domingo, 25 de março de 2012

El cuerpo en la experiencia analítica - Hebe Tizio




El tema escogido para el Congreso de la AMP del 2008 es los objetos a en la experiencia analítica. En su Conferencia de Roma[1] Miller señalaba que si vamos a hablar de los objetos en la experiencia analítica es para tratar de dar cuenta de la presencia del cuerpo en el discurso del analizante y da un programa a seguir que va del Seminario X al Seminario XX que es donde Lacan se refiere a ese punto. Es por ello que para comenzar con esa orientación de trabajo me centraré en el cuerpo y los objetos en el primer momento de la enseñanza de Lacan para ubicar el cambio del Seminario X y dejar apuntadas algunas modificaciones posteriores que habrá que seguir trabajando.

1. El cuerpo y el objeto en el estadio del espejo
En el texto  de 1949  Lacan plantea el cuerpo desvinculado del proceso de maduración. Se trata del dominio imaginario del  cuerpo prematuro que se avanza sobre dominio real y lo condiciona, es decir, tiene efectos formadores sobre el organismo.  Es la  idea de que el desarrollo se hace desde una estructura que no es la estructura anatómica y que marca un estilo, es decir, un goce. Se hace evidente la diferencia entre organismo y cuerpo visual, hiancia que Lacan señala, pues esa imagen no incluye los órganos.[2]
Se trata del cuerpo como totalidad que se visualiza. Es una Gestalt plana, simétrica e invertida. Hay que recordar que en este momento para Lacan existen la satisfacción simbólica del reconocimiento y la satisfacción imaginaria que cubre lo que se llama goce[1]. La libido tiene estatuto imaginario y se halla en relación  con el yo interpretado a partir del narcisismo que es tomado en el estadio del espejo. Efectivamente, la imagen tiene efectos formadores sobre el yo y el goce del cuerpo y los objetos es imaginario. Por eso Lacan señala que esta aventura imaginaria estructura el conjunto de la vida fantasmática.
Se halla en primer plano el esquema L y el predominio del eje a-a’ que es el eje del goce. En este paradigma la disyunción entre el significante y el goce se expresa en la distinción entre el yo y el inconsciente.[2]
Es el Otro el que realiza la primera atribución que permite la identificación del sujeto en el estadio del espejo. Miller[3] señala que “En el fondo, Lacan comenta en su primera clínica, el goce del semblante propio en el espejo y no tanto del cuerpo propio.” Efectivamente el júbilo que se registra en el sujeto da cuenta de ese goce. Hay que recordar que aquí i(a) soporta no sólo el amor sino el mundo de los objetos y es el principio del ser en el mundo visual.[4]
La definición de inconsciente es que el mismo es imaginario y el concepto operatorio es la imagen, tal como señala Miller en su Curso de este año.
2. El camino hacia el Seminario X
Lacan corrige, en el Seminario IV,  el estadio del espejo introduciendo el objeto imaginario y la falta y modifica la estructura de la relación imaginaria al introducir un término suplementario, el falo imaginario que hace de conmutador simbólico. En el inicio del Capítulo III, Lacan se refiere a Dolto y a su exposición sobre la imagen del cuerpo y señala que la imagen del cuerpo no es un objeto y no puede convertirse en un objeto. Se ve en este punto la corrección de su propia formulación anterior. Tal cual estaba presentado el estadio del espejo era una relación de objeto con un objeto imaginario que es el propio cuerpo y que sirve de matriz para representar las relaciones del yo y sus objetos.
El objeto, en ese momento, es imaginario pero se inscribe en lo simbólico como falta. Es esta dimensión de la falta la que introduce la barra, S barrado, A barrado. En ese momento el objeto se desplaza  de lo imaginario a lo simbólico, aunque la referencia imaginaria es necesaria no es suficiente para situar el objeto.
La pregunta subyacente es: ¿el correlato del objeto en psicoanálisis es el yo? El eje  a- a’ quiere decir que el objeto es correlativo del yo por eso Lacan  lo cuestiona y por ello revisa el estadio del espejo.  El correlato es el falo imaginario y no el yo. Es el falo imaginario pero puesto en juego por la castración simbólica, es el falo negativizado por el significante. Por eso el Seminario IV desarrolla el concepto de castración como falta simbólica de un objeto imaginario. El objeto es imaginario  pero sólo tiene valor para el deseo por la falta simbólica que es - fi. El sujeto se encuentra frente a ella dividido, de allí que también puede escribirse como – fi.
A partir del Seminario IV, Lacan escribirá en los dos seminarios siguientes la fórmula del fantasma como generalización de a sobre menos fi, que indica que el objeto encuentra su función en relación con el sujeto como dividido. Así abandonará la relación de objeto por la teoría del fantasma.
En el Seminario IX, Lacan plantea que el investimiento de la imagen especular es un tiempo fundamental de la relación imaginaria pero que tiene un límite ya que no todo el investimiento libidinal pasa por la imagen especular, es decir, hay un resto.
3. El cuerpo y el objeto en el Seminario X.
En el Seminario X, Lacan plantea que el problema es la entrada del significante en lo real y cómo de eso nace un sujeto. Señala que lo que tenemos para presentarnos ante los otros es nuestro cuerpo y da dos indicaciones: no puede tomarse cartesianamente en el campo de la extensión ni como forma especular[1]. Es el modo que encuentra para introducir la relación cuerpo-goce. Y allí  coloca la pregunta sobre el objeto, cómo se produce la transformación del mismo de localizable a incomunicable pero dominante fantasmáticamente[2]. Lacan avanza sobre la relación entre el objeto y el cuerpo. “¿Qué es el objeto a en el plano de lo que subsiste como cuerpo y que nos sustrae en parte, por así decir, su propia voluntad?[3]
EL objeto aparece definido como reserva libidinal, la roca freudiana,  y el vacío toma valor  por el fenómeno de borde. El cuerpo fragmentado antes del estadio del espejo da lugar al desorden de los a minúscula y a partir de esto da una definición de autoerotismo: le falta a uno el sí mismo, i(a),  y no el mundo[1]. Antes de i(a) hay los distintos objetos, se trata de los pedazos de cuerpo captados en el momento en que i(a) se constituye.[2]
El cuerpo es ahora un cuerpo libidinal y no especular y aparecen los órganos. Es un cuerpo informe con zonas erógenas, es decir, no es limitado; sólo las zonas erógenas enmarcan. Si en el estadio del espejo i(a) soportaba el mundo y los objetos en el Seminario X será el objeto a el que estabilice el campo visual y está implicado en la construcción del sujeto. Es lo que precisará más adelante cuando dice que el campo de la realidad “se sostiene por la extracción del objeto a que sin embargo le da su marco.”[3].
Lacan se pregunta sobre la naturaleza  del conocimiento que hay en el fantasma y responde  que el sujeto está implicado por la palabra en su cuerpo y esta es la raíz del conocimiento. No se trata sin  embargo del cuerpo como totalidad sino del cuerpo que siempre tiene algo separado debido al compromiso con el significante, la famosa libra de carne.[4]
Lacan retoma la frase de Freud “la anatomía es el destino” diciendo que se convierte en verdadera si se la toma en su función de corte. “El destino o sea, la relación del hombre con esa función llamada deseo, sólo se anima plenamente en la medida en que es concebible el despedazamiento del cuerpo propio, ese corte que es el lugar de los momentos electivos de su funcionamiento.”[5]
El carácter cesible del objeto hace  que se pueda reemplazar el objeto natural por un objeto mecánico. Esta propiedad del objeto lo pone en relación con la cadena de la fabricación humana  de objetos que pueden ser equivalentes a los objetos naturales[6] Así hace un cierto paralelismo entre la cadena significante y el objeto a y la cadena de fabricación que produce objetos sucedáneos La lógica del movimiento que Lacan realiza es importante de retener “La función del objeto cesible como pedazo separable vehicula primitivamente algo de la identidad del cuerpo, antecediendo en el cuerpo mismo en lo que respecta a la constitución del sujeto.”[1] El sujeto “sólo se realiza en objetos que son de la misma serie que el a, ocupan el mismo lugar en esa matriz. Son siempre objetos cesibles, y son lo que desde hace mucho tiempo se llama las obras, con todo el sentido que tiene este término incluso en el campo de la teología moral.”[2]
4. Cuerpo, objeto e inconsciente: el Seminario XI
En el Seminario XI[3], el inconsciente es lo que se abre y se cierra según una pulsación temporal representado por el esquema de la nasa como opuesto a la alforja. En relación con la nasa el sujeto está dentro de ella. Lo central es el orificio y lo que sale, el cierre del inconsciente está dado por el papel del obturador, objeto a, aspirado en el orificio.
Este momento de la enseñanza de Lacan, Miller lo formaliza como Paradigma IV, el goce normal. Se trata del goce fragmentado en objetos a. Recordemos que el a es un vacío introducido por lo simbólico y la pulsión un trayecto de ida y vuelta alrededor de ese vacío. El inconsciente ordenado como una cadena tiene otra cara, la discontinuidad, que le hace funcionar como un borde que se abre y se cierra. De este modo homogeniza al inconsciente con una zona erógena lo que establece una relación entre el inconsciente y la pulsión. La discontinuidad del borde es lo que permite reconocer las zonas erógenas. Las mismas no remiten a ningún estadio madurativo sino que es el tropiezo el que anima el desarrollo, la tyche. Cada uno de estos momentos tiene en su centro un mal encuentro.
Las zonas erógenas están en relación directa y predominante con el Otro, el Otro del deseo, el Otro de la demanda y a partir de ello Lacan  organiza una topología diferente del cuerpo. Se puede entender, a partir de la formulación de las zonas erógenas, el goce fragmentado en objetos. El Seminario XI es la última vez que pone en oposición inconsciente y real.
5. El cambio de los años 70

Se hace necesario un recorrido, al que sólo aludimos aquí, hasta llegar al momento que pone el cuerpo en relación con el goce y que lleva a la definición del síntoma como acontecimiento del cuerpo.
En “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad[1], de 1967,  Lacan esboza lo que será el camino del último tramo de su enseñanza , el cuerpo por la operación significante forma el lecho del Otro. De ese efecto queda un pedazo como causa del deseo.
En Radiofonía [2] Lacan precisa que el sujeto del inconsciente embraga sobre el cuerpo y esto no se sitúa más que por el discurso.
 El Seminario XX  desarrolla que el cuerpo es el lugar del Otro y la insuficiencia del objeto para tratar  el goce porque es un semblante.
¿Cómo es que el cuerpo ha venido al lugar del Otro?. Se trata de un desarrollo que se inicia a partir de que Lacan introduce la dimensión del objeto a. En realidad lo que plantea es la sustitución del objeto a al lugar del Otro. En el Capítulo II del Seminario Aún, Lacan dice: “gozar de un cuerpo que simboliza al Otro” y  lo da como el supuesto de la experiencia analítica.  “¿No es esto lo que supone propiamente la experiencia psicoanalítica?. La sustancia del cuerpo a condición de que se defina sólo por lo que se goza, propiedad del cuerpo viviente sin duda, pero no sabemos qué es estar vivo a no ser por esto: que un cuerpo es algo que se goza[3]. Pero ¿cómo se goza?. corporizándolo de manera significante. ¿Por qué dice corporizándolo de manera significante?. Porque no se puede gozar del cuerpo como totalidad, sólo se puede gozar de la imagen del cuerpo como totalidad, pero materialmente no se puede  porque siempre se goza de una parte del cuerpo del Otro. Se trata de este modo de una lógica encarnada[4] como dice Miller en su presentación del Congreso.
Cuando entramos en esta dimensión del goce tomado en relación con el cuerpo del Otro, aparece de forma patente que  no hay proporción sexual.
En este seminario Lacan, formula por primera vez,  que el significante es la causa del goce porque sin el significante no se podría abordar ni una parte del cuerpo. Es por la vía del significante y del discurso cómo se ha producido ese resto que tiene función de causa.
En el Seminario XXI, Lacan insiste nuevamente sobre el tema de la vida. No tenemos una definición de la vida si no tomamos en cuenta el goce. El discurso analítico pone en primer plano la vida. ¿Por qué?. Porque cada sujeto es la fórmula única de una modalidad de goce. Y esta modalidad de goce no se puede pensar sin el soporte material de un cuerpo, sin el soporte material del significante. Por eso Lacan dice: “el primer cuerpo hace que surja allí el segundo
Para concluir con el trabajo de hoy podemos decir  que no hay goce más que a condición de que la vida se presente bajo la forma del cuerpo[1]. Miller señala que se puede “pensar el goce como un afecto del cuerpo”. Creo que ese punto se puede formular a partir de la cita de Lacan en La Tercera, “¿De qué tenemos miedo? De nuestro cuerpo. La angustia es precisamente algo que se sitúa en el cuerpo,…”. El goce como un afecto del cuerpo puede tomarse en esa dirección y deja abierta la cuestión sobre la definición del inconsciente en la última enseñanza de Lacan.
Notas:

[1] Miller,J-A. “AMP 2008. Les objets a dans l’expèrience analytique”. En : Lettre Mensuelle nº 252.
[1] Lacan, J. “La agresividad en psicoanálisis”. En Escritos I. Siglo XXI. p.128
Saben que su proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado de su historia, integrar efectivamente sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo. Pero antes de ese momento, aunque en forma correlativa con él, el sujeto toma conciencia  de su cuerpo como totalidad. Insisto en este punto en mi teoría del estadio del espejo: la sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al sujeto un dominio imaginario de su cuerpo, prematuro respecto al dominio real. Esta formación se desvincula así del proceso mismo de la maduración, y no se confunde con él. El sujeto anticipa la culminación del dominio psicológico, y esta anticipación dará su estilo al ejercicio ulterior del dominio motor efectivo
[1] Miller,J.A. “Los seis paradigmas del goce”. En Freudiana
[1] Lacan,J. “El estadio del espejo” Escritos. T1.
Así esta Gestalt, cuya pregnancia debe considerarse como ligada a la especie, aunque su estilo motor sea todavía confundible, por esos dos aspectos de su aparición simboliza la permanencia mental del yo [je] al mismo tiempo que prefigura su destinación enajenadora; está preñada todavía de las correspondencias que unen el yo [je] a la estatua en que el hombre se proyecta como a los fantasmas que le dominan, al autómata, en fin, en el cual, en una relación ambigua, tiende a redondearse el mundo de su fabricación.
[1] Miller,J-A. De la naturaleza de los semblantes. Paidos. 2002 p.232
[1] Miller,J-A. “Introduction à la lectura du Seminaire L’angoisse”. En La Cause freudienne nº 59.p.83

[1] Lacan,J. Seminario X.Paidos.p.100
[1] Ibidem.
[1] Op.cit.p.121

[1] Op.cit.132
[1] Op.cit.131
[1] Lacan,J. “De una cuestión preliminar..” Escritos 2.p. 535. Ver también: Miller,J.A. “Mostración en Premonté” En: Matemas I. Manantial.
[1] Lacan,J. Seminario X.p.237
[1] Op.cit,p.256
[1] Op.cit.338
[1] Op.cit.339
[1] Op.cit. p.342
[1] Lacan J. Seminario XI. Paidos. Barcelona

[1] Lacan,J. “Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad” En: Intervenciones y textos. Manantial. Buenos Aires. 1988.
[1] Lacan,J. Radiofonía. Anagrama. Barcelona.p.19
[1] Lacan,J. Seminario XX. Paidos. Barcelona.32
[1] Sobre este punto trató especialmente Isabelle Durand en su presentación en este Espacio

[1] Miller,J.A, Lo real en la experiencia analítica, Paidos

EL CUERPO EN PSICOANÁLISIS
El cuerpo en la experiencia analítica

Hebe Tizio 
www.cdcelp.org/docs/HebeTizio_16ene07.doc

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