sábado, 12 de janeiro de 2013

¡Atención, llega el nuevo DSM! Por Pierre-Gilles Guéguen



El Consejo de Administración de la APA (American Psychiatric Association) acaba de aprobar la edición del DSM-5. El volumen estará en el mercado en mayo de 2013. Es el final de un episodio que ha durado cinco años y que ha dado lugar a múltiples tensiones y a graves desacuerdos en el seno mismo de los equipos de redacción.

La obra por aparecer tiene su principal oponente mediático en la persona de Alen Frances, antiguo jefe del departamento de psiquiatría de la Duke University y presidente del grupo de trabajo para el establecimiento del DSM-IV. Declara en su blog del Huffington Post (1) que la salida del DSM-5 es el momento más triste de su carrera, predice que el nuevo instrumento va a producir estragos y que no se deberían tomar en cuenta los once ítems inéditos, que serán los más nocivos. Da la lista, retomada por Benedict Carey, periodista del New York Times, en su artículo del 10 de Diciembre (2). Entre las numerosas críticas dirigidas al comité de médicos redactores del DSM-5, una de las más destacadas se dirige a la extrema psiquiatrización de los acontecimientos de la vida cotidiana, ya se trate del duelo, de síntomas somáticos menores (dolores o síntomas grastro-intestinales por ejemplo). Esta medicalización, por supuesto, será seguida de un exceso de prescripción de medicamentos, la mayoría injustificados.

Según Alen Frances todas las categorías de edad están concernidas y en particular los niños: “Durante las dos últimas décadas, dice, la psiquiatría pediátrica ha provocado ya tres obstrucciones: la multiplicación por tres de los diagnósticos de problemas de déficit de atención, por 20 del trastorno autista, y por 40 de la depresión bipolar infantil.”En el caso de las personas mayores, el posible diagnóstico de trastorno neuro-cognitivo menor implicará una ola de ansiedad –y de tratamientos en personas que de ninguna manera son candidatas a la demencia senil. El ítem de trastorno deficitario de atención en adultos conducirá además a un mal uso de drogas estimulantes de toda naturaleza, lícitas e ilícitas. De la misma manera, bajo el ítem de trastornos adictivos del comportamiento, se puede colocar más o menos cualquier cosa...

Pero el debate más violento ha sido el del autismo. En el periodo de revisión del DSM-IV, el comité médico se abrió a los comentarios públicos, admitiendo y alentando así, en la definición de los ítems, la presión de lobbies de todo tipo. Hasta entonces el DSM, supuestamente, era un manual de psiquiatría definido por y para los psiquiatras, aunque las presiones externas no estaban ausentes (para la eliminación de la homosexualidad o de la histeria de las categorías nosográficas, por ejemplo).

A propósito del autismo, B. Carey describe las peripecias del debate: “Al principio el Comité tenía la intención de restringir y simplificar la definición del autismo, eliminando las categorías vecinas como el síndrome de Asperger y los trastornos generalizados del desarrollo no especificados, cuyo número había crecido exponencialmente durante la última década, en parte por el hecho de la imprecisión de las definiciones.” Algunos miembros del comité dimitieron aduciendo que se excluiría, de ese modo, al 45% de los casos diagnosticados. Las asociaciones de defensa de los autistas intervinieron entonces con fuerza, y el comité publicó su propio estudio que reducía la cifra al 10%. Finalmente fue necesario negociar, el comité conservó el nuevo ítem más restrictivo pero concedió que aquellos que habían sido reconocidos autistas, Asperger o con trastorno generalizado del desarrollo con anterioridad, podían seguir siéndolo. Lo que parece no tener sentido desde el punto de vista estrictamente médico (saber si se padece o no una enfermedad) no lo es desde el punto de vista económico (pago de primas de seguros y reembolso de gastos). En EE UU y ahora en Francia, son en gran medida las asociaciones de usuarios más virulentas las que dictan a los psiquiatras lo que deben considerar como enfermedad. Comprendemos la vehemencia de Alen Frances frente a la distorsión del instrumento actual del DSM-5, pero los defectos estaban ya en germen desde su nacimiento. La multiplicación de categorías únicamente fundadas en el tratamiento de datos estadísticos y de meta análisis, la pretensión de objetividad de los diagnósticos que descartan la subjetividad del médico, la confusión entre acto del psiquiatra y la distribución automática de medicamentos presagia la destrucción de la psiquiatría tal como pudo ser concebida en el siglo XIX. En el gran desorden de lo real del siglo XXI hay que incluir este.

A menos que, como sostenía recientemente Eric Laurent, la psiquiatría ya estuviera condenada desde que apareció el psicoanálisis, porque el psicoanálisis enseña que las clases sobre las que se funda la nosografía psiquiátrica jamás corresponden al sujeto cuando se lo toma en su singularidad. Para que este descubrimiento fuera evidente, fue necesario que Jacques Lacan nos hiciera sensibles a ello.


(1) http://www.huffingtonpost.com/allen-frances/

(2) http://www.nytimes.com/2012/12/11/health/a-compromise-on-defining-anddiagnosing-

mental-disorders.html?ref=benedictcare



Traducido por Julia Gutiérrez Arconada,

De: Lacan Cotidiano nº 260

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