no hay civilización, sino la mundialización en la cual los sujetos padecen sobre todo de adicciones sin límite fundadas en la recuperación ilimitada del plus-de-gozar. Después, el capitalismo se ha “cientifizado” –el capitalismo financiero debía ser nombrado capitalismo científico. Su sujeto es el proletario generalizado, porque no hay nada que le permita hacer discurso, como muestra el fenómeno de los Indignados. Ya no es necesario localizar al proletario en la fábrica para extraer un plus-de-gozar. La crisis financiera de 2008 lo ha mostrado, basta tentarle con inversiones con aires de ganancias de casino, y reducidas a algunas ecuaciones matemáticas opacas (titrización) para transformarle en un sin techo en la primera crisis de confianza. El fenómeno de la soledad y su satisfacción autista da una idea de la expansión del fenómeno en el mundo.


El discurso de la ciencia y su sujeto
Con la ciencia, el significante-amo ya tampoco funciona. Además, la ciencia disminuye el efecto de una serie de funciones del discurso: el significante es reducido a su efecto de letra –las matemáticas no utilizan más que letras- y el objeto a plus-de-gozar es rechazado; ahí, el trabajo dialéctico de verdad ya no es posible porque la división del sujeto queda neutralizada. La castración ya no opera. La verdad y el real singular de la libido están separados. El único real en juego en el discurso obedece a leyes universales, y no a una causa singular: es el real del organismo a distinguir del real del cuerpo. El discurso analítico, en efecto, desde su emergencia en el siglo XX, ha mostrado que el cuerpo es siempre un cuerpo hablante, lo que evidentemente no es el caso del organismo que compete a la ciencia.
El sujeto de la ciencia nace con el cogito y no es más que un vacio. Es un sujeto puro. Es decisivo percibirlo, porque la ciencia ya no necesita recurrir a la intuición corporal. Prescinde del cuerpo. No opera más que sobre el organismo y su realEse sujeto puro de la ciencia no existe en ninguna parte, pero permite captar que la ciencia vela la parte del sujeto que se expresa en el fantasma y que es correlativa al objeto a. El sujeto así neutralizado en su división se hace universalizante. Se presta cada vez más a la lógica de las clases. Pero el franqueamiento del cuerpo provoca una disyunción entre el cuerpo y el objeto a, entre el universal del cuerpo y lo particular del objeto a. El objeto a es un conjunto vacio, es pues un incorporal. Cuando es rechazado, se pone a cabalgar solo, separado de los  cuerpos. Pero también está listo a retomar el cuerpo a la primera oportunidad. Es el caso de cada objeto natural o industrial. Este objeto a no es inerte. Es un poco como un agujero negro, es un objeto “que quiere”. Tomemos el ejemplo del objeto amirada y de su relación con el cuerpo. La mirada capta cada vez más los cuerpos en nuestras sociedades de vigilancia, fuera en las calles con las cámaras, cada vez más numerosas,  pero también en casa con las pantallas de televisión o de ordenador sin contar las de los teléfonos móviles y otras tabletas transportables por todas partes, y en todo momento. Dicho de otra manera, este objeto atiene un efecto de empuje-al-goce sobre el cuerpo del que no puede permanecer separado mucho tiempo. Cuando retorna sobre el organismo, se manifiesta en todo tipo de adicciones que constituyen los síntomas contemporáneos. Es el mismo objeto mirada insaciable que escruta la vida privada del señor y la señora cualquiera en los juegos televisados llamados de telerrealidad; es también ese objeto que se recupera de las vicisitudes en la vida privada de nuestros amos modernos cuya mediatización es exigida puntualmente. Pero cuando el espejo mediático no logra hacer pantalla, el ideal esperado no aparece y es el desengaño asegurado. El ideal del hombre normal está sin duda en la atmósfera de los tiempos. Pero esta ficción que une contiene también en ella misma el germen de la dispersión ulterior. Borrada por un momento solamente, no deja de reaparecer y de manifestarse en particular como la pequeña diferencia a la que cada uno se aferra como a su bien más preciado. Añadamos que el sujeto de la ciencia, liberado por el cuerpo, es también un sujeto desvergonzado. Según el mismo principio, la emancipación del objeto oral provoca epidemias mundializadas de obesidad o de anorexia desde la edad más temprana.
La ciencia y el capitalismo está unidos para lo mejor y para lo peor. Han engendrado los mayores progresos de la humanidad. Pero las profundas modificaciones que imponen a los discursos generan también nuevas formas de malestar. La evaluación ha venido a reforzar este malestar mundializado. El malestar contemporáneo ya no reconoce las fronteras tradicionales y es por lo que, hoy está justificado hablar de mundialización y no de civilizaciones.

1.      J. -A. Miller lo aclara en su Curso de Orientación lacaniana.
Fuente: Lacan Cotidiano 210 
Traducción de Julia Gutierrez

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