El interés de Jacques Lacan, tanto por la letra como por la escritura, atraviesa toda su enseñanza, comienza con su seminario sobre La Carta Robada de 1957, basado en el famoso cuento de Edgar Alan Poe, sigue con su escrito de ese mismo año titulado La instancia de la letra en el inconsciente, continua con Lituraterrre, un artículo que forma parte del Seminario XVIII en el que nos da un apólogo de lo que es para él la escritura y llega hasta el final de su enseñanza, cuando introduce una nueva escritura, el nudo borromeo, construido con redondeles de cuerda. Lacan presenta su nudo por primera vez en el Seminario XX, Encore (1972-73), dedicándole un capítulo a la función de lo escrito. En este recorrido la escritura es abordada a partir de la lingüística, la lógica y finalmente la topología.
La necesidad de la escritura en el psicoanálisis.
Dado que el psicoanálisis es una experiencia de palabra, la pregunta de para qué necesita el psicoanálisis la escritura, parece pertinente. A pesar de que el psicoanálisis es una experiencia que no tiene otro medio que la palabra y de que no puede hacerse por escrito, sin embargo el psicoanálisis necesita el escrito porque la palabra es inasible, porque la verdad que la palabra porta siempre se escabulle,la verdad sólo puede decirse a medias, y porque es imposible decir toda la verdad. Esta imposibilidad para aprehender toda la verdad impide construir un saber sobre la verdad, razón por la cual no hay saber sobre la verdad en psicoanálisis, lo que es inaceptable para la ciencia.
Por otra parte, la verdad sufre una progresiva desvalorización en el curso de la enseñanza de Jacques Lacan, en beneficio de lo real, que se convierte en el polo que orienta la experiencia analítica. Real y escritura, ambos son necesarios para poder pensar un principio de conclusión de dicha experiencia, sin los cuales un psicoanálisis no tendría fin. Para poder concluir un análisis hace falta que no todo sea inasible, es preciso que algo se pueda cernir, y eso se logra gracias a la escritura.
La concepción que tiene Lacan de la palabra implica que la palabra misma tiene efectos de escritura, así vemos como lo que se descifra en la palabra bajo transferencia tiene efectos de escrito, efectos que permiten poder asegurar a un real de la experiencia. De este modo se escribe una secuencia que va de la palabra al escrito, y del escrito a lo real.
Dado que el psicoanálisis es una experiencia de palabra, la pregunta de para qué necesita el psicoanálisis la escritura, parece pertinente. A pesar de que el psicoanálisis es una experiencia que no tiene otro medio que la palabra y de que no puede hacerse por escrito, sin embargo el psicoanálisis necesita el escrito porque la palabra es inasible, porque la verdad que la palabra porta siempre se escabulle,la verdad sólo puede decirse a medias, y porque es imposible decir toda la verdad. Esta imposibilidad para aprehender toda la verdad impide construir un saber sobre la verdad, razón por la cual no hay saber sobre la verdad en psicoanálisis, lo que es inaceptable para la ciencia.
Por otra parte, la verdad sufre una progresiva desvalorización en el curso de la enseñanza de Jacques Lacan, en beneficio de lo real, que se convierte en el polo que orienta la experiencia analítica. Real y escritura, ambos son necesarios para poder pensar un principio de conclusión de dicha experiencia, sin los cuales un psicoanálisis no tendría fin. Para poder concluir un análisis hace falta que no todo sea inasible, es preciso que algo se pueda cernir, y eso se logra gracias a la escritura.
La concepción que tiene Lacan de la palabra implica que la palabra misma tiene efectos de escritura, así vemos como lo que se descifra en la palabra bajo transferencia tiene efectos de escrito, efectos que permiten poder asegurar a un real de la experiencia. De este modo se escribe una secuencia que va de la palabra al escrito, y del escrito a lo real.
¿Cómo concibe Lacan lo real?
En un primer tiempo lo que hace función de real para Lacan se sitúa en el saber como un imposible, lo real es lo imposible de saber1. En este momento, es real todo aquello que la estructura del lenguaje no puede aprehender, por ejemplo: el deseo, por ser incompatible con la palabra, la causa del deseo, por ser irrepresentable, o lo real que comanda a la verdad, porque ésta es impotente para decir lo real.
No obstante, como la verdad insiste, esta insistencia abre la posibilidad de cierto apercibimiento sobre la causa real e innombrable que anima y comanda a la verdad. Dicho apercibimiento que se alcanza en el instante de un relámpago no llega sin embargo a transformarse en un saber sobre lo imposible. Es decir que ese instante de apercibimiento no se convierte en un saber, así lo afirma Lacan en La carta a los italianos, cuando dice que se trata de “un saber vano sobre un ser que se escapa”, o lo que es lo mismo: que no hay saber sobre el objeto innombrable a, aunque éste pueda ser inducido, o vislumbrado, a partir de lo que se constata de la insistencia del deseo.
En esta época su concepción del pase y del final del análisis se corresponde con la idea de que hay una travesía del fantasma que en el instante de un relámpago iluminaría la relación del sujeto con la causa de su deseo. Cuatro años más tarde, en el Seminario De un discurso que no fuera del semblante, Lacan da un paso más al buscar “lo que hace función de real en el saber”, no a partir de la inducción, como había hecho antes, sino a través de la escritura lógica y sus impases.
En este Seminario produce la diferencia entre la letra, que sitúa del lado de lo real, y el significante, que pertenece al semblante.
De la escritura lógica lo que más le interesa es su límite, es decir lo imposible de escribir. También se interesa por la escritura china, a la que toma como modelo de escritura porque en la caligrafía china la letra tiene al trazo por fundamento.
En un primer tiempo lo que hace función de real para Lacan se sitúa en el saber como un imposible, lo real es lo imposible de saber1. En este momento, es real todo aquello que la estructura del lenguaje no puede aprehender, por ejemplo: el deseo, por ser incompatible con la palabra, la causa del deseo, por ser irrepresentable, o lo real que comanda a la verdad, porque ésta es impotente para decir lo real.
No obstante, como la verdad insiste, esta insistencia abre la posibilidad de cierto apercibimiento sobre la causa real e innombrable que anima y comanda a la verdad. Dicho apercibimiento que se alcanza en el instante de un relámpago no llega sin embargo a transformarse en un saber sobre lo imposible. Es decir que ese instante de apercibimiento no se convierte en un saber, así lo afirma Lacan en La carta a los italianos, cuando dice que se trata de “un saber vano sobre un ser que se escapa”, o lo que es lo mismo: que no hay saber sobre el objeto innombrable a, aunque éste pueda ser inducido, o vislumbrado, a partir de lo que se constata de la insistencia del deseo.
En esta época su concepción del pase y del final del análisis se corresponde con la idea de que hay una travesía del fantasma que en el instante de un relámpago iluminaría la relación del sujeto con la causa de su deseo. Cuatro años más tarde, en el Seminario De un discurso que no fuera del semblante, Lacan da un paso más al buscar “lo que hace función de real en el saber”, no a partir de la inducción, como había hecho antes, sino a través de la escritura lógica y sus impases.
En este Seminario produce la diferencia entre la letra, que sitúa del lado de lo real, y el significante, que pertenece al semblante.
De la escritura lógica lo que más le interesa es su límite, es decir lo imposible de escribir. También se interesa por la escritura china, a la que toma como modelo de escritura porque en la caligrafía china la letra tiene al trazo por fundamento.
Palabra y escritura
Lacan dedica el capítulo V del Seminario XVIII a mostrar que hay una articulación necesaria entre la palabra y la escritura, articulación sin la cual hablar de escritura en psicoanálisis no tendría ningún sentido. En dicha articulación la palabra goza de anterioridad con respecto al escrito.
En psicoanálisis palabra y escritura no están separadas como se podría creer, lo que se escribe fue primero palabra y lo que contingentemente deja de no escribirse y se escribe, se escribe sirviéndose de la palabra. La palabra es primera respecto de la escritura y lo que la escritura escribe no es otra cosa que lo que del goce se fija. Dicho en otros términos el goce se fija al escribirse.
Tomaré un ejemplo de esta articulación entre palabra y escritura del artículo de Éric Laurent titulado La lettre volée et le vol sur la lettre2.
Nos lo proporciona el escritor francés Michel Leiris quien lo menciona en sus escritos como el primer recuerdo de su infancia. Siendo niño, Michel Leiris estaba jugando con unos soldaditos que le gustaban mucho, en un momento dado su soldadito preferido está a punto de caerse y romperse, pero, por suerte, él logra agarrarlo al vuelo al mismo tiempo que exclama “¡reusement!”. El niño quiso decir “felizmente”, quiso decir que por suerte el soldadito no se había caído, pero no dijo la palabra correctamente, se comió una parte de la palabra (heu) y la madre, que estaba presente, en lugar de hacer una broma con el invento de su hijo, le corrigió diciéndole: “se dice heureusement.”
A partir de entonces el niño, cuya alegría reusement la madre no supo acoger, se transformó en un ser triste y reusement, en lugar de ser el signo de su alegría escribió el goce perdido cómo la letra de su tristeza pues la intervención de su madre le hizo perder l´heureux, atándolo a la desgracia para siempre. Lo que sucede no está ligado al efecto de significación sino al afecto de goce, en el mismo contexto, las cosas hubieran sido diferentes, si él hubiera tenido una madre más alegre, menos depresiva, que en lugar de fastidiarlo con ese purismo, hubiera hecho un chiste del que los dos se hubieran reído.
La felicidad de este niño quedó perdida para siempre, la intervención de su madre hizo que su posición subjetiva quedara ligada a la compañía del malheur, de la desgracia, desgracia que siempre se le hacía presente a través de todas las significaciones, y de todos los efectos de sentido, convirtiéndose en compañera del sujeto.
Michel Leiris hizo un largo análisis después de un intento de suicidio grave. Como escritor fue un escritor que ya nunca más le consentiría a nadie decirle cómo se dicen las palabras, pues él mismo se erigió en el amo de las deformaciones que introdujo en su escritura.
Así vemos cómo lo que primero fue jaculatoria dicha por el niño, terminó escribiéndose como letra de goce.
La escritura-en-Lituraterre.
En este escrito Lacan nos presenta un apólogo de la escritura, al que J.A. Miller, con ironía, califica de apólogo meteorológico. Allí cuenta que al volver de un viaje a Japón por una nueva ruta que atraviesa Siberia, una ruta que hasta entonces había estado cerrada, le sucede algo que podríamos calificar como un acontecimiento de goce producido en condiciones especiales de espacio y tiempo3: desde la ventanilla de su avión, ve los surcos dejados por la lluvia sobre la desierta planicie siberiana y lo que ve le hace pensar en una escritura, todo sucede en el transcurso de un instante.
En esta topología del espacio vacío y del tiempo como instante de ver, “la única condición decisiva es la del litoral”. Las huellas producidas por la lluvia al caer constituyen con sus líneas una orografía que tiene relieve.
Según M.H. Roch, Lacan, no sólo da valor de escritura a lo que está viendo sino que, aunque él no lo diga, el relieve de esa orografía le evoca la escritura china, y más precisamente el trazo del calígrafo4, no el de cualquiera sino el de Shitao, el pintor calígrafo del siglo XVII al que había conocido gracias a François Cheng5, el calígrafo que habló del “único trazo del pincel”.
“Así fue como irresistiblemente se me presentó (…) entre las nubes, el aluvión, que es la única huella que aparece para producir, más que para indicar, el relieve (…) en la llanura siberiana, planicie verdaderamente desolada (…) sin ninguna vegetación más que ref lejos de este aluvión que empujan a la sombra lo que no resplandece”6.
Esta escritura no está hecha para indicarle nada a nadie, pues no hay nadie, la estepa está desierta.
Lacan dedica el capítulo V del Seminario XVIII a mostrar que hay una articulación necesaria entre la palabra y la escritura, articulación sin la cual hablar de escritura en psicoanálisis no tendría ningún sentido. En dicha articulación la palabra goza de anterioridad con respecto al escrito.
En psicoanálisis palabra y escritura no están separadas como se podría creer, lo que se escribe fue primero palabra y lo que contingentemente deja de no escribirse y se escribe, se escribe sirviéndose de la palabra. La palabra es primera respecto de la escritura y lo que la escritura escribe no es otra cosa que lo que del goce se fija. Dicho en otros términos el goce se fija al escribirse.
Tomaré un ejemplo de esta articulación entre palabra y escritura del artículo de Éric Laurent titulado La lettre volée et le vol sur la lettre2.
Nos lo proporciona el escritor francés Michel Leiris quien lo menciona en sus escritos como el primer recuerdo de su infancia. Siendo niño, Michel Leiris estaba jugando con unos soldaditos que le gustaban mucho, en un momento dado su soldadito preferido está a punto de caerse y romperse, pero, por suerte, él logra agarrarlo al vuelo al mismo tiempo que exclama “¡reusement!”. El niño quiso decir “felizmente”, quiso decir que por suerte el soldadito no se había caído, pero no dijo la palabra correctamente, se comió una parte de la palabra (heu) y la madre, que estaba presente, en lugar de hacer una broma con el invento de su hijo, le corrigió diciéndole: “se dice heureusement.”
A partir de entonces el niño, cuya alegría reusement la madre no supo acoger, se transformó en un ser triste y reusement, en lugar de ser el signo de su alegría escribió el goce perdido cómo la letra de su tristeza pues la intervención de su madre le hizo perder l´heureux, atándolo a la desgracia para siempre. Lo que sucede no está ligado al efecto de significación sino al afecto de goce, en el mismo contexto, las cosas hubieran sido diferentes, si él hubiera tenido una madre más alegre, menos depresiva, que en lugar de fastidiarlo con ese purismo, hubiera hecho un chiste del que los dos se hubieran reído.
La felicidad de este niño quedó perdida para siempre, la intervención de su madre hizo que su posición subjetiva quedara ligada a la compañía del malheur, de la desgracia, desgracia que siempre se le hacía presente a través de todas las significaciones, y de todos los efectos de sentido, convirtiéndose en compañera del sujeto.
Michel Leiris hizo un largo análisis después de un intento de suicidio grave. Como escritor fue un escritor que ya nunca más le consentiría a nadie decirle cómo se dicen las palabras, pues él mismo se erigió en el amo de las deformaciones que introdujo en su escritura.
Así vemos cómo lo que primero fue jaculatoria dicha por el niño, terminó escribiéndose como letra de goce.
La escritura-en-Lituraterre.
En este escrito Lacan nos presenta un apólogo de la escritura, al que J.A. Miller, con ironía, califica de apólogo meteorológico. Allí cuenta que al volver de un viaje a Japón por una nueva ruta que atraviesa Siberia, una ruta que hasta entonces había estado cerrada, le sucede algo que podríamos calificar como un acontecimiento de goce producido en condiciones especiales de espacio y tiempo3: desde la ventanilla de su avión, ve los surcos dejados por la lluvia sobre la desierta planicie siberiana y lo que ve le hace pensar en una escritura, todo sucede en el transcurso de un instante.
En esta topología del espacio vacío y del tiempo como instante de ver, “la única condición decisiva es la del litoral”. Las huellas producidas por la lluvia al caer constituyen con sus líneas una orografía que tiene relieve.
Según M.H. Roch, Lacan, no sólo da valor de escritura a lo que está viendo sino que, aunque él no lo diga, el relieve de esa orografía le evoca la escritura china, y más precisamente el trazo del calígrafo4, no el de cualquiera sino el de Shitao, el pintor calígrafo del siglo XVII al que había conocido gracias a François Cheng5, el calígrafo que habló del “único trazo del pincel”.
“Así fue como irresistiblemente se me presentó (…) entre las nubes, el aluvión, que es la única huella que aparece para producir, más que para indicar, el relieve (…) en la llanura siberiana, planicie verdaderamente desolada (…) sin ninguna vegetación más que ref lejos de este aluvión que empujan a la sombra lo que no resplandece”6.
Esta escritura no está hecha para indicarle nada a nadie, pues no hay nadie, la estepa está desierta.
¿Qué es lo que escribe la escritura?
Lo que esta escritura escribe no es otra cosa que el goce y el lugar donde se escribe no es otro que el cuerpo, el cuerpo como sede del goce, como lo definirá Lacan más adelante7.
“Lo que se evoca de goce cuando se rompe un semblante es lo que en lo real se presenta como erosión. De ahí que la escritura pueda considerarse en lo real la erosión del significado, es decir, lo que llovió del semblante en la medida en que eso es lo que constituye el significado (…) La escritura, la letra está en lo real y el significante en lo simbólico”8.
La nube como semblante, -significante que se ve-, y la naturaleza está llena de esos semblantes, según Lacan; la lluvia que cae de la nube-semblante como significado de goce que llueve del semblante “cuando éste se rompe” liberando las materias en suspensión. Este significado de goce que cae erosiona la tierra, deja huellas, escribe.
¿Qué es lo que en la experiencia analítica podría dar cuenta de esta imagen?, ¿con qué se correspondería la expresión “cuando se rompe un semblante” cuando estamos en el discurso analítico?
Lo que en la experiencia analítica nos puede evocar la ruptura de un semblante es la caída de los significantes amos en el análisis, caída que pone de relieve cuál era la economía de goce que ese significante ordenaba.
En el caso de Michel Leiris el análisis tendría que haber producido el S1 al cuál él se identificó: “el niño desgraciado” al que se identificó cuando su bonheur, sureusement, no fue bien acogido por su madre, una madre con problemas depresivos graves.
Lo que se escribe en el cuerpo, dice Lacan, reproduce la mitad de goce del sujeto (a).
Además de haber diferenciado la letra del significante, Lacan distingue también9, el rasgo unario, de la letra, situando al rasgo unario del lado del sujeto y a la letra del lado del objeto.
Ya había dicho que el sujeto surge a partir del borramiento del rasgo unario, razón por la cual decimos que el sujeto es en esencia defensa. Del borramiento del rasgo unario surge el sujeto, es decir surge una mitad del sujeto, la mitad susceptible de ser representada por el significante amo S1.
La otra mitad del sujeto, la que no es susceptible de ser representada, puede sin embargo escribirse, estamos hablando de la letra a; la letra de goce que se escribe como un acontecimiento del cuerpo.
Lo que esta escritura escribe no es otra cosa que el goce y el lugar donde se escribe no es otro que el cuerpo, el cuerpo como sede del goce, como lo definirá Lacan más adelante7.
“Lo que se evoca de goce cuando se rompe un semblante es lo que en lo real se presenta como erosión. De ahí que la escritura pueda considerarse en lo real la erosión del significado, es decir, lo que llovió del semblante en la medida en que eso es lo que constituye el significado (…) La escritura, la letra está en lo real y el significante en lo simbólico”8.
La nube como semblante, -significante que se ve-, y la naturaleza está llena de esos semblantes, según Lacan; la lluvia que cae de la nube-semblante como significado de goce que llueve del semblante “cuando éste se rompe” liberando las materias en suspensión. Este significado de goce que cae erosiona la tierra, deja huellas, escribe.
¿Qué es lo que en la experiencia analítica podría dar cuenta de esta imagen?, ¿con qué se correspondería la expresión “cuando se rompe un semblante” cuando estamos en el discurso analítico?
Lo que en la experiencia analítica nos puede evocar la ruptura de un semblante es la caída de los significantes amos en el análisis, caída que pone de relieve cuál era la economía de goce que ese significante ordenaba.
En el caso de Michel Leiris el análisis tendría que haber producido el S1 al cuál él se identificó: “el niño desgraciado” al que se identificó cuando su bonheur, sureusement, no fue bien acogido por su madre, una madre con problemas depresivos graves.
Lo que se escribe en el cuerpo, dice Lacan, reproduce la mitad de goce del sujeto (a).
Además de haber diferenciado la letra del significante, Lacan distingue también9, el rasgo unario, de la letra, situando al rasgo unario del lado del sujeto y a la letra del lado del objeto.
Ya había dicho que el sujeto surge a partir del borramiento del rasgo unario, razón por la cual decimos que el sujeto es en esencia defensa. Del borramiento del rasgo unario surge el sujeto, es decir surge una mitad del sujeto, la mitad susceptible de ser representada por el significante amo S1.
La otra mitad del sujeto, la que no es susceptible de ser representada, puede sin embargo escribirse, estamos hablando de la letra a; la letra de goce que se escribe como un acontecimiento del cuerpo.
La caligrafía china como arte del trazo único.
A Lacan le interesa la caligrafía china como arte del trazo único, un trazo que siendo único se puede sin embargo reproducir. En la caligrafía china la grafía del trazo inscribe la singularidad de un gesto, gesto irreductible aunque constante que se distingue de la universalidad del significante. La caligrafía apuesta por juntar la univer- salidad del significante y la materialidad singular que alcanza al ser y su goce.
Ese único trazo del pincel es equivalente a la letra, letra producida por el aluvión que erosiona y hace de la letra litoral, un litoral que separa dos dominios heterogéneos: el goce y el sentido. Esta concepción de la letra como litoral es a su vez una versión de lo que el pensamiento chino llama “el vacío mediano” y la respuesta de Lacan a la imposibilidad de escribir la relación sexual10.
“En la cursiva el singular de la mano aplasta el universal, o sea lo que yo les enseño que vale como significante”.11
Producir lo singular como hace el pintor calígrafo es lo que puede hacer el psicoanálisis. El psicoanálisis puede producir el trazo del Uno absoluto, o si se prefiere, producir la letra de goce del síntoma, lo más singular de un sujeto.
La culminación de este recorrido en el que Lacan se sirve de la escritura lógica y sus impases, y de la caligrafía china para producir la letra como litoral, dará lugar a una concepción del pase y del final del análisis a partir de la demostración lógica de lo imposible de escribir.
En esta lógica lo que no cesa de no escribirse, lo imposible de escribir, tiene función de real.
¿Qué es, entonces, lo que deja de no escribirse y se escribe en el flujo de la verdad siempre medio dicha en un análisis?
Al reformular la definición clásica de las modalidades lógicas e incluir en ellas el tiempo, Lacan puede llegar a articular que es a partir de lo que “contingentemente se escribe” en un análisis como se puede demostrar lo que es imposible de escribir.
Al mismo tiempo, el hecho de que contingentemente algo pueda dejar de no escribirse y se escriba, permite concebir el psicoanálisis, no sólo como una exploración de lo que está ya escrito y se repite, sino también como una exploración de lo nuevo que se puede llegar a escribir. Lo nuevo, en psicoanálisis, tiene relación con los beneficios terapéuticos que en esta experiencia se pueden obtener.
El decir del análisis permite poner en su lugar la función Ф(x), la que sitúa el goce como castrado y ello implica que la castración deja de no escribirse y se escribe. Lacan dice lo mismo de distintas maneras: “el análisis hace de la castración sujeto, o la histérica no se percibe como castrada más que a partir del análisis”12.
A partir de 1970 Lacan acentúa su “Hay lo Uno y nada más”13. Ese Uno que se escribe, que cesa de no escribirse, demuestra lo que no se puede escribir, a saber, el Dos que permitiría escribir la relación, entre el Uno y el Otro sexo. Lo imposible de escribir queda demostrado a lo largo del análisis por la escritura repetida del Uno y este imposible constituye el real propio al psicoanálisis, un real diferente del de la ciencia. A partir de estos desarrollos, el fantasma, aparece como una suplencia imaginaria de lo real, es decir, de la imposibilidad de escribir la relación entre el Uno y el Otro.
El pase se reformula entonces como demostración de este imposible, demostración que no se hace sobre el papel sino en la cura, en el caso por caso, a través del cuestionamiento de la vida amorosa de los sujetos, hasta que la insistencia del Uno en el análisis vale para demostrar la imposibilidad del Dos, lo que haría del pase un “pase al Uno” y también “un pase a la imposibilidad del Dos”.
A Lacan le interesa la caligrafía china como arte del trazo único, un trazo que siendo único se puede sin embargo reproducir. En la caligrafía china la grafía del trazo inscribe la singularidad de un gesto, gesto irreductible aunque constante que se distingue de la universalidad del significante. La caligrafía apuesta por juntar la univer- salidad del significante y la materialidad singular que alcanza al ser y su goce.
Ese único trazo del pincel es equivalente a la letra, letra producida por el aluvión que erosiona y hace de la letra litoral, un litoral que separa dos dominios heterogéneos: el goce y el sentido. Esta concepción de la letra como litoral es a su vez una versión de lo que el pensamiento chino llama “el vacío mediano” y la respuesta de Lacan a la imposibilidad de escribir la relación sexual10.
“En la cursiva el singular de la mano aplasta el universal, o sea lo que yo les enseño que vale como significante”.11
Producir lo singular como hace el pintor calígrafo es lo que puede hacer el psicoanálisis. El psicoanálisis puede producir el trazo del Uno absoluto, o si se prefiere, producir la letra de goce del síntoma, lo más singular de un sujeto.
La culminación de este recorrido en el que Lacan se sirve de la escritura lógica y sus impases, y de la caligrafía china para producir la letra como litoral, dará lugar a una concepción del pase y del final del análisis a partir de la demostración lógica de lo imposible de escribir.
En esta lógica lo que no cesa de no escribirse, lo imposible de escribir, tiene función de real.
¿Qué es, entonces, lo que deja de no escribirse y se escribe en el flujo de la verdad siempre medio dicha en un análisis?
Al reformular la definición clásica de las modalidades lógicas e incluir en ellas el tiempo, Lacan puede llegar a articular que es a partir de lo que “contingentemente se escribe” en un análisis como se puede demostrar lo que es imposible de escribir.
Al mismo tiempo, el hecho de que contingentemente algo pueda dejar de no escribirse y se escriba, permite concebir el psicoanálisis, no sólo como una exploración de lo que está ya escrito y se repite, sino también como una exploración de lo nuevo que se puede llegar a escribir. Lo nuevo, en psicoanálisis, tiene relación con los beneficios terapéuticos que en esta experiencia se pueden obtener.
El decir del análisis permite poner en su lugar la función Ф(x), la que sitúa el goce como castrado y ello implica que la castración deja de no escribirse y se escribe. Lacan dice lo mismo de distintas maneras: “el análisis hace de la castración sujeto, o la histérica no se percibe como castrada más que a partir del análisis”12.
A partir de 1970 Lacan acentúa su “Hay lo Uno y nada más”13. Ese Uno que se escribe, que cesa de no escribirse, demuestra lo que no se puede escribir, a saber, el Dos que permitiría escribir la relación, entre el Uno y el Otro sexo. Lo imposible de escribir queda demostrado a lo largo del análisis por la escritura repetida del Uno y este imposible constituye el real propio al psicoanálisis, un real diferente del de la ciencia. A partir de estos desarrollos, el fantasma, aparece como una suplencia imaginaria de lo real, es decir, de la imposibilidad de escribir la relación entre el Uno y el Otro.
El pase se reformula entonces como demostración de este imposible, demostración que no se hace sobre el papel sino en la cura, en el caso por caso, a través del cuestionamiento de la vida amorosa de los sujetos, hasta que la insistencia del Uno en el análisis vale para demostrar la imposibilidad del Dos, lo que haría del pase un “pase al Uno” y también “un pase a la imposibilidad del Dos”.
El síntoma como goce de una letra del inconsciente.
Esta propuesta hecha en 1975 se fundamenta en la diferencia ya realizada en el S. XVIII entre semblante y letra. En RSI13 sitúa el síntoma como un desbordamiento de lo simbólico sobre lo real en el nudo borromeo, el síntoma como un efecto de las palabras que escribe un goce que es fálico.
Esta nueva tesis está avalada por el paso franqueado en Encore donde Lacan había situado el significante al nivel del goce, lo que quiere decir que entre significante y goce hay coalescencia y no diferencia, a partir de ahí la noción de la letra como litoral que separa dos dominios heterogéneos, se vuelve obsoleta.
La letra del inconsciente de la que se goza en el síntoma es idéntica a sí misma, no llama a ningún complemento, ni pide nada. La mejor ilustración de esta concepción de la letra la encontramos en Finnegans Wake15, donde Joyce realiza una escritura que no está hecha para ser leída y donde hace un uso de la letra que es el mismo que constituye el nudo del goce autista de su síntoma.
El final del análisis y el pase son concebidos ahora por identificación al síntoma. La identificación al síntoma al final del análisis implica un cambio, implica cambiar el síntoma de transferencia por el síntoma fundamental, y pasar de la indeterminación a la consistencia, de lo evasivo a la aserción y de la falta en ser, al ser de goce.
El beneficio de la identificación al síntoma es un efecto de separación que da una solución al lazo transferencial sin que se produzca un retorno a la alienación al Otro con mayúscula. Además, la identificación al síntoma es lo que permite concluir un análisis.
Por otra parte, haber encontrado un final para la experiencia psicoanalítica a través de la identificación a la letra del síntoma, no debe hacernos olvidar que hay una opacidad del goce que no se deja atrapar por el saber, lo que explicaría el retorno de algunos AE al análisis después de su nominación.
Si es verdad que los efectos de lalangue16 sobrepasan con mucho todo lo que el sujeto puede atrapar y que el Uno encarnado que constituye la letra del síntoma, permanece indeciso, entre el fonema, la palabra, la frase o incluso todo el pensamiento17, poder localizar la letra del síntoma con certeza se torna problemático, sólo se podría hacer de forma hipotética. De hecho, podemos haber tomado la dimensión de nuestras inercias de goce, sin que por ello sepamos decir cual es el Uno que las fija, más que de un modo hipotético.
Esta propuesta hecha en 1975 se fundamenta en la diferencia ya realizada en el S. XVIII entre semblante y letra. En RSI13 sitúa el síntoma como un desbordamiento de lo simbólico sobre lo real en el nudo borromeo, el síntoma como un efecto de las palabras que escribe un goce que es fálico.
Esta nueva tesis está avalada por el paso franqueado en Encore donde Lacan había situado el significante al nivel del goce, lo que quiere decir que entre significante y goce hay coalescencia y no diferencia, a partir de ahí la noción de la letra como litoral que separa dos dominios heterogéneos, se vuelve obsoleta.
La letra del inconsciente de la que se goza en el síntoma es idéntica a sí misma, no llama a ningún complemento, ni pide nada. La mejor ilustración de esta concepción de la letra la encontramos en Finnegans Wake15, donde Joyce realiza una escritura que no está hecha para ser leída y donde hace un uso de la letra que es el mismo que constituye el nudo del goce autista de su síntoma.
El final del análisis y el pase son concebidos ahora por identificación al síntoma. La identificación al síntoma al final del análisis implica un cambio, implica cambiar el síntoma de transferencia por el síntoma fundamental, y pasar de la indeterminación a la consistencia, de lo evasivo a la aserción y de la falta en ser, al ser de goce.
El beneficio de la identificación al síntoma es un efecto de separación que da una solución al lazo transferencial sin que se produzca un retorno a la alienación al Otro con mayúscula. Además, la identificación al síntoma es lo que permite concluir un análisis.
Por otra parte, haber encontrado un final para la experiencia psicoanalítica a través de la identificación a la letra del síntoma, no debe hacernos olvidar que hay una opacidad del goce que no se deja atrapar por el saber, lo que explicaría el retorno de algunos AE al análisis después de su nominación.
Si es verdad que los efectos de lalangue16 sobrepasan con mucho todo lo que el sujeto puede atrapar y que el Uno encarnado que constituye la letra del síntoma, permanece indeciso, entre el fonema, la palabra, la frase o incluso todo el pensamiento17, poder localizar la letra del síntoma con certeza se torna problemático, sólo se podría hacer de forma hipotética. De hecho, podemos haber tomado la dimensión de nuestras inercias de goce, sin que por ello sepamos decir cual es el Uno que las fija, más que de un modo hipotético.
LA AUTORA
Araceli Fuentes García-Romero. A.M.E. Psicoanalista en Madrid,Miembro de la ELP y la AMP.
Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP, Madrid.
Referencias
1 C.Soler, L´inconsciente réinventé. Ed.Puf, París 2009. P. 18.
2 E.Laurent, “La lettre volée et le vol sur la lettre”, Revue de L´école de la cause freudienne, nº43.
3 M.-H. Roch, “Du litoral en psychanalyse. Une lecture de Lituraterre”. Curso del 7 de diciembre de 2009. Web ECF.
4 F. Cheng, Vacío y plenitud. Ed Siruela, 2008.P. 199.
5 Ibid.
6 J. Lacan, “Lituraterre” en De un discurso que no fuera del semblante. Ed. Paidós, 2009. P. 105.
7 J. Lacan, Seminario XX Encore. Ed Paidós, 1981.P. 32.
8 J. Lacan, De un discurso que no fuera del semblante. P. 113.
9 J Lacan, Ibid. P.112.
10 M-.Roch, ibid.
11 J. Lacan, Seminario XVIII, De un discurso que no fuera del semblante, Ed. Pidós, 2009, P. 111
12 J.Lacan, Compte rendu du Séminaire La logique du fantasme. Autres écrits. Ed. Seuil, París 2001.P. 323.
13 C. Soler, L´inconscient qu´est-ce que cést?, Curso 2007-2008, pg.142.
14 J. Lacan, RSI, seminario inédito. Clase del 21-1-1975.
15 J.-A. Miller, Choses de finesse en psychanalyse, Curso 2008-2009
16 J. Lacan, Seminario XX Encore, Ed.Paidós, 1981. P..165.
17 Ib., pg.168.
1 C.Soler, L´inconsciente réinventé. Ed.Puf, París 2009. P. 18.
2 E.Laurent, “La lettre volée et le vol sur la lettre”, Revue de L´école de la cause freudienne, nº43.
3 M.-H. Roch, “Du litoral en psychanalyse. Une lecture de Lituraterre”. Curso del 7 de diciembre de 2009. Web ECF.
4 F. Cheng, Vacío y plenitud. Ed Siruela, 2008.P. 199.
5 Ibid.
6 J. Lacan, “Lituraterre” en De un discurso que no fuera del semblante. Ed. Paidós, 2009. P. 105.
7 J. Lacan, Seminario XX Encore. Ed Paidós, 1981.P. 32.
8 J. Lacan, De un discurso que no fuera del semblante. P. 113.
9 J Lacan, Ibid. P.112.
10 M-.Roch, ibid.
11 J. Lacan, Seminario XVIII, De un discurso que no fuera del semblante, Ed. Pidós, 2009, P. 111
12 J.Lacan, Compte rendu du Séminaire La logique du fantasme. Autres écrits. Ed. Seuil, París 2001.P. 323.
13 C. Soler, L´inconscient qu´est-ce que cést?, Curso 2007-2008, pg.142.
14 J. Lacan, RSI, seminario inédito. Clase del 21-1-1975.
15 J.-A. Miller, Choses de finesse en psychanalyse, Curso 2008-2009
16 J. Lacan, Seminario XX Encore, Ed.Paidós, 1981. P..165.
17 Ib., pg.168.
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