Nuestros escritos toman su lugar en el interior de una aventura
que es la del psicoanalista, en la misma medida en que el psicoanálisis
es su puesta en cuestión.
J. Lacan, Escritos -El seminario sobre "la carta robada"
1. ¿Por qué sostener las Indicaciones y Contraindicaciones?
En principio constatamos los cambios que se han producido en el lazo de
los psicoanalistas con el mundo en el que se instaló, con el
psicoanálisis, y con su propio personaje. Tomamos prestada esta última
expresión del cuestionamiento que Lacan hiciera de los médicos el 16 de
febrero de 1966 [1].
El médico, el gran médico, había sido siempre una persona de autoridad,
de prestigio. El analista también logró hacerse de ese lugar, en un
espacio producido gracias a la decisión de Freud que contaba con el
rechazo generalizado y hacía un buen uso de él bajo el nombre común de
resistencias. En ellas encontraba la prueba de lo acertado del camino,
mientras que su levantamiento banal implicó por ejemplo una severa
crítica a Jung. Según Freud las resistencias desaparecían
proporcionalmente al sacrificio de las verdades psicoanalíticas tan
trabajosamente conquistadas. Su planteo es que el supuesto éxito del
psicoanálisis se producía al precio de rendir sus armas ante las verdades
que supo capturar[2].
Lacan se preguntaba por el límite en que el médico debe actuar y a qué
debe responder cuando es seducido por la ciencia y llamado como
científico fisiologista o para poner a prueba nuevos agentes terapéuticos
de cualquier especie. Señala en forma contundente que es en el registro
del modo de respuesta a la demanda del enfermo donde está la posibilidad
de supervivencia de la posición propiamente médica. Responder que el
enfermo viene a pedirnos la cura no es responder, pues la tarea precisa
en cada oportunidad, la que debe realizarse con urgencia, es que no
responda pura y simplemente a una posibilidad que se encuentre al alcance
de la mano[3].
Suele ser irrecusable para el psicoanalista, captar en el gran rubro de
Indicaciones y Contraindicaciones, que hay sujetos que vienen a
demandarnos que los autentifiquemos como enfermos, que solicitan que los
preserven en su enfermedad. Cuando Lacan así lo plantea, no está haciendo
una exégesis del furor curandis, sino que desea resaltar la significación
de la demanda, el sujeto que habla no puede no mentir.
En el momento que en la Universidad de Yale le preguntaron como elegía a
sus pacientes, Lacan respondió que él no los elegía así tan simplemente,
sino que ellos tenían que testimoniar acerca de lo que esperaban como
resultado de su petición.
Y le damos toda la razón, ya que hemos comprobado, por la experiencia
realizada en el equipo de atención de la Urgencia que hicimos existir[4],
que la urgencia es un espacio electivo en donde se deciden las cosas,
cuando el psicoanalista introduce la variable del tiempo, mejor dicho, su
erótica. Y las cosas pueden transformarse.
2. No soy eso que creen
En el mundo de hoy en el que el Psicoanálisis tiene buena prensa y las
verdades que produjo se han encarnado, quizás no en el mejor de los
modos, en la cotidianeidad de la vida de las personas y en los
fundamentos de las políticas de mercado que dicen que sí
indiscriminadamente al goce, al deseo, a la palabra, al sentido, en el sí
de una supuesta neutralidad benevolente del no juzgarás, [2] insistimos
en manifestar que la intervención del analista con su presencia es
esencial para marcar, no solamente el borde de lo analizable, el límite
de lo posible y lo imposible, de lo conveniente y lo inconveniente, del
riesgo[5],
sino para imprimir una diferencia con la reivindicación del
individualismo contemporáneo de los sujetos de su derecho a gozar.
Cuando decimos indicaciones y contraindicaciones sostenemos esencialmente
que no se trata tampoco de satisfacer la demanda ofreciendo un auditor
terapéutico para proveer a la palabra de una respuesta inmediata, ni de
un diálogo que funcione como instrumento del bienestar de sutura de la
falla subjetiva. Este espacio se puede definir como la demarcación de un
tiempo diferente, la expresión de una respuesta Otra que instrumenta el
psicoanalista, ante la demanda del sufriente, para poner al sujeto al
trabajo, y causar que ese trabajo se sostenga, a contramano de los modos
que cada sociedad va imprimiendo para contrarrestar las toxinas que el
psicoanálisis introdujo.
El personaje del analista, bufón más que infatuado, se preocupa por la
dimensión de la estafa que la misma palabra equívoco-mentirosa sugiere,
el real que hace exsistir, es el que incluye la mentira. También debe
enfrentarse al hecho de que la chifladura psicoanalítica, que llenó de
sentido el malestar del sujeto contemporáneo con palabras deslumbrantes,
queda culpablemente implicado sin poder retroceder, para sostener en cada
oportunidad que sea preciso, el mordaz sostenimiento del apotegma
"No soy eso que ustedes creen". La renovación del espíritu del
psicoanálisis debe en todo caso ir en contra de lo que es su mal, esas
grandes palabras, palabras no menos infladas por ser impuestas. Lacan
mostrará también una diferencia con Freud: mientras éste fue aspirado por
la noción del inconciente, que ubicó del lado de lo simbólico[6],
palabras que hacen que uno no comprenda nada, Lacan dice haber sido
aspirado por su propia práctica, de la aspiración por lo real. La
cuestión que se mantiene es cómo puede ser que a partir del uso de
ciertas palabras se llegue a tocar lo real del goce.
3. La necesaria implicación del psicoanalista
Es el objeto a lacaniano el que responde a la pregunta del estilo, y es
la esencia de lo que hace al estilo del psicoanalista lacaniano. En su
primera enseñanza, Lacan planteaba cómo en nuestra experiencia de
analista, la subjetividad es ineliminable, en tanto se afirma por una vía
que pasa muy lejos de aquella otra en la que se le podrían levantar
obstáculos. Para el analista, la subjetividad es aquello que ha de hacer
entrar en sus cálculos cuando se enfrenta con ese otro que puede hacer
entrar en los suyos su propio error, y no tratar de provocar este propio
error[7].
No nos deslicemos en obviedades, Indicaciones y Contraindicaciones
señalan que la dirección que se alumbra en ese cálculo sobre el cálculo
que incluye tanto al sujeto con su falta en ser como lo que lo colma,
allí el analista no puede sino quedar enganchado en una experiencia que
le exige pagar con su persona y con lo más íntimo de su juicio. Es la
necesaria implicación del analista, en cuerpo y alma, inspirado por el
resto de la cadena significante en una actitud provocativa que se aleja
de los posibles desahogos de la conciencia[8] y
se ubica llanamente en la dimensión de la verdad. El objeto a sería así
el nombre de esa subjetividad del analista cuando es agente en el
discurso analítico.
La práctica analítica es la experiencia que conlleva, para nosotros la
aplicación a la terapéutica. François Leguil ha recordado en su reciente
conferencia de Buenos Aires el hecho de que Freud haya inventado una
clínica que no se distingue de la terapéutica, y enfatizó cómo la
operación lacaniana restituye el espíritu original de la medicina, y se
sirve necesariamente de la transferencia. Y es en virtud de la
transferencia que suscita y de la que se responsabiliza, que el
psicoanalista es un practicante y no un científico.
Tenemos el cálculo sobre un sujeto que calcula, y además el elemento
libidinal que incorpora la transferencia. Se trata entonces de sostener
el terreno propio de la demanda en la condición de la contingencia, y lo
que Lacan presenta en su intervención a los médicos: que esa dimensión de
restitución al valor original de la experiencia médica no tiene nada de
idealista porque se trata de la relación con el goce del cuerpo.
En el número precedente de Papers hemos ubicado al arte del diagnóstico
en psicoanálisis y hemos dado sus coordenadas. Leguil lo ha planteado de
este modo: la clínica psicoanalítica no se hace con los diagnósticos
porque no se hace sin ellos. Es exactamente el mismo no sin del que nos
hablara Romildo do Rego Barros considerando el tema de nuestro próximo
Congreso. El "no sin es una afirmativa pero deja algo
indeterminado".[9]
4. Indicaciones y Contraindicaciones: una motivación ética
En ese lugar el analista debe dar una respuesta o, para decirlo mejor, no
va sin su respuesta. Y la respuesta de Lacan, no sin diagnósticos, ha
implicado en la contraindicación, una motivación ética. Nos referimos,
por ejemplo a los sujetos que nunca se sienten culpables. Si se trata de
los "católicos verdaderos" siempre está la chance de que en los
encuentros llamados preliminares se los consiga hacer sentir culpables,
para que, a partir de ello, sin la sensación de la absolución que brinda
el aparato de la Iglesia, puedan ubicar su responsabilidad. Se puede
incluso especular con que el sujeto siempre se siente culpable de lo real.
Si los canallas son sujetos sin un superyó que los atraviese y que sin
embargo consultan a un analista es, como ha planteado J.-A. Miller, para
aprender un saber técnico y quedar atontados para siempre convencidos que
no hay nada tan fácil como engañar al Otro. [10]
La lista continúa con los japoneses, los ricos, los que no portan una
demanda de algún tipo de sufrimiento...
En el seminario la Ética del Psicoanálisis leemos que los límites éticos
del análisis coinciden con los límites de su praxis. Su praxis no es más
que un preludio a una acción moral como tal, siendo la susodicha acción
aquella por la que desembocamos en lo real. [11]
Si es verdad que el psicoanálisis lacaniano apunta a lo real, el nombre
del fuera del sentido, también lo es que fuerza el goce al sentido para
intentar elaborarlo, procurar desanudarlo. De este modo, y a la manera de
un Witz, podemos definir que las indicaciones son la orientación a lo
real cuando éste está concernido dentro de la cura. Cuando no hay modo de
tocarlo con las palabras ahí tenemos la contraindicación.
5. Concluimos
En la intervención a los médicos con la que comenzamos esta contribución,
Lacan concluye planteando que lo quieran o no, los médicos han quedado
integrados al movimiento mundial (no existía la palabra global) de la
organización de una salud que se vuelve pública y que impide cada vez más
el mantenimiento de su función en el ámbito de lo privado, de lo que suele
implicar el célebre secreto profesional. Es por demás llamativo que Lacan
haya planteado a los médicos que reconstituyan lo sagrado de su antigua
función. ¿Y para los psicoanalistas? continuar y mantener el
descubrimiento freudiano. Como un misionero, dice Lacan, es decir como un
estilo de vida ya que la antigua función del médico y la del
psicoanalista no se limita al tiempo que uno le dedica a ello.
El psicoanálisis mantiene el problema de las indicaciones y
contraindicaciones dentro de su órbita y no cede a que los aparatos del
poder lo descalifiquen. Más de 100 años de prácticas y resultados nos
autorizan a definir junto con el que sufre de su cuerpo o de su
pensamiento los procedimientos oportunos para tratar su síntoma.
|
Nenhum comentário:
Postar um comentário
Observação: somente um membro deste blog pode postar um comentário.