domingo, 18 de dezembro de 2011

Predicados de la palabra “ciencia”

Marta Serra Frediani

“La naturaleza está escrita en lenguaje matemático”.
Galileo
Hay múltiples definiciones de la palabra ciencia, con matices muy variados. Tomo la más sencilla que he encontrado: “Ciencia es el conocimiento cierto de las cosas por sus principios y causas”.
A partir de ella se puede afirmar que la primera ciencia fue la teología, después vino la filosofía que mostraba a otras disciplinas hacía donde debían avanzar. Poco a poco, los saberes se fueron independizando, primero las ciencias de la naturaleza, después las ciencias del hombre…
Frente a la fuerza y el rigor de la metodología de las nuevas ciencias (que hacen aliados los formalismos lógicos y las manipulaciones experimentales o mentales como en las matemáticas, privilegiando sólo conceptos operatorios) la filosofía, con su método intuitivo, parece haber quedado anticuada. Por supuesto, se reconoce que puede plantear problemas mucho antes que la ciencia y también proponer ideas pero éstas sólo serán reconocidas como “conocimiento objetivo” después de superar un tratamiento científico.
Sin embargo, actualmente se produce una situación paradójica: se acusa a la filosofía de imponer “su” verdad por decreto, cuando la filosofía actual cultiva, fundamentalmente, la duda; al tiempo, se reclama para la ciencia una credibilidad sin límite cuando la ciencia moderna no deja de afirmar que no determina sino aquello que logra hacer determinable.
A partir de esta concepción de lo determinable y lo no determinable podemos encontrar nuevos predicados para la palabra ciencia:
La ciencia es un intervalo de claridad
Sus pruebas y sus series de pruebas son segmentos de recorrido lógico, cadenas de meditaciones entre dos extremos desconocidos, el origen y el fin. La evidencia, incluso formalizada, es un “entre dos irracionales”.
Así, cuando Lacan dice “lo no sabido es el marco del saber” y cuando aconseja la “docta ignorancia” podría, perfectamente, estar hablando de una modalidad de abordaje de la ciencia y dirigiéndose al científico.
La ciencia es una lucha contra los argumentos de autoridad
La producción del conocimiento implica siempre una revuelta contra alguna autoridad ya que todo avance científico quita valor o razón a alguna formulación anterior.
Dentro de la comunidad científica en general y de las instituciones en particular, los superiores, los maestros, los mayores ven cuestionado aquello que ellos mismos propusieron y sostuvieron cuando surgen nuevos avances.
El investigador, para proponer sus ideas, debe enfrentarse no sólo objetivamente a lo formulado con anterioridad sino que debe también, subjetivamente, autorizarse a poner su enunciación al mismo nivel que la de sus maestros.
La ciencia es un instrumento para el poder
El saber da el poder sobre la naturaleza, la ciencia aplicada da el poder económico, industrial, militar o sirve para la salud pública. Por tanto, la ciencia  y sus producciones son deseadas como posesión por motivos muy variados y con objetivos muy distintos. Basta saber que los descubrimientos científicos que se consideran más importantes son la bomba atómica y la penicilina, con la gran diferencia que hay entre ellas.
La ciencia es un saber y no un saber hacer
Hay un vínculo estrecho entre técnica y ciencia, el progreso de cada una de ellas condiciona el de la otra, sin embargo, la distinción entre ambas es neta: la técnica puede servir de útil para descubrir algo pero no consiste por si misma en ese descubrimiento.
La ciencia es conocimiento crítico: reflexivo y prospectivo
La investigación científica parte de presupuestos o presuposiciones (que son las ideas y principios) sobre los que se aplican métodos de investigación y posteriormente criterios de validación.  Es un conocimiento reflexivo porque unos y otros no le vienen dados desde fuera sino que surgen del desarrollo mismo de la ciencia.
Es un conocimiento prospectivo en tanto busca siempre a tientas extender y ampliar su saber.
¿Qué valor tenía la ciencia para Freud y Lacan?
Freud era un hombre de ciencia. Pocos años antes de encontrarse con el síntoma histérico se dedicaba íntegramente al estudio de la neurología en un laboratorio, ya fuera para estudios fisiológicos sobre la histología del sistema nervioso, ya fuera para estudios anatómicos sobre la llamada medulla oblongata de la que era un especialista. Si empezó a gozar de cierto prestigio fue precisamente por eso: lo acertado de sus diagnósticos sobre enfermedades orgánicas del sistema nervioso, diagnósticos que a continuación eran confirmados por las autopsias.
El Freud de esa época era un investigador del cuerpo, centraba su trabajo en lo físico, lo tangible, lo observable, y buscaba las respuestas en ese mismo campo.
Con esa fama incipiente se le encomendó la tarea de instruir a alumnos extranjeros sobre el asunto y -tal como él mismo relata en su autobiografía: “… no tenía el menor conocimiento de la neurosis y así, cuando un día presenté a mis oyentes un neurótico con ininterrumpido dolor de cabeza y diagnostiqué el caso de meningitis circunscrita crónica, me abandonaron todos, poseídos de una justificada indignación crítica, dando allí fin mi prematura actividad pedagógica. Sin embargo alegaré en mi disculpa que grandes autoridades médicas de Viena solían aún diagnosticar por aquel entonces la neurastenia como un tumor cerebral”.
Es innegable la radical transformación teórica y subjetiva que se debió producir en él para convertirse en el Freud que pasó a la historia como descubridor del inconsciente e inventor del psicoanálisis.
Su camino para explicar el síntoma neurótico partió de la neurona misma como soporte y causa, pasando por la existencia real, comprobable y demostrable del trauma sexual, para llegar al inconsciente que es ya una hipótesis teórica, no observable, un concepto  del que sólo conocemos sus productos pero que elimina de un plumazo cualquier atribución de irracionalidad al síntoma, dándole, por el contrario, razón de ser.
Pese a ese “no observable” que introducia una grave dificultad para colocar el psicoanálisis entre las ciencias empíricas, Freud siempre mantuvo la aspiración de que la teoría psicoanalítica obtuviera el reconocimiento y la validación de otras ciencias de la naturaleza.
Por su parte, Lacan, desde el punto de vista epistemológico, no dudo en utilizar cuanto saber pudiera acompañarle a desarrollar sus conceptos: óptica, topología, física, lingüística, pero se fue inclinando, paulatinamente y de manera cada vez más firme por la matemática y la lógica.
Mi hipótesis es que la construcción de su enseñanza no podía sino alejarse de las ciencias empíricas y buscar apoyo en las ciencias formales por una razón muy concreta: el objeto a.
Las matemáticas y la lógica son ciencias del tipo formal puro, la física por su parte, es la ciencia empirico-formal por excelencia. La diferencia entre ellas es, fundamentalmente, el modo de validación.
Las teorías lógicas y las teorías matematicas se apoyan en una disciplina central: los sistemas formales que son dispositivos abstractos a partir de los cuales se puede engendrar una proposición. Su criterio de validación es la “demostración”: una proposición es aceptable si es demostrable.
La demostración consiste en vincular la proposición, mediante una serie de etapas en las que se aplican reglas operativas ya reconocidas, a una o varias proposiciones primeras (axiomas) cuya validez es también supuestamente ya aceptada con anterioridad. Evidentemente, la idea de “demostración” introduce la cuestión de la validez de las reglas de deducción  y de los axiomas.
En la concepción clásica se resolvía la cuestión de la validez mediante la evidencia intuitiva, se trataba de utilizar reglas lo bastante simples para que se consideraran inmediatamente legítimas, esto es, capaces de propagar la verdad de las premisas a las consecuencias, y utilizaban proposiciones que se mostraban evidentes por si mismas. Pero con la aparición de la geometria no euclidiana y de las paradojas se inició la puesta en duda del buen hacer de la intuición y se radicalizaron los procedimientos de formalización.
Apareció entonces un nuevo criterio de validez que es la no-contradicción, una propiedad puramente formal que sirve para demostrar, al mismo tiempo la validez de las reglas y de los axiomas
Pero se han logrado muy pocas demostraciones de no contradicción. El científico formal, habitualmente, se contenta con el logro de haber localizado la contradicción y de haber tomado medidas para eliminarla: entonces sabe que, hasta donde él conoce, no hay contradicción en el sistema.
Así, las ciencias formales no pueden explicar “a priori” su modo de progresión ni tampoco el orden en que se va a producir. Evidentemente, la matemática y la lógica han progresado, elaborando teorías a lo largo del tiempo: algunas parecen más básicas, otras son potencialmente más ricas en posibilidades de desarrollo, y por tanto son más interesantes, pero su propio desarrollo produce “problemas” que requieren nuevas teorías para resolverse, de modo tal que los sistemas formales existentes solo dan cuenta de un estado momentáneo del “tema”.
Así, finalmente el criterio de no contradicción funciona como un límite de lo aceptable pero no dice nada sobre el camino que hay que seguir para continuar.
Tres son las características de la investigación en ciencia formal que quiero destacar:
  1. El científico no conoce de antemano el objeto de su búsqueda, no lo puede conocer por intuición, lo descubre progresivamente de manera prospectiva y por ese motivo nunca se puede estar seguro de su validez.
  2. El científico formal según avanza va precisando el método mismo de construcción.
  3. La progresión no se considera adquirida o efectiva hasta que no es formalizada.
Podemos ponerlas en relación con el psicoanálisis lacaniano:
1. Respecto al objeto del psicoanálisis, el objeto de un análisis, el objeto causa de deseo y plus de goce: ¿qué podríamos pretender conocer de antemano? Nada, es en el desarrollo de la experiencia analítica que se va dibujando el objeto, que se va destacando.
2. Respecto al método de construcción en un análisis: ¿qué podemos anticipar de lo que será una sesión, de los caminos que iniciará, de lo que tomará valor o lo perderá en el momento mismo de ser formulado, de lo que se depositará como saber o surgirá como verdad? Nada. La asociación libre es una apuesta a ciegas que sólo tiene el apoyo de la transferencia, y, por su parte,  el acto analítico no puede conocerse ni premeditarse antes de que se imponga.
3. Y por último, respecto a la formalización de la progresión, Lacan creó un dispositivo, el pase, un “esbozo” de validación donde dar cuenta, “demostrar”, que se ha llegado a una verdad, verdad mentirosa porque no hay posibilidad alguna de contrastarla con el criterio de no contradicción.
Una invención en un fin de análisis no se puede decir a partir de criterios porque entonces no sería sino un añadido al saber ya existente. La invención conlleva el efecto de sorpresa, de novedad indemostrable. A la vez esta invención agujerea el saber existente desplazando lo que allí se encontraba ya como saber, por tanto como criterio anterior, justo hasta el momento en que uno nuevo lo convierte en caduco.
El criterio, pues, no puede ser sino efímero.

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