Miquel Bassols
-¿Cuál es la diferencia del cuerpo para el Psicoanálisis y el cuerpo para la ciencia?
Partamos de la
diferencia entre organismo y cuerpo. Para llegar a tener un cuerpo es necesario
cierto recorrido, más bien complejo, que pasa por el vínculo con los otros, que
supone la construcción de una imagen real de ese cuerpo para el ser que habla,
una construcción que Lacan investigó ya con su famoso “estadio del espejo” como
formador de la función del Yo. No nacemos con un cuerpo, nacemos con un
organismo, y debemos pasar por ciertos circuitos de lenguaje, circuitos
enteramente simbólicos distintos del orden puramente biológico, para llegar a
hacernos con ese cuerpo. Y, en efecto, “nos hacemos” con el cuerpo del mismo
modo que podemos afirmar que hablamos con el cuerpo.
Llegar a tener un
cuerpo supone un vínculo con el lenguaje a partir del cual este cuerpo será
experimentado de una u otra forma. De modo que, como afirmará Lacan, no somos
un cuerpo sino que sólo llegamos a tenerlo gracias a ciertas operaciones
simbólicas fundamentales que el psicoanálisis estudia en la clínica. Por
ejemplo, podemos verificar que en ciertos sujetos diagnosticados de autismo
este cuerpo no se construye de una manera evidente, que la relación con los
agujeros y los límites del cuerpo siguen una lógica muy singular, diferente a
la que mantienen otro sujetos. Basta ver la angustia del niño que rodea de
manera repetida y frenética el borde de un agujero como si pudiera ser tragado
por él, como si ese agujero estuviera en continuidad con los agujeros de su
propio cuerpo sin poder distinguirlos de él. En este tipo de operaciones podemos
verificar qué supone experimentar el cuerpo como un conjunto desordenado de
agujeros, sin poder disponer de una imagen corporal unificada.
De modo que el
cuerpo es una construcción simbólica e imaginaria a partir de un organismo que,
en sí mismo, no dispone de ninguna función subjetiva. La ciencia trata
generalmente con organismos, seres que califica de vivos aún sin tener nada
claro todavía qué es la vida como tal, qué es lo que especifica a un ser como
vivo. La pregunta fue ya planteada por Erwin Schrödinger en su famoso texto
“¿Qué es la vida?” y está todavía por responder.
Pues bien, aún es
más enigmática para la ciencia la pregunta “¿Qué es un ser que habla?”. Y sólo
un ser que habla llega a tener propiamente un cuerpo. Es este ser que habla con
un cuerpo el que trata el psicoanálisis.
-Es sabido que para la ciencia de nuestro tiempo
los cuerpos dicen, hablan por sí mismos, significan cosas con un saber ya
escrito en ellos, ya sea en un gen o en una neurona. ¿Qué del sujeto para la
ciencia entonces?
Es cierto, la
ciencia también se confronta a su manera con este “misterio del cuerpo que
habla”, como lo llamaba Jacques Lacan. De hecho, tanto la Física como las
Neurociencias de nuestro tiempo se dan de cabeza por distintos caminos con este
real imposible de resolver. La Física divulgada por un Stephen Hawking termina
por aceptar que en el fundamento del universo en el que vivimos se encuentra el
“milagro”, literalmente, del lenguaje. ¿De dónde viene este aparato infernal del
lenguaje que sirve tanto para hacer frente a lo real como para dejarse
aniquilar por él? Las Neurociencias sueñan todavía con la idea de que
topografiando el cerebro y mapeando todas su zonas y conexiones neuronales llegaremos
a encontrar las huellas de este virus que es el lenguaje, un virus que modifica
al cuerpo hasta límites insospechados. La moda es sólo un juego de niños al
lado de lo que hoy nos promete la ciencia para modificar este cuerpo.
Sin embargo, la
localización del lenguaje en el sistema nervioso —ya sea en el cerebro como en
sus conexiones con el resto del organismo—, se resiste de manera especial. La
búsqueda sigue, inútilmente porque se busca en el mal lugar con la excusa de
que ahí hay más luz, como el personaje de aquel cuento que había perdido su
llave y la buscaba debajo del farol con este argumento. Finalmente, lo mejor
que se puede decir desde esta perspectiva —es, por ejemplo, lo que dijeron hace
una década neurocientíficos como G. Edelman y G. Tononi—, es que el lenguaje
viene del lugar del Otro, que no hay nada en la naturaleza y evolución del
sistema nervioso que pueda asegurar su presencia, y que este lenguaje nos
convierte a cada uno en una “muestra comparable a nada”, en seres absolutamente
distintos unos de los otros. Es muy sugerente, es una idea que nos conduce a lo
más genuino de la concepción que el psicoanálisis tiene del síntoma, incluso
del síntoma al final de un análisis, una muestra singular que no es comparable
a nada, a ningún otro síntoma.
Por otra parte,
la ciencia encuentra un saber ya escrito en lo real, en lo real del gen o de la
neurona por ejemplo, como si alguien lo hubiera escrito ya allí. El problema es
que a veces en nombre de este saber que se supone ya escrito en lo real se deja
de escuchar al sujeto responsable de sus actos, al sujeto del síntoma. Es lo
que sucede, por ejemplo, cuando se hace de la genética la causa de fenómenos
que tocan el sentido singular de la vida y de la elección del sujeto, como es su
elección sexual.
Lacan sostenía
que cuanto más la ciencia avanzaba, más lo real enmudecía y más se hacía
escuchar correlativamente en los nuevos síntomas de nuestra época. Ahí está el
retorno del sujeto excluido por la ciencia. El psicoanálisis es el que se hace
destinatario del mensaje de este sujeto enmudecido que habla en el síntoma.
Con todo, es
interesante rastrear en el interior de la propia ciencia las huellas de este
sujeto excluido por su operación. De nuevo alguien como Erwin Schrödinger puede
ser muy ilustrativo de este retorno del sujeto en el interior del propio campo
de la ciencia. Él mismo pudo situar este huella del sujeto que está presente en
cada paso, en cada operación, en cada demostración del método científico. Es también
una huella presente en cada paso de la ciencia actual y es muy importante que
sepamos leerla y hacerla escuchar.
http://miquelbassols.blogspot.fr/2014/01/ese-milagro-llamado-lenguaje.html