El tema escogido para el Congreso de la AMP del 2008 es los objetos a en
la experiencia analítica. En su Conferencia
de Roma[1] Miller
señalaba que si vamos a hablar de los objetos en la experiencia analítica es
para tratar de dar cuenta de la presencia del cuerpo en el discurso del
analizante y da un programa a seguir que va del Seminario X al Seminario XX que
es donde Lacan se refiere a ese punto. Es por ello que para comenzar con esa
orientación de trabajo me centraré en el cuerpo y los objetos en el primer
momento de la enseñanza de Lacan para ubicar el cambio del Seminario X y dejar
apuntadas algunas modificaciones posteriores que habrá que seguir trabajando.
1. El cuerpo
y el objeto en el estadio del espejo
En el texto de 1949
Lacan plantea el cuerpo desvinculado del proceso de maduración. Se trata
del dominio imaginario del cuerpo
prematuro que se avanza sobre dominio real y lo condiciona, es decir, tiene
efectos formadores sobre el organismo.
Es la idea de que el desarrollo
se hace desde una estructura que no es la estructura anatómica y que marca un
estilo, es decir, un goce. Se hace evidente la diferencia
entre organismo y cuerpo visual, hiancia que Lacan señala, pues esa imagen no
incluye los órganos.[2]
Se trata del cuerpo como totalidad que se visualiza. Es una Gestalt
plana, simétrica e invertida. Hay que recordar que en este momento para Lacan
existen la satisfacción simbólica del reconocimiento y la satisfacción
imaginaria que cubre lo que
se llama goce[1].
La libido tiene estatuto imaginario y se halla en relación con el yo interpretado a partir del
narcisismo que es tomado en el estadio del espejo. Efectivamente, la imagen
tiene efectos formadores sobre el yo y el goce del cuerpo y los objetos es
imaginario. Por eso Lacan señala que esta aventura imaginaria estructura el
conjunto de la vida fantasmática.
Se
halla en primer plano el esquema L y el predominio del eje a-a’ que es el eje
del goce. En este paradigma la disyunción entre el significante y el goce se
expresa en la distinción entre el yo y el inconsciente.[2]
Es el Otro el que
realiza la primera atribución que permite la identificación del sujeto en el
estadio del espejo. Miller[3]
señala que “En el fondo, Lacan comenta en
su primera clínica, el goce del semblante propio en el espejo y no tanto del
cuerpo propio.” Efectivamente el júbilo que se registra en el sujeto da
cuenta de ese goce. Hay que recordar que aquí i(a) soporta no sólo el amor sino
el mundo de los objetos y es el principio del ser en el mundo visual.[4]
La
definición de inconsciente es que el mismo es imaginario y el concepto
operatorio es la imagen, tal como señala Miller en su Curso de este año.
2. El camino hacia el Seminario
X
Lacan corrige, en
el Seminario IV, el estadio del espejo
introduciendo el objeto imaginario y la falta y modifica la estructura de la
relación imaginaria al introducir un término suplementario, el falo imaginario
que hace de conmutador simbólico. En el inicio del Capítulo III, Lacan se
refiere a Dolto y a su exposición sobre la imagen del cuerpo y señala que la
imagen del cuerpo no es un objeto y no puede convertirse en un objeto. Se ve en
este punto la corrección de su propia formulación anterior. Tal cual estaba
presentado el estadio del espejo era una relación de objeto con un objeto
imaginario que es el propio cuerpo y que sirve de matriz para representar las
relaciones del yo y sus objetos.
El objeto, en ese momento, es imaginario pero se inscribe en lo
simbólico como falta. Es esta dimensión de la falta la que introduce la barra,
S barrado, A barrado. En ese
momento el objeto se desplaza de lo
imaginario a lo simbólico, aunque la referencia imaginaria es necesaria no es
suficiente para situar el objeto.
La pregunta
subyacente es: ¿el correlato del objeto en psicoanálisis es el yo? El eje a- a’ quiere decir que el objeto es
correlativo del yo por eso Lacan lo
cuestiona y por ello revisa el estadio del espejo. El correlato es el falo imaginario y no el
yo. Es el falo imaginario pero puesto en juego por la castración simbólica, es
el falo negativizado por el significante. Por eso el Seminario IV desarrolla el concepto de castración como falta
simbólica de un objeto imaginario. El objeto es imaginario pero sólo tiene valor para el deseo por la
falta simbólica que es - fi. El sujeto se encuentra frente a ella dividido, de
allí que también puede escribirse como – fi.
A partir del Seminario IV, Lacan escribirá en los dos
seminarios siguientes la fórmula del fantasma como generalización de a
sobre menos fi, que indica que el objeto encuentra su función en relación con
el sujeto como dividido. Así abandonará la relación de objeto por la teoría del
fantasma.
En
el Seminario IX, Lacan plantea que el
investimiento de la imagen especular es un tiempo fundamental de la relación
imaginaria pero que tiene un límite ya que no todo el investimiento libidinal
pasa por la imagen especular, es decir, hay un resto.
3. El cuerpo y el objeto en
el Seminario X.
En el Seminario X, Lacan
plantea que el problema es la entrada del significante en lo real y cómo de eso
nace un sujeto. Señala que lo que tenemos para presentarnos ante los otros es
nuestro cuerpo y da dos indicaciones: no puede tomarse cartesianamente en el
campo de la extensión ni como forma especular[1]. Es
el modo que encuentra para introducir la relación cuerpo-goce. Y allí coloca la pregunta sobre el objeto, cómo se
produce la transformación del mismo de localizable a incomunicable pero
dominante fantasmáticamente[2]. Lacan
avanza sobre la relación entre el objeto y el cuerpo. “¿Qué es el objeto a en el plano de lo que subsiste como cuerpo y que nos
sustrae en parte, por así decir, su propia voluntad?”[3]
EL objeto aparece
definido como reserva libidinal, la roca freudiana, y el vacío toma valor por el fenómeno de borde. El cuerpo
fragmentado antes del estadio del espejo da lugar al desorden de los a
minúscula y a partir de esto da una definición de autoerotismo: le falta a uno
el sí mismo, i(a), y no el mundo[1]. Antes
de i(a) hay los distintos objetos, se trata de los pedazos de cuerpo captados
en el momento en que i(a) se constituye.[2]
El cuerpo es ahora
un cuerpo libidinal y no especular y aparecen los órganos. Es un cuerpo informe
con zonas erógenas, es decir, no es limitado; sólo las zonas erógenas enmarcan.
Si en el estadio del espejo i(a) soportaba el mundo y los objetos en el Seminario X será el objeto a el que
estabilice el campo visual y está implicado en la construcción del sujeto. Es
lo que precisará más adelante cuando dice que el campo de la realidad “se sostiene por la extracción del objeto a
que sin embargo le da su marco.”[3].
Lacan se pregunta
sobre la naturaleza del conocimiento que
hay en el fantasma y responde que el
sujeto está implicado por la palabra en su cuerpo y esta es la raíz del
conocimiento. No se trata sin embargo
del cuerpo como totalidad sino del cuerpo que siempre tiene algo separado
debido al compromiso con el significante, la famosa libra de carne.[4]
Lacan retoma la
frase de Freud “la anatomía es el destino” diciendo que se convierte en
verdadera si se la toma en su función de corte. “El destino o sea, la relación del hombre con esa función llamada deseo,
sólo se anima plenamente en la medida en que es concebible el despedazamiento
del cuerpo propio, ese corte que es el lugar de los momentos electivos de su
funcionamiento.”[5]
El carácter cesible del objeto hace
que se pueda reemplazar el objeto natural por un objeto mecánico. Esta
propiedad del objeto lo pone en relación con la cadena de la fabricación humana
de objetos que pueden ser equivalentes a
los objetos naturales[6] Así
hace un cierto paralelismo entre la cadena significante y el objeto a y la
cadena de fabricación que produce objetos sucedáneos La lógica del
movimiento que Lacan realiza es importante de retener “La función del objeto cesible como pedazo separable vehicula
primitivamente algo de la identidad del cuerpo, antecediendo en el cuerpo mismo
en lo que respecta a la constitución del sujeto.”[1] El
sujeto “sólo se realiza en objetos que
son de la misma serie que el a, ocupan el mismo lugar en esa matriz. Son
siempre objetos cesibles, y son lo que desde hace mucho tiempo se llama las
obras, con todo el sentido que tiene este término incluso en el campo de la
teología moral.”[2]
4. Cuerpo, objeto e inconsciente: el
Seminario XI
En el Seminario XI[3], el
inconsciente es lo que se abre y se cierra según una pulsación temporal
representado por el esquema de la nasa como opuesto a la alforja. En relación
con la nasa el sujeto está dentro de ella. Lo central es el orificio y lo que
sale, el cierre del inconsciente está dado por el papel del obturador, objeto
a, aspirado en el orificio.
Este momento de la
enseñanza de Lacan, Miller lo formaliza como Paradigma IV, el goce normal. Se
trata del goce fragmentado en objetos a. Recordemos que el a es un vacío
introducido por lo simbólico y la pulsión un trayecto de ida y vuelta alrededor
de ese vacío. El inconsciente ordenado como una cadena tiene otra cara, la
discontinuidad, que le hace funcionar como un borde que se abre y se cierra. De
este modo homogeniza al inconsciente con una zona erógena lo que establece una
relación entre el inconsciente y la pulsión. La discontinuidad del borde es lo que
permite reconocer las zonas erógenas. Las mismas no remiten a ningún estadio
madurativo sino que es el tropiezo el que anima el desarrollo, la tyche.
Cada uno de estos momentos tiene en su centro un mal
encuentro.
Las zonas erógenas
están en relación directa y predominante con el Otro, el Otro del deseo, el
Otro de la demanda y a partir de ello Lacan
organiza una topología diferente del cuerpo. Se puede entender, a partir
de la formulación de las zonas erógenas, el goce fragmentado en objetos. El
Seminario XI es la última vez que pone en oposición inconsciente y real.
5. El cambio de los años 70
Se hace necesario
un recorrido, al que sólo aludimos aquí, hasta llegar al momento que pone el
cuerpo en relación con el goce y que lleva a la definición del síntoma como
acontecimiento del cuerpo.
En “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad”[1],
de 1967, Lacan esboza lo que será el
camino del último tramo de su enseñanza , el cuerpo por la
operación significante forma el lecho del Otro. De ese efecto queda un pedazo
como causa del deseo.
En Radiofonía [2] Lacan
precisa que el sujeto del inconsciente embraga sobre el cuerpo y esto no se
sitúa más que por el discurso.
El Seminario
XX desarrolla que el cuerpo es el
lugar del Otro y la insuficiencia del objeto para tratar el goce porque es un semblante.
¿Cómo es que el
cuerpo ha venido al lugar del Otro?. Se trata de un desarrollo que se inicia a
partir de que Lacan introduce la dimensión del objeto a. En realidad lo que
plantea es la sustitución del objeto a al lugar del Otro. En el Capítulo II del
Seminario Aún, Lacan dice: “gozar de un cuerpo que simboliza al Otro”
y lo da como el supuesto de la
experiencia analítica. “¿No es esto lo que supone propiamente la
experiencia psicoanalítica?. La sustancia del cuerpo a condición de que se
defina sólo por lo que se goza, propiedad del cuerpo viviente sin duda, pero no
sabemos qué es estar vivo a no ser por esto: que un cuerpo es algo que se goza”[3]. Pero
¿cómo se goza?. corporizándolo de manera significante. ¿Por qué dice
corporizándolo de manera significante?. Porque no se puede gozar del cuerpo
como totalidad, sólo se puede gozar de la imagen del cuerpo como totalidad,
pero materialmente no se puede porque
siempre se goza de una parte del cuerpo del Otro. Se trata de este modo de una
lógica encarnada[4]
como dice Miller en su presentación del Congreso.
Cuando entramos en
esta dimensión del goce tomado en relación con el cuerpo del Otro, aparece de
forma patente que no hay proporción
sexual.
En este seminario Lacan, formula por primera
vez, que el significante es la causa del
goce porque sin el significante no se podría abordar ni una parte del cuerpo. Es por la
vía del significante y del discurso cómo se ha producido ese resto que tiene
función de causa.
En el Seminario XXI, Lacan insiste nuevamente
sobre el tema de la vida. No
tenemos una definición de la vida si no tomamos en cuenta el goce. El discurso
analítico pone en primer plano la vida. ¿Por qué?. Porque cada sujeto es la
fórmula única de una modalidad de goce. Y esta modalidad de goce no se puede
pensar sin el soporte material de un cuerpo, sin el soporte material del
significante. Por eso Lacan dice: “el
primer cuerpo hace que surja allí el segundo”
Para concluir con
el trabajo de hoy podemos decir que no
hay goce más que a condición de que la vida se presente bajo la forma del
cuerpo[1].
Miller señala que se puede “pensar el goce como un afecto del cuerpo”. Creo
que ese punto se puede formular a partir de la cita de Lacan en La Tercera, “¿De qué tenemos miedo?
De nuestro cuerpo. La angustia es precisamente algo que se sitúa en el cuerpo,…”.
El goce como un afecto del cuerpo puede tomarse en esa dirección y deja abierta
la cuestión sobre la definición del inconsciente en la última enseñanza de
Lacan.
Notas:
[1] Miller,J-A. “AMP 2008. Les objets a dans l’expèrience analytique”. En : Lettre Mensuelle nº
252.
[1] Lacan, J. “La agresividad en psicoanálisis”. En Escritos I. Siglo XXI.
p.128
“Saben que su
proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado
de su historia, integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un
dominio real de su cuerpo. Pero antes de ese momento, aunque en forma
correlativa con él, el sujeto toma conciencia
de su cuerpo como totalidad. Insisto en este punto en mi teoría del
estadio del espejo: la sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda
al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio
real. Esta formación se desvincula así del proceso mismo de la maduración, y no
se confunde con él. El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico,
y esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor
efectivo
[1] Miller,J.A. “Los seis paradigmas del goce”. En Freudiana
[1] Lacan,J. “El estadio del espejo” Escritos. T1.
“Así esta Gestalt, cuya pregnancia debe
considerarse como ligada a la especie, aunque su estilo motor sea todavía
confundible, por esos dos aspectos de su aparición simboliza la permanencia
mental del yo [je] al mismo tiempo que prefigura su destinación enajenadora;
está preñada todavía de las correspondencias que unen el yo [je] a la estatua
en que el hombre se proyecta como a los fantasmas que le dominan, al autómata,
en fin, en el cual, en una relación ambigua, tiende a redondearse el mundo de
su fabricación.”
[1] Miller,J-A. De la naturaleza de los semblantes. Paidos. 2002 p.232
[1] Miller,J-A. “Introduction à la lectura du Seminaire L’angoisse”. En La
Cause freudienne nº 59.p.83
[1] Lacan,J. Seminario X.Paidos.p.100
[1] Ibidem.
[1] Op.cit.p.121
[1] Op.cit.132
[1] Op.cit.131
[1] Lacan,J. “De una cuestión preliminar..” Escritos 2.p. 535. Ver
también: Miller,J.A. “Mostración en Premonté” En: Matemas I. Manantial.
[1] Lacan,J. Seminario X.p.237
[1] Op.cit,p.256
[1] Op.cit.338
[1] Op.cit.339
[1] Op.cit. p.342
[1] Lacan J. Seminario XI. Paidos. Barcelona
[1] Lacan,J. “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad” En:
Intervenciones y textos. Manantial. Buenos Aires. 1988.
[1] Lacan,J. Radiofonía. Anagrama. Barcelona.p.19
[1] Lacan,J. Seminario XX. Paidos. Barcelona.32
[1] Sobre este punto trató especialmente
[1] Miller,J.A, Lo real en la experiencia analítica,
Paidos
EL CUERPO EN PSICOANÁLISIS
El cuerpo en la experiencia analítica
Hebe Tizio www.cdcelp.org/docs/HebeTizio_16ene07.doc
El cuerpo en la experiencia analítica
Hebe Tizio www.cdcelp.org/docs/HebeTizio_16ene07.doc
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