- [Madeleine Chapsal] Un psicoanalista es muy intimidante.
Se tiene el sentimiento de que él podría maniobrarlo a usted a su
antojo..., que él sabe más que usted mismo sobre el motivo de sus actos.
- [Jaques Lacan]
Usted no exagera. ¿Cree usted que este efecto es particular
al psicoanálisis?. Un economista, para muchos, es tan misterioso como
un analista. En nuestro tiempo, es el personaje del experto quien
intimida.
Para la psicología, aunque ella fuera una ciencia, cada uno creía tener su entrada en ella por el interior.
Pero he aquí que con el psicoanálisis se tiene el sentimiento de
perder ese privilegio, el analista sería capaz de ver alguna cosa más
secreta en lo que, a usted, le parece lo más claro. Ahí está usted
desnudo, al descubierto, bajo un ojo advertido, y sin saber bien lo que
usted le muestra.
El otro sujeto
- [Madeleine Chapsal]
Hay aquí una especie de terrorismo, uno se siente violentamente arrancado de sí mismo...
- [Jaques Lacan]
El psicoanálisis, en el orden del hombre, tiene en efecto todos
los caracteres de subversión y de escándalo que pudo tener, en el orden
cósmico, el descubrimiento copernicano del mundo: ¡la tierra, lugar de
habitación del hombre, no es más el centro del mundo!
¡Y bien! El psicoanálisis le anuncia que usted no es más el
centro de usted mismo, ya que había allí un otro sujeto, el
inconsciente.
Es una novedad que no ha sido de entrada bien aceptada. ¡Ese supuesto irracionalismo del cual se ha pretendido disfrazar a
Freud!
Pero es
exactamente lo contrario: no solamente Freud racionalizó lo que hasta
entonces había resistido a la racionalización, sino que incluso él
mostró en acción una razón razonante como tal, quiero decir en acto de
razonar y de funcionar como lógica, sin que el sujeto lo sepa; esto en
el campo mismo clásicamente reservado a la sin-razón, digamos el campo
de la pasión.
Es esto
lo que no se le perdonó. Se habría admitido aún que introdujera la
noción de fuerzas sexuales que se apoderan bruscamente del sujeto sin
prevenir y fuera de toda lógica; pero que la sexualidad sea el lugar de
una palabra, que la neurosis sea una enfermedad que hable, he aquí una
cosa bizarra y hasta algunos discípulos prefieren que se hable de otra
cosa.
No hay
que ver en el analista un "ingeniero de las almas"; no es un físico, no
procede estableciendo relaciones de causa a efecto: su ciencia es una
lectura, una lectura del sentido.
Sin duda es por ello que, sin saber bien lo que se oculta detrás
de las puertas de su consultorio, se tiene la tendencia a tomarlo por
un brujo, y aún un poco más grande que los otros.
- [Madeleine Chapsal]
Y quién ha descubierto esos secretos terribles...
- [Jaques Lacan]
Conviene precisar todavía, de qué orden son esos secretos. No
son los secretos de la naturaleza tales como las ciencias físicas o
biológicas los han podido descubrir. Si el psicoanálisis aclara los
hechos de la sexualidad, no es atacándolos en su realidad ni en la
experiencia biológica.
Articulado y descifrable
- [Madeleine Chapsal]
Pero Freud ha descubierto, a la manera en que se descubre un
continente desconocido, un nuevo dominio del psiquismo, que se llama
"inconsciente", ¿no es cierto?
¡Freud es Cristóbal Colón!
- [Jaques Lacan]
Saber que hay toda una parte de las funciones que no está al
alcance de la conciencia ¡no se esperó a Freud para eso! Si usted
insiste en una comparación, Freud sería más bien ¡Champollion! La
experiencia freudiana no es del nivel de la organización de los
instintos o de las fuerzas vitales. Esa experiencia no los descubre sino
ejerciéndose, si puedo decirlo, a una segunda potencia.
No es de efectos instintivos a su primera potencia que trata
Freud. Lo que es analizable lo es porque ya está articulado en lo que
hace la singularidad de la historia del sujeto. Si el sujeto puede
reconocerse allí, es en la medida en que el psicoanálisis permite la
"transferencia" de esta articulación.
Dicho de otra manera, cuando el sujeto "reprime", eso no quiere
decir que rehúse tomar conciencia de algo que sería un instinto
-pongamos por ejemplo un instinto sexual que quisiera manifestarse bajo
forma homosexual- no, el sujeto no reprime su homosexualidad, reprime la
palabra donde esta homosexualidad juega un papel de significante.
Usted
ve, no es algo vago, confuso, lo que es reprimido; no es una especie de
necesidad, de tendencia, que habría de ser articulada (y que no se
articularía por estar reprimida), es un discurso ya articulado, ya
formulado en un lenguaje.
Todo está allí.
- [Madeleine Chapsal]
Usted dice que el sujeto reprime un discurso articulado en un
lenguaje. Sin embargo no es eso lo que se siente cuando uno se encuentra
frente a una persona que tiene dificultades psicológicas, un tímido por
ejemplo, o un obsesivo. Su conducta parece sobre todo absurda,
incoherente; y si se adivina que en rigor ella puede significar algo,
sería algo impreciso, bien por debajo del nivel del lenguaje. ¡Y uno
mismo, en la medida en que se siente conducido por fuerzas oscuras, que
se adivina "neuróticas", ellas se manifiestan justamente por movimientos
irracionales, acompañadas de confusión, de angustia!.
- [Jaques Lacan]
Síntomas, cuando usted cree reconocerlos, no le parecen
irracionales más que porque usted los toma aislados, y usted quiere
interpretarlos directamente.
Vea los jeroglíficos egipcios: mientras se buscó cuál era el
sentido directo de los buitres, de los pollos, de los hombres de pie,
sentados, o moviéndose, la escritura permaneció indescifrable. Es que
por sólo el pequeño signo "buitre" no quiere decir nada; él no encuentra
su valor significante más que tomado en el conjunto del sistema al cual
pertenece.
¡Y bien! los fenómenos con los que nos vemos en el análisis son de ese orden, son de un orden lenguajero.
El psicoanalista no es un explorador de continentes desconocidos
o de grandes fondos, es un lingüista: él aprende a descifrar la
escritura que está allí, bajo sus ojos, ofrecida a la mirada de todos.
Pero que permanece indescifrable mientras que de ella no se conocen las
leyes, la clave.
La represión de una verdad
- [Madeleine Chapsal]
usted dice que esta escritura está "ofrecida a la mirada de
todos". Sin embargo, si Freud ha dicho algo nuevo, es que en el dominio
psíquico se está enfermo porque se disimula, se esconde una parte de sí
mismo, se "reprime".
Pero los jeroglíficos no estaban reprimidos, estaban inscriptos
sobre la piedra. ¿Su comparación no puede, por lo tanto, ser total?
- [Jaques Lacan]
Al contrario, hay que tomarla literalmente: eso que, en el
análisis del psiquismo, hay que descifrar, está todo el tiempo allí,
presente desde el comienzo. usted habla de la represión olvidando una
cosa, es que, para Freud, y tal como él lo formuló, la represión era
inseparable de un fenómeno llamado "el retorno de lo reprimido".
Allí
donde eso ha sido reprimido, algo continúa funcionando, algo continúa
hablando, gracias a lo cual el resto puede centrarse, designar el lugar
de la represión y de la enfermedad, decir "está ahí".
Esta noción es difícil de comprender porque cuando se habla de
"represión" se imagina inmediatamente una presión - una presión vesical
por ejemplo- es decir una masa vaga, indefinible, que apoya todo su peso
contra una puerta que rehúsa abrirse.
Pero en psicoanálisis la represión no es la represión de una cosa, es la represión de una verdad.
¿Qué es lo que pasa cuando se quiere reprimir una verdad? Toda
la historia de la tiranía está allí para daros la respuesta: ella se
expresa en otra parte, en otro registro, en lenguaje cifrado,
clandestino.
¡Y bien!. Eso es exactamente lo que no se produce con la
conciencia: la verdad, persistirá pero traspuesta a otro lenguaje, en
lenguaje neurótico.
De tal
modo que ya no se es más capaz de decir en ese momento cuál es el sujeto
que habla, sino que "eso" habla, que "eso" continúa hablando; y lo que
pasa es descifrable enteramente a la manera en que es descifrable una
escritura perdida, es decir no sin dificultad.
La verdad no ha sido anulada, ella no cayó en un abismo, ella está ofrecida, presente, pero vuelta "inconsciente".
El
sujeto que ha reprimido la verdad no gobierna más, él no está más en el
centro de su discurso: las cosas continúan funcionando solas y el
discurso continúa articulándose, pero más allá del sujeto. Y este lugar,
este más allá del sujeto, es estrictamente lo que se llama el
inconsciente.
Usted
ve bien que lo que se ha perdido no es la verdad, es la clave del nuevo
lenguaje en el cual ella se expresa en lo sucesivo.
Es allí donde interviene el psicoanálisis.
La hamaca
- [Madeleine Chapsal]
¿No será esta su interpretación de usted? No parece que sea la interpretación de
Freud.
- [Jaques Lacan]
Lea "La interpretación de los sueños", lea la "Psicopatología de
la vida cotidiana", lea "El chiste y su relación con el inconsciente",
es suficiente con abrir estas obras no importa en qué página para
encontrar eso de lo que yo le hablo.
El
término "censura", por ejemplo, ¿por qué Freud lo eligió inmediatamente,
al mismo nivel de la interpretación de los sueños, para designar la
instancia refrenante, la fuerza que reprime?. La censura, nosotros
sabemos bien lo que es, es Anastasia, es una presión que se ejerce con
un par de tijeras. ¿Y sobre qué?. No sobre cualquier cosa que sucede en
el aire, sino sobre lo que se imprime, sobre un discurso expresado en un
lenguaje.
Sí, el
método lingüístico está presente en todas las páginas de Freud, todo el
tiempo se libra concretamente a referencias, analogías, aproximaciones
lingüísticas...
Y después, al fin y al cabo, en psicoanálisis, usted no pide más
que una cosa al paciente, no más que una sola cosa: hablar. Si el
psicoanálisis existe, si tiene efectos, ¡es de todos modos en el orden
de la declaración de la palabra!.
Ahora bien, para Freud, para mí, el lenguaje humano no surge en los seres como resurgiría una fuente.
Vea cómo se nos presenta todos los días el aprendizaje por la
experiencia en el niño: él pone su dedo sobre la sartén, él se quema. A
partir de allí, se pretende, a partir de su encuentro con lo caliente y
lo frío, con el peligro, no le queda más que deducir, poner el andamiaje
de la totalidad de la civilización.
Es un absurdo: a partir del hecho de que él se quema, es puesto
frente a algo mucho más importante que el descubrimiento de lo caliente y
de lo frío. En efecto, que él se quema, y siempre se encuentra alguien
que le hace, sobre eso, todo un discurso.
El niño
tiene que hacer mucho más esfuerzo para entrar en ese discurso en el
cual se lo sumerge, que para habituarse a evitar la sartén.
En otros términos, el hombre que nace a la existencia tiene que
vérselas de entrada con el lenguaje: es un hecho. Aún él está tomado
allí desde antes de su nacimiento, ¿no tiene un estado civil?
Sí, el niño que ha de nacer, ya está, de cabo a rabo, rodeado
por esta hamaca de lenguaje que lo recibe y al mismo tiempo lo
aprisiona.
En claro, en cada caso
- [Madeleine Chapsal]
Lo que hace difícil aceptar la asimilación de los síntomas
neuróticos, de la neurosis, a un lenguaje, perfectamente articulado, es
que no se ve a quién se dirige. No está hecho para nadie puesto que el
enfermo, sobre todo el enfermo, no lo comprende, ¡y hace falta un
especialista para descifrarlo!. Los jeroglíficos se volvieron quizás
incompresibles, pero en el tiempo en que se los empleaba estaban hechos
para comunicar ciertas cosas a alguien.
Ahora
bien, ¿qué es este lenguaje neurótico que no es sólo una lengua muerta,
no sólo una lengua privada, ya que es para él mismo, ininteligible?
Y
después un lenguaje, es alguna cosa de la cual alguno se sirve. Y aquel -
el lenguaje neurótico - es sufrido. Vea usted el obsesivo, él querría
cazar una idea fija, salir del engranaje.
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- [Jaques Lacan]
Esas son justamente las paradojas que son el objeto del
descubrimiento. Si este lenguaje, sin embargo, no se dirigiera a un
Otro, no podría ser entendido gracias a un otro en el psicoanálisis.
Para el resto, hace falta reconocer de entrada lo que es y para ello
situarlo bien en un caso; eso exigiría un largo desarrollo; de otro
modo, es un lío donde no se puede comprender nada.
Pero es
allí, asimismo, que es eso de lo que yo le hablo puede mostrarse en
claro: cómo el discurso reprimido del inconsciente se traduce en el
registro del síntoma.
Y usted
se apercibirá hasta qué punto es preciso.
Usted hablaba del obsesivo: vea esta observación de Freud, que
se encuentra en los "Cinco psicoanálisis", intitulada "El hombre de las
ratas".
El hombre de las ratas era un gran obsesivo. Un hombre todavía
joven, de formación universitaria, que va a encontrarse con Freud a
Viena, para decirle que sufre de obsesiones: son tanto inquietudes muy
vivas por las personas que le son queridas, tanto el deseo de actos
impulsivos, como cortarse la garganta, o entonces se forman en él
interdicciones que conciernen a cosas insignificantes.
El hombre de las ratas
- [Madeleine Chapsal]
¿Y sobre el plano de la sexualidad?
- [Jaques Lacan]
¡He aquí un error de término!. Obsesión, eso no quiere decir
automáticamente obsesión sexual, ni aún obsesión de esto o aquello en
particular: estar obsesionado, significa encontrarse tomado en un
mecanismo, en un engranaje cada vez más exigente y sin fin.
Ya sea
que vaya a realizar un acto, cumplir con un deber, una angustia especial
traba al obsesivo: ¿lo logrará?. Enseguida, hecha la cosa, experimenta
una necesidad torturante de ir a verificar, pero no se atreve, por temor
de pasar por loco, porque al mismo tiempo sabe muy bien que lo ha
logrado...
Helo aquí empeñado en circuitos cada vez más grandes de
verificaciones, de precauciones, de justificaciones. Tomado como está en
un remolino interior, el estado de apaciguamiento, de satisfacción, se
le ha vuelto imposible.
Aún el
gran obsesivo no tiene, sin embargo, nada de delirante. No hay ninguna
convicción en el obsesivo, sino esta especie de necesidad, completamente
ambigua, que lo deja tan desgraciado, tan dolorido, tan desamparado, de
tener que ceder ante una insistencia que viene de él mismo y que no se
explica.
La neurosis obsesiva está extendida y puede pasar desapercibida
si no se está especialmente advertido de los pequeños signos que siempre
la traducen. Estos enfermos se mantienen aún muy bien en su posición
social, mientras que su vida está minada, devastada por el sufrimiento y
el desarrollo de su neurosis.
Yo
conocí personas que tenían funciones importantes, y no solamente
honorarias, directoriales, personas que tenían responsabilidades tan
vastas y extensas como usted pueda suponerlo, y que las asumían
ampliamente, pero que no menos, eran, de la mañana a la noche, presa de
sus obsesiones.
Así
estaba "el hombre de las ratas", enloquecido, atrapado en un retoño de
síntomas que lo lleva a consultar a Freud desde los alrededores de
Viena, donde participaba en maniobras como oficial de reserva, y pedirle
su consejo en una historia inverosímil de reembolso al correo del envío
de un par de anteojos a propósito de la cual se pierde hasta no poder
decir más.
Si se
sigue literalmente hasta sus dudas el escenario instituido por el
síntoma en cuatro personas, se reencuentra rasgo por rasgo, traspuestos
en un vasto simulacro, sin que el sujeto lo suponga, las historias que
han conducido hasta el matrimonio del cual el sujeto es el fruto.
- [Madeleine Chapsal]
¿Qué historias?
- [Jaques Lacan]
Una deuda fraudulenta de su padre que, por añadidura, militar
entonces, es degradado de su rango por una felonía, un préstamo que le
permite cubrir la deuda, la cuestión que permanece oscura de la
restitución al amigo que vino en su ayuda, en fin, un amor traicionado
por el casamiento que le dio una "posición".
Durante toda su infancia, el hombre de las ratas había oído
hablar de esta historia - de uno en términos jocosos, de otro con
palabras veladas. Lo que es sorprendente, es que no se trata de un
acontecimiento particular, o traumático, que haría retorno de lo
reprimido; se trata de la constelación dramática que ha presidido a su
nacimiento, de la prehistoria, si puede decirse, de su individuo;
descendida de un pasado legendario. Esta prehistoria reaparece por medio
de síntomas que la han vehiculizado bajo una forma irreconocible, para
anudarse finalmente en un mito representado, del cual el sujeto
reproduce la figura sin tener la menor idea.
Ya que
ella es traspuesta allí como una lengua o una escritura puede ser
traspuesta en otra lengua o en otros signos; ella es escrita allí sin
que sus enlaces sean modificados; o aún como en geometría una figura es
transformada de la esfera en un plano, lo que no quiere evidentemente
decir que toda figura se transforme en no importa cuál.
- [Madeleine Chapsal]
¿Y una vez que esta historia ha sido puesta a la luz del día?
- [Jaques Lacan]
Entienda bien: yo no he dicho que la cura de la neurosis se cumple sólo después de haber visto eso.
Usted piensa bien que en la observación del "hombre de las ratas", hay otra cosa que yo no puedo desarrollar aquí.
Si
fuera suficiente que hubiera una prehistoria en el origen de una
conciencia, todo el mundo sería neurótico. Está ligado a la manera en
que el sujeto toma las cosas, las admite o las reprime. ¿Y por qué
algunos reprimen determinadas cosas?
En fin,
tómese usted el trabajo de leer "el hombre de las ratas" con esta llave
que lo atraviesa de parte a parte: trasposición en otro lenguaje
figurativo y completamente inapercibido para el sujeto, de algo que no
se comprende más que en términos de discurso.
Saber de eso más y mejor.
- [Madeleine Chapsal]
Puede ser que la verdad reprimida se articule como usted lo
dice, como un discurso con efectos devastadores.
Sólo que cuando un enfermo viene a usted, no es alguien que está
en busca de su verdad. Es alguien que sufre horriblemente y quiere ser
aliviado. Si yo recuerdo bien la historia del "hombre de las ratas",
había allí también un fantasma de ratas...
- [Jaques Lacan]
Dicho de otra manera, "mientras usted se ocupa de la verdad, hay allí un hombre que sufre..."
¡Con todo, antes de servirse de un instrumento, hace falta saber
lo que es, cómo está fabricado!. El psicoanálisis es un instrumento
terriblemente eficaz; y como además es un instrumento de gran prestigio,
se lo puede comprometer a hacer cosas que de ningún modo está destinado
a hacer, y por otra parte, haciéndolo así no pude sino degradárselo.
Hace
falta entonces partir de lo esencial: ¿qué es esta técnica, a qué se
aplica, de qué orden son sus efectos, los efectos que ella desencadena
por su aplicación pura y simple?.
¡Y bien!. Los fenómenos de los que se trata en el análisis, y al
nivel propio de los instintos, son los efectos de los registros de un
lenguaje: el reconocimiento hablado de elementos mayores de la historia
del sujeto, historia que ha sido cortada, interrumpida, que ha caído en
los fondos del discurso.
En cuanto a los efectos que deben definirse como perteneciendo
al análisis, los efectos analíticos - como se dice efectos mecánicos o
efectos eléctricos - los efectos analíticos son efectos del orden de ese
retorno del discurso reprimido.
Y yo
puedo decirle que en el momento en que ha puesto usted al sujeto sobre
un diván y aún si usted le ha explicado la regla analítica de la manera
más sumaria, el sujeto ya está introducido en la dimensión de buscar su
verdad.
Sí, del
sólo hecho de tener que hablar como él se encuentra constreñido a
hacerlo, frente a un otro, el silencio de un otro - un silencio que no
está hecho ni de aprobación ni de desaprobación, sino de atención - lo
siente como una espera, y que esta espera es la espera de la verdad.
Y
también él se siente allí empujado por el prejuicio del que hablábamos
hace un momento: por creer que el otro, el experto, el psicoanalista,
sabe sobre usted mismo lo que usted mismo no sabe, la presencia de la
verdad se encuentra fortificada, ella está ahí en estado de implícita.
El
enfermo sufre pero él se da cuenta de que la vía hacia la cual volverse
en fin para superar, apaciguar sus dificultades, es del orden de la
verdad: saber de eso más y saber mejor.
- [Madeleine Chapsal]
¿Entonces el hombre sería un ser de lenguaje? . ¿Sería esta la
nueva representación del hombre que se debería a Freud, el hombre es
alguien que habla?
- [Jaques Lacan]
El lenguaje ¿es la esencia del hombre?. No es una pregunta de la
que yo me desinterese, y tampoco detesto que quienes se interesen en lo
que yo digo, se interesen en ella por otra parte, pero es de otro
orden, y, como yo lo digo a veces, es la pieza lateral.
Yo no
me pregunto "quién habla", yo intento plantear las preguntas de otra
manera, de una manera más formulable, yo me pregunto "de dónde habla
eso". En otros términos, si yo intenté elaborar algo, no es una
metafísica sino una teoría de la intersubjetividad. Desde Freud, el
centro del hombre no está más allí donde se lo creía, hace falta
reconstruir sobre eso.
- [Madeleine Chapsal]
Si es hablar lo que es importante, buscar su verdad por la vía
de la palabra y de la declaración, ¿el análisis no se sustituye de una
cierta manera a la confesión?.
- [Jaques Lacan]
Yo no estoy autorizado para hablarle de las cosas religiosas,
pero yo me había dejado decir que la confesión es un sacramento y que no
está hecha para satisfacer ninguna especie de necesidad de
confidencia... La respuesta, aún de consuelo, alentadora, incluso
directiva del sacerdote no pretende constituir la eficacia de la
absolución.
- [Madeleine Chapsal]
Desde el punto de vista del dogma, usted tiene sin duda razón.
Sólo que la confesión se combina, y desde un tiempo que no cubre toda la
era cristiana, con lo que se llama la dirección de la conciencia.
¿Acaso no se cae allí en el dominio del psicoanálisis?. ¿Hacer
confesar los actos y las intenciones, guiar un espíritu que busca su
verdad?.
- [Jaques Lacan]
La dirección de conciencia ha sido, y por espirituales, juzgada
muy diversamente, se ha podido ver en ella incluso, en ciertos casos, la
fuente de toda clase de prácticas abusivas. En otros términos, es
asunto de los religiosos saber cómo ellos mismos la sitúan y cuál es el
alcance que le dan.
Pero me
parece que ninguna dirección de conciencia puede inquietarse por una
técnica que tiene como fin la revelación de la verdad. Me sucedió ver a
religiosos que son dignos de ese nombre, tomar partido en asuntos muy
espinosos donde se hallaba comprometido lo que se llama el honor de las
familias, y los he visto siempre decidir que mantener la verdad bajo la
medida es en sí mismo un acto de consecuencias devastadoras.
Y luego
todos los directores de conciencia les dirán que la plaga de su
existencia son los obsesivos y los escrupulosos, ellos no saben
literalmente por qué extremo tomarlos: cuanto más los calman, más eso
rebota, cuantas más razones les dan, más la gente vuelve a plantearles
preguntas absurdas...
Entre tanto, la verdad analítica no es algo tan secreto ni tan
misterioso que no pueda verse, en personas dotadas para la dirección de
conciencia, surgir espontáneamente la percepción de lo que ella es. He
conocido entre los religiosos gente que había captado que una penitente
que venía a fatigarlos con obsesiones de impureza tenía bruscamente la
necesidad de ser llevada a otro nivel: ¿se conducía ella con justicia
con su criada o con sus niños?. Y por este recuerdo brutal, obtenían
efectos totalmente sorprendentes.
Según
mi opinión, los directores de conciencia no pueden llegar a desdecir al
psicoanálisis: a lo sumo, pueden obtener de él ciertas apreciaciones que
les serán útiles...
Inversión inquietante
- [Madeleine Chapsal]
Puede ser, pero el psicoanálisis, ¿está suficientemente bien
visto?. En los medios religiosos se haría de él más bien una ciencia del
diablo.
- [Jaques Lacan]
Yo creo que los tiempos han cambiado. Sin duda después de que
Freud hubo inventado el psicoanálisis, éste permaneció durante mucho
tiempo como una ciencia escandalosa y subversiva. No se trataba de saber
si se creía en ella o no, se la combatía violentamente con el pretexto
de que personas psicoanalizadas se desenfrenarían, se abandonarían a
todos sus deseos, se entregarían a cualquier cosa...
Hoy en día, admitido o no en tanto que ciencia, el psicoanálisis
entró en nuestras costumbres y las posiciones se han invertido: ¡es
cuando alguien no se conduce normalmente, cuando actúa de una manera
juzgada "escandalosa" por su medio, que se habla de enviarlo al
psicoanalista!.
Todo esto entra en lo que yo llamaré, no con el término demasiado técnico de "resistencia al análisis", sino "objeción masiva".
El
temor de perder su originalidad, de ser reducido al nivel común, no es
menos frecuente. Hace falta decir que sobre esta noción de "adaptación"
se ha producido en estos últimos tiempos una doctrina cuya naturaleza
engendra confusión y, a partir de allí, inquietud.
Se ha escrito que el análisis tiene como finalidad adaptar al
sujeto, de ningún modo al medio exterior, digamos a su vida o a sus
verdaderas necesidades; eso significa claramente que la sanción de un
análisis sería que uno se ha vuelto padre perfecto, esposo modelo,
ciudadano ideal, en fin, que uno es alguien que no discute más nada.
Lo que
es totalmente falso, tan falso como el primer prejuicio que veía en el
psicoanálisis un medio de liberarse de toda sujeción.
- [Madeleine Chapsal]
¿No piensa usted que lo que la gente teme más que nada, lo que
la hace oponerse al psicoanálisis antes inclusive de saber si cree en él
o no en tanto que ciencia, es la idea de que corre el peligro de ser
desposeída de una parte de sí misma, modificada?
- [Jaques Lacan]
Esta inquietud es totalmente legítima, en el nivel en donde ella
surge. ¡Decir que no habría, después de un análisis, modificación de la
personalidad, sería verdaderamente divertido!. Sería difícil sostener
al mismo tiempo que se pueden obtener resultados por el análisis y que
se puede no obtenerlos, es decir, que la personalidad permanecerá
siempre intacta. Sólo que la noción de personalidad merece ser
esclarecida, incluso reinterpretada.
Reinstalación del sujeto
- [Madeleine Chapsal]
En el fondo de la diferencia entre el psicoanálisis y las
diversas técnicas psicológicas, es que el psicoanálisis no se contenta
con guiar, con intervenir más o menos ciegamente, él cura...
- [Jaques Lacan]
Se cura lo que es curable. No se va a curar el daltonismo o la
idiocia, aunque al fin y al cabo pueda decirse que el daltonismo y la
idiocia tienen que ver con lo "psíquico".
¿Conoce usted la fórmula de Freud "allí donde eso estaba yo debo
ser"?. Hace falta que el sujeto pueda reinstalarse en su lugar, este
lugar en donde él no estaba, reemplazado por esta palabra anónima, que
se llama ello.
- [Madeleine Chapsal]
En la perspectiva freudiana, ¿hay que pensar en atender a
cantidades de personas que no están consideradas enfermas? . Dicho de
otra manera, ¿Habría interés en psicoanalizar a todo el mundo?
- [Jaques Lacan]
Poseer un inconsciente no es un privilegio de los neuróticos.
Hay quienes no están manifiestamente abrumados por un excesivo peso de
sufrimiento parasitario, que no están demasiado obstruidos por la
presencia de otro sujeto, en el interior de sí mismos, que inclusive se
las arreglan bastante bien con ese otro sujeto, y que sin embargo no
perderían nada con conocerlo.
Porque, en suma, en el hecho de ser psicoanalizado, no se trata de ninguna otra cosa sino de conocer su historia.
- [Madeleine Chapsal]
¿Es que esto sigue siendo cierto para los creadores?
- [Jaques Lacan]
Es una cuestión interesante la de saber si hay para ellos
interés en cortar camino o en cubrir de un cierto velo esta palabra que
los ataca desde afuera (es la misma, al fin y al cabo, la que viene a
perturbar al sujeto en la neurosis y en la inspiración creadora).
¿Hay
interés de ir muy rápido por la vía del análisis hacia la verdad de la
historia del sujeto, o a dejar hacer como Goethe una obra que no es más
que un inmenso psicoanálisis?
Ya que en Goethe es manifiesto: su obra toda entera es la
revelación de la palabra del otro sujeto. El llevó las cosas tan lejos
como se puede hacerlo cuando se es un hombre de genio.
¿Habría
él escrito la misma obra si se lo hubiera psicoanalizado?. Según mi
opinión la obra hubiera sido seguramente otra, pero yo no creo que se
hubiera perdido con ello.
- [Madeleine Chapsal]
Y para los hombres que no son creadores, pero que tienen pesadas
responsabilidades, relaciones con el poder, ¿piensa usted que se
debería instituir el psicoanálisis obligatorio?
- [Jaques Lacan]
Se debería, en efecto, no poder dudar un solo instante si un
señor es presidente del consejo, es seguramente que se ha hecho analizar
a una edad normal, es decir joven... Pero la juventud se prolonga a
veces muy lejos.
Un grito de alarma
- [Madeleine Chapsal]
¡Cuidado!. ¿Qué es lo que se podría objetar al señor Guy Mollet
si hubiera sido analizado? ¿si él pudiera hacer valer que ha sido
inmunizado, cuando sus contradictores no lo han hecho?
- [Jaques Lacan]
¡Yo no tomaré partido sobre el tema de saber si el Sr. Guy
Mollet haría o no la política que él hace, si él fuera analizado! que no
se me haga decir que yo pienso que el análisis universal es la fuente
de resolución de todas las antinomias, que si se analizara a todos los
seres humanos no habría más guerras, más lucha de clases, yo digo
formalmente lo contrario. Todo lo que se puede pensar es que los dramas
serían quizá menos confusos.
Vea
usted el error, es lo que yo le decía hace un momento: querer servirse
de un instrumento antes de saber cómo está hecho. Ahora bien, en las
actividades que son por el momento comprendidas en el mundo bajo el
término "psicoanálisis", se tiende más y más a recubrir, desconocer,
enmascarar el orden primero en el que Freud aportó la chispa.
El
esfuerzo de la gran masa de la escuela psicoanalítica ha sido lo que yo
llamo una tentativa de reducción: ponerse en el bolsillo lo que había de
más molesto de la teoría de Freud. De año en año se ve acentuarse esta
degradación, hasta llegar a veces, como en los Estados Unidos, a
formulaciones en franca contradicción con la inspiración freudiana.
No es
porque el psicoanálisis sigue siendo discutido, que el analista debe
intentar volver más aceptable su observación, repintándola con colores
diversamente abigarrados, de analogías prestadas más o menos
legítimamente de dominios científicos vecinos.
- [Madeleine Chapsal]
Es muy desmoralizador lo que usted dice, para los posibles analizados...
- [Jaques Lacan]
Si yo lo inquieto tanto mejor. Desde el punto de vista del
público, lo que yo considero como más deseable, es lanzar un grito de
alarma y que tenga, en el terreno científico, una significación muy
precisa: que sea un llamado, una exigencia primera concerniente a la
formación del analista.
Un psicoanalista formado
- [Madeleine Chapsal]
¿Es que no es acaso ya una formación muy larga y muy seria?
- [Jaques Lacan]
A la enseñanza del psicoanálisis, tal como ella está hoy
constituida -estudios de medicina y después un psicoanálisis, análisis
dicho didáctico, hecho por un analista calificado- le falta algo
esencial, sin lo cual yo niego que se pueda ser un psicoanalista
verdaderamente formado: el aprendizaje de disciplinas lingúísticas e
históricas, de la historia de las religiones, etc.. Para cercar su
pensamiento en lo concerniente a esta formación, Freud reanima ese viejo
término que me complazco en retomar, el de "universitas literarum".
Los
estudios médicos son evidentemente insuficientes para entender lo que
dice el analizado, es decir por ejemplo para distinguir en su discurso
el alcance de los símbolos, la presencia de los mitos, o simplemente
para captar el sentido de lo que él dice, como se capta o no se capta el
sentido de un texto.
Por lo menos, al presente, un estudio serio de los textos y de
la doctrina freudiana se hace posible por el asilo que le da, en la
Clínica de las enfermedades mentales y del encéfalo de la Facultad, el
profesor Jean Delay.
- [Madeleine Chapsal]
En las manos de personas insuficientemente competentes, ¿piensa
usted que el psicoanálisis tal como fue inventado por Freud corre el
peligro de perderse?
- [Jaques Lacan]
Actualmente, el psicoanálisis está por volverse ciertamente una
mitología cada vez más confusa. Se pueden mencionar algunos signos -
borramiento del Complejo de Edipo, acento puesto sobre los mecanismos
preedípicos, sobre la frustración, sustitución del término angustia por
el de miedo. Lo que no quiere decir que el freudismo, la primera luz
freudiana, no continúe caminando por todas partes. De ello se ven
manifestaciones absolutamente claras en toda clase de ciencias humanas.
Pienso
en particular en lo que me decía recientemente mi amigo Claude
Lévi-Strauss, del homenaje finalmente rendido por los etnólogos al
Complejo de Edipo, como a una profunda creación mítica nacida en nuestra
época.
Es algo
sorprendente, sobrecogedor, que Sigmund Freud, un hombre completamente
solo, haya llegado a librar un cierto número de efectos que no habían
sido hasta entonces jamás aislados, y a introducirlos en una red
coordenada, inventando así a la vez una ciencia y el dominio de
aplicación de esta ciencia.
Pero en
relación a esta obra genial que ha sido la de Freud, atravesando su
siglo como un trazo de fuego, el trabajo está muy atrasado. Lo digo con
toda mi convicción. Y no se comenzará a retomarlo más que cuando haya
suficiente gente formada para hacer lo que necesita todo trabajo
científico, todo trabajo técnico, todo trabajo donde el genio puede
abrir un surco, pero donde enseguida hace falta un ejército de obreros
para cosechar
Traducción: Marco Mauas.
El articulo en idioma original puede leerse en L'express
http://www.clinicamente.com.ar/articulos/ev-lacan.htm
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