En psicoanálisis lo que importa son las consecuencias, nunca las
intenciones. Yo sé de lo que hablo, por haber dicho, en mi pase, que
éste se define por un encuentro con un poco de real. Es a modo de
introducción que evoco el pase, dado que seguramente los psicoanalistas
nos encontramos en un momento de pasaje.
Los Seminarios 1 y 2 de Lacan se refieren
explícitamente a la técnica psicoanalítica y a sus consecuencias. Hecho
único en Lacan y, a pesar de las variaciones, en los dos la palabra
técnica figura en el título del seminario. Dicho hecho es mayor, dado
que fue él mismo quien soportó las consecuencias de un cambio en el
orden técnico que él impuso al psicoanálisis. En el Seminario 2 indica
claramente que los términos teoría y técnica son inseparables, poniendo
el acento en que las modificaciones teóricas redefinen la técnica y al
mismo tiempo la definición del psicoanalista. Lacan redefinió
constantemente al psicoanalista, y no es un hecho menor, dado que fue la
promoción del "psicoanalista", como agente de la operación analítica,
el invento mayor de Freud.
Hay un contraste entre las múltiples definiciones del
psicoanalista -entre otros conceptos- y la constante definición del
imaginario en Lacan. Él no dejó de releer el conjunto de sus
proposiciones, sin embargo la noción de imaginario no ha sido casi
modificada desde su inicio hasta el final de su obra. No obstante eso,
hay ciertas referencias, citas, proposiciones, en el Seminario 23,
que indican la necesidad que veía Lacan de redefinir el registro de lo
imaginario. ¿Por qué nos interesa hoy en día poner en evidencia este
hecho?, porque concierne directamente a lo que nos preocupa en ENAPOL, y
mucho más allá, dada su incidencia directa en el destino del
psicoanálisis y la formación del psicoanalista.
Si el imaginario encuentra su "puesta en escena" en el
estadio del espejo, debemos considerar que no es allí donde encuentra su
esencia. La esencia de lo imaginario, es decir, no su forma de
presentación sobre el eje a-a´ del esquema L, sino -como lo indica Lacan en la primara clase de su Seminario 23-,
por la homogeneidad de éste con lo real. Dicha homogeneidad con lo real
merece una cierta atención, si consideramos al cuerpo no sólo como
superficie sino también como receptáculo de goce. Cuando Narciso se mira
goza, lo cual no impide que lo único que pudo pintar Caravaggio es el
reflejo de la superficie del cuerpo de Narciso.
La homogeneidad entre imaginario y real hace del cuerpo una
consistencia, una consistencia de hierro, y mucho más sólida aún si
nuestro mundo se ocupa de adularlo, de curarlo, y de imaginarlo vivo
indefinidamente. Ya no se trata del cuerpo marcado por el significante,
sino del cuerpo definido por el goce que lo soporta.
Las consecuencias de dicho movimiento no son banales en lo que se refiere directamente a la "praxis" del psicoanálisis. En el Seminario 11, la praxis
es definida por la acción de lo simbólico sobre lo real, donde lo
imaginario ocupa un lugar secundario. No podemos mantener dicha
proposición hoy en día sin ciertas modificaciones. No olvido que el real
del Seminario 11 no es el mismo que el del 23; sin embargo, mantengo la necesidad de una cierta continuidad conceptual. Tal vez se trate, a partir del Seminario 23, del tratamiento de lo real a partir de lo imaginario, donde lo simbólico opera como necesario.
La idea explícita de la praxis del Seminario 11
debería completarse entonces con la idea de Lacan propuesta el 16 de
marzo de 1976 donde propone "un nuevo imaginario instaurando el
sentido". Que el imaginario instaure el sentido, hago la hipótesis que
quiere decir: el inconsciente como producto de lo real; es decir, como
una creación de la cual el analista no es otra cosa que el que lo hace
posible, en tanto es el que mantiene ligados los tres registros de la
tópica lacaniana: real, simbólico, imaginario. Trazo, de una manera
diferente, lo que ya he escrito hace ya muchos años, que "el
inconsciente es una nueva forma del síntoma".
El cuerpo goza, y es por esta condición que el inconsciente
puede ex-sistir, lo cual supone, evidentemente, una cierta distancia
con respecto al goce mismo. Que el cuerpo goza y tiende a hacer relación
sexual, es un hecho de experiencia, los toxicómanos me han enseñado
eso. No hay ahí ninguna novedad; la novedad está dada en la tensión
entre goce y sexualidad, lo que ya no es lo mismo, dado que, y pesar de
los progresos de la ciencia, el sexo se define por el encuentro con el
otro sexo, que sea hétero u homo no cambia el problema.
He aquí un cierto programa para el psicoanálisis del siglo XXI cuyas consecuencias se van a distribuir en tres órdenes:
Clínico: "los sujetos sin sexo", nuevo grupo que pulula en
las redes sociales; "la perversión", ¿estructura clínica o producto del
mercado?; "la sexualidad femenina", todavía enigmática.
Político: "la feminización" y el imperio de "la religión".
Epistémico: redefinir la "praxis analítica" a partir
de una redefinición del imaginario y la necesaria conceptualización del
"pase" como el pasaje de un goce sin nombre al inconsciente.
Buenos Aires, 2 de abril de 2013 a las 11,30 hs.
http://virtualia.eol.org.ar/026/template.asp?Hacia-el-VI-Enapol/Y-entonces.html
Nenhum comentário:
Postar um comentário
Observação: somente um membro deste blog pode postar um comentário.