quinta-feira, 28 de fevereiro de 2013

El mecanismo de la psicosis - Jacques Lacan plantea que no se llegó a la forclusión del sentido por la orientación de lo real.


El mecanismo de la psicosis

Por años, los lacanianos estuvieron habituados a asociar este concepto con el nombre del padre. Luego, Miller lo amplió, una propuesta rechazada por algunos autores, al plantear que provoca una pérdida de la delimitación diagnóstica.
Por Silvia Ons*
Durante mucho tiempo, los lacanianos estuvimos habituados a asociar únicamente la forclusión con la concerniente al nombre del padre. Miller nos acostumbró a incluir el concepto de "forclusión generalizada" como la que se define por una transferencia de lo simbólico a lo real: todo el mundo delira, todo el mundo está loco. Esta idea es cuestionada por determinados autores, quienes consideran que haría ampliamente extensible el campo de la psicosis, perdiéndose así, la delimitación diagnóstica. Así como otrora y debido a la influencia de Maleval se cometía el abuso de encontrar siempre locuras histéricas, cuando en verdad existían signos de psicosis, hoy muchas veces, se comente el mismo abuso en diagnosticar psicosis expandidamente. Sin embargo, conviene aclarar que la proposición "todo el mundo delira" no es lo mismo que decir "todo el mundo es psicótico", los delirios de todo el mundo se vinculan con la proliferación de sentidos que en este sentido rechazan lo real como lo "fuera del sentido" y no suponen forclusión del nombre del padre.
Lacan no habla de forclusión generalizada pero se refiere a otras forclusiones, diferentes a las del nombre del padre particularmente en dos ocasiones: la primera cuando analiza el capitalismo, la segunda cuando responde a una pregunta que se le formula en el Seminario 23. Vayamos, en principio, a esta última. Dice: "anoche me preguntaron si había otras forclusiones además de la que resulta de la forclusión del nombre del padre. Es muy cierto que la forclusión tiene algo más radical. El Nombre del Padre es, a fin de cuentas, algo leve. Pero es verdad que eso allí puede servir, mientras que la forclusión del sentido por la orientación de lo real, pues bien, aún no hemos llegado a eso..." Si bien algunos podrían creer que el concepto de forclusión generalizada tendría allí su raíz, considero que Lacan se refiere a algo bien diferente ya que forcluir el sentido por orientación de lo real no prosigue la línea del delirio sino que, al contrario, cercena tal proliferación de sentido, ya que está orientada por lo real, fuera de sentido. Lo anterior se aclara si tenemos en cuenta que en el seminario anterior, Lacan había dicho que la realidad psíquica es religiosa considerando que ella anuda lo simbólico, lo imaginario y lo real en Freud. Al mismo tiempo diferencia su nudo del freudiano, ya que él quiere un anudamiento en el que lo real pase por encima (surmonter) de lo simbólico, ello no implica un imaginario dominio de lo real sino, creo, que el impasse que engendra lo real impida que proliferen los delirios psíquicos. Se puede delirar con el inconsciente y explicar todos los acontecimientos por su supuesta determinación, extralimitando así sus efectos. Tal vez por ello Lacan emparentó la realidad psíquica con la religiosa cuando se la cultiva en exceso. Traspasar la realidad psíquica como realidad religiosa consuena con el rechazo de Lacan a la identificación en el fin del análisis como identificación con el inconsciente ¿Sería quizás entonces la forclusión de sentido aquella producida por el psicoanálisis? Se trataría así de un tipo de forclusión esperable ya que la aspiración de Lacan es la de arribar a un sentido real y ello supone una necesaria reducción de la profusión de sentidos. Cuidemos entonces de hacer una apología de la locura, la locura de cada uno, sí, pero bien reducida por su amarre a esos trozos de real frente a los cuales los delirios empalidecen.
*Psicoanalista EOL. Contribución en publicación virtual de anticipación al V Encuentro Americano de Psicoanálisis de Orientación Lacaniana "La salud para todos no sin la locura de cada uno (a la luz del psicoanálisis)".
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-27360-2011-02-10.html

domingo, 17 de fevereiro de 2013

Ratzinger e Martini



No ano da fé, o papa Ratzinger apontou como causa do seu ato de renúncia aquilo que os geriatras diagnosticam como “síndrome da fragilidade”. Algo inevitável quando, já na estação do inverno, alcançam-se os 85 anos de idade. Não se trata de doença, mas da perda dos vigores físicos e do ânimo, mantido o intelectual. “Não tenho mais forças, me perdoem”, disse.
Poucos acreditam na “síndrome da fragilidade” e no incontido desejo de Ratzinger de voltar aos livros. Quem deseja isso não deixa uma encíclica a caminho do prelo e não declara que continuará a residir nos jardins do Vaticano, no monastério Mater Ecclesiae, recentemente restaurado. Na sua vida sacerdotal e até chegar a papa, Ratzinger sempre esteve perto do poder e participou, com intervenções progressistas, nos trabalhos desenvolvidos no Concílio Vaticano II, obra de reformulação iniciada por João XXIII.
Grande é o elenco das causas de renúncia dadas como reais. Só não é maior ao das críticas por ele “jogar a toalha”. A mais acerba crítica veio de Stanislaw Dziwisz, arcebispo de Cracóvia e ex-secretário do papa Wojtyla: “Da cruz não se desce”.
Leia mais:
Editorial: Cristo traído
Bento XVI pode surpreender nos soberanos 15 dias finais

O pontificado de Bento XVI foi marcado por desacertos e confusões, com destaque para os escândalos dos sacerdotes pedófilos, do Instituto para as Obras Religiosas (IOR), conhecido como Banco do Vaticano, da fuga de documentos e informações a envolver o condenado e perdoado mordomo Paolo Gabriele, do complô de assassinato do papa, transmitido a ele no ano passado pelo monsenhor Luigi Bettazzi e pelo cardeal Paolo Romeo (que desmentiu depois) e pela permanente luta intestina de poder entre alas.
Além disso, Ratzinger desgastou-se por conta própria, por exemplo, ao atacar o islamismo e, por tabela, o profeta Maomé. Ou quando forçou uma reaproximação com os lefebvrianos, com muitos nazifascistas de batina. E ao apressar a santificação do papa Pacelli, que silenciou quando judeus foram aprisionados em Roma e enviados para campos de concentração nazistas. Deve ser consignado que Ratzinger tentou se corrigir. Pregou no Muro das Lamentações e visitou uma sinagoga. As retratações, nos mundos islâmico e judaico, reforçaram as desconfianças, apesar do sustentado em contrário pelas diplomacias.
Não se deve olvidar, no campo dos “desgastes fatais”, como lembra o jornalista e historiador Corrado Augias na sua obra I Segreti del Vaticano, a inicial resistência de Ratzinger em admitir os casos denunciados de pedofilia por parte de sacerdotes e a tentativa, com o cardeal Soldano à frente, de considerar tudo chiachiericcio (conversa mole).
A mudança de atitude só veio depois de duros editoriais no The New York Times, Der Spiegel, El País, Le Monde e La Repubblica. E, lembra Augias, a resistência de Ratzinger cedeu após a publicação, em 9 de abril de 2010, pela Associated Press de uma carta de próprio punho, quando comandava o antigo Santo Ofício, na qual minimizava acusações de pedofilia contra o padre Stephen Kiesle, de Oakland, Califórnia. O reconhecimento e o pedido de perdão, em encontro com algumas vítimas, só aconteceram depois de muita resistência. No IOR, nunca foram cumpridas as ordens de Ratzinger de aplicação das normas antirreciclagem de capitais recomendadas pela União Europeia. A queda de Gotti Tedeschi, presidente do banco, ainda não foi explicada e, no momento, a magistratura italiana investiga a participação do IOR no escândalo do Banco Monte dei Paschi di Siena, um dos mais antigos em atividade no mundo e  terceiro maior da Itália.
Ratzinger, como até os coroinhas da outra margem do Rio Tevere sabem, perdeu o controle sobre a Cúria, composta de ministros escolhidos pelo próprio papa para ajudar na gestão da Santa Sé. Nas sombras das “muras leoninas”, é acusado de insistir em posições conservadoras e no discurso sobre o relativismo ético-moral. Isso teria afugentado fiéis, vocações e batismos na Europa. Na América Latina, abriu espaço para seitas evangélicas. O crescimento de católicos só se verificou na África e na Ásia, e isso pelo trabalho de clérigos progressistas e interessados em melhorar as condições materiais e sociais.
Num resumo, e vale para vaticínios (termo derivado de Vaticano), é significativa a carta deixada pelo cardeal emérito de Milão, Carlo Maria Martini, falecido em agosto de 2012: “Há um tempo tinha sonhos sobre a Igreja. Uma Igreja que trilha pela estrada da pobreza e da humildade, uma Igreja independente dos poderes deste mundo… Uma Igreja que dá espaço às pessoas capazes de pensar de maneira mais aberta. Uma Igreja que infunde coragem, sobremaneira naqueles que se sentem pequenos ou pecadores. Sonhava com uma Igreja jovem. Hoje, não tenho mais esses sonhos. Depois dos 75 anos decidi orar pela Igreja”.

Bento XVI deveria ter ouvido o cardeal morto em 2012. Martini pedia uma Igreja independente

 http://www.cartacapital.com.br/sociedade/ratzinger-e-martini/

quarta-feira, 13 de fevereiro de 2013

Eugenio Trías

Por A la memoria de Eugenio Trías, maestro

Jorge Alemán*
Lo vi en la Boca por primera vez, un catalán extraviado en un barrio porteño. Ya tenía claro que lo importante no era la Filosofía en su Historia, sino aquello que la interpela desde el exterior: la sombra, lo siniestro, el Límite, el psicoanálisis, el cine, la música. Escribo el Límite con mayúscula porque con esa noción captó una fractura ontológica que atravesaba a las cosas, al sujeto, a su existencia sin fundamento. Con ese Límite construyó por primera vez en la historia del pensamiento español un Sistema, un Sistema distinto de los concebidos por el Idealismo alemán pero sin embargo con una coherencia interna inquietante.
En Trías el Sistema era como un castillo de arena a orillas del mar, pronto a desmoronarse, uno encontraba en las páginas de su filosofía ese extraño temblor, esa vigorosa fragilidad que tienen las cosas verdaderas que pasan por la frontera porosa que separa lo que aparece en el concepto y se sustrae al pensamiento. En España, los lunes en Madrid, fuera de su Barcelona natal, con Sergio Larriera y Marivi Gimbel poníamos a prueba esa Frontera, su Sistema se volvía una conversación hasta la madrugada del humor y el desconcierto. Y Trías brillaba, brillaba ante nosotros con delicadeza, sin corregir a nadie ni a nada, sabiendo que el exilio y la frontera entran en correspondencia mutua, sabiendo que en su sistema construido alrededor de un vacío se cifraba una verdad de la vida que de un modo serio compartíamos con felicidad.
Qué gran suerte, qué gran privilegio haber pensado juntos mientras nos queríamos.
* Psicoanalista, agregado cultural de la Embajada argentina en España.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-213640-2013-02-11.html 

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domingo, 3 de fevereiro de 2013

¡Disparen a papá!



Durante siglos, la función esencial de la figura paterna ha consistido en favorecer el desprendimiento del niño o niña de la gozosa inmediatez del cuerpo de la madre. Mientras el cristianismo elevó la imagen materna a la categoría de la pureza sublime, el psicoanálisis descubrió en ella la voracidad del cocodrilo, y a la función paterna le cabe la tarea de impedir que la progenitora se aferre demasiado a su retoño. Un padre sirve fundamentalmente para poner un límite a la tendencia de la madre a proseguir el eterno idilio con su bebé, y también para que el pequeño deje algún día de deleitarse con la teta y el chupeteo del pulgar. La posibilidad de obtener un goce de su propio cuerpo y prescindir de todo interés por lo que el mundo exterior aporta es una característica inherente al único animal que habla. Quien se resista a admitir lo anterior, le sugiero: 1) un experimento de observación antropológica en un centro comercial para observar a las madres que acompañan a sus hijos varones treintañeros para elegirles los calzoncillos; 2) contar en un vagón de metro cuántas personas están pegadas al placer autoerótico de toquetear el móvil, mientras mantienen las orejas abrigadas con diversos modelos de auriculares que hacen imposible preguntarles si bajan en la próxima estación.
Desde los inicios en el campo del psicoanálisis, Jacques Lacan se interesó en las transformaciones de la cultura, y el modo en que la incidencia masiva del discurso científico en la vida humana transformaría las estructuras sociales. En su obra Los complejos familiares en la formación del individuo, hizo la observación de que la modernidad se caracterizaba por la declinación de la imagen paterna como una crisis psicológica cuyas consecuencias podían ser leídas tanto en el plano de los trastornos neuróticos y psicóticos, como en el seno mismo de la política. Muchos celebran la caída del padre, y otros reclaman su retorno bajo la forma de amos feroces. En su magistral novela Pastoral Americana, Philip Roth ha plasmado de manera insuperable el drama de la paternidad en la sociedad moderna. Seymour Irving Levov, el protagonista, es el prototipo del ideal americano. Atlético, deportista, brillante universitario, hijo devoto y marido ejemplar, cumple con todas las aspiraciones que han recaído sobre él. Continúa el negocio familiar multiplicando su riqueza, y como fruto de su unión con una mujer de belleza deslumbrante nace Merry, una niña predestinada a prolongar la saga del éxito, la fortuna y todo el conjunto de los ideales familiares. Pero desde el comienzo, el retoño da pequeñas muestras de comportamiento que decepcionan en parte las expectativas de los progenitores y los abuelos. En la temprana infancia, Merry manifiesta una variedad de trastornos en la alimentación. Más tarde se vuelve tartamuda, y por lo tanto tímida y ligeramente hostil al trato social. Pero Seymour Levov mantiene su fe y su confianza inquebrantables. Todo habrá de superarse, y no escatima esfuerzos para poner remedio a los problemas de Merry. Psicólogos, psicopedagogos, foniatras, toda clase de especialistas son convocados al servicio de enmendar el desarreglo, el misterioso e incomprensible factor que ha torcido la trayectoria de Merry, dibujada en el cielo del deseo de sus padres.
Merry llega por fin a la adolescencia, una época en la que los Estados Unidos ha entrado en la guerra de Vietnam. La joven se manifiesta claramente en contra, repudia todas las insignias y los símbolos patrios: la bandera, los políticos, el concepto de estado, y pulveriza dialécticamente cada uno de los valores en los que se asienta la democracia americana. Su padre es un pacifista, le disgusta la guerra pero confía en su país, critica a Johnson pero no se atreve a cuestionar el sistema, porque la estructura del sistema es al mismo tiempo la del mundo feliz que ha querido construir con su esfuerzo, su honradez y su entrega absoluta a los suyos. “Soy el hombre más afortunado del mundo”, repite, “y soy afortunado debido a una sola palabra, la palabrita más grande que existe: la familia”. Al mismo tiempo, su sensibilidad y su instinto le hacen percibir que la virulencia del discurso de su hija se dirige subrepticiamente hacia él, que es a él a quien ella quiere destituir, incluso destruir, presa de un odio y una ferocidad que preanuncian la tragedia. Merry, que en los últimos meses se ha vinculado a un grupo radical clandestino, coloca una bomba en una estafeta de correos y mata a dos personas. Luego desaparece sin dejar rastro. A partir de ese momento, asistimos al desmoronamiento de Seymour Irving Levov, quien no dejará de preguntarse a sí mismo qué es lo que ha fallado. Seymour Levov es la figura trágica de la decadencia de la imagen paterna, en una civilización que ha perdido el sentido de la tragedia. Esa imagen paterna condensa un mundo de símbolos que durante siglos han mantenido la ficción de que existe una garantía de la ley, del sentido y de la verdad, un mundo de símbolos a los que se atribuía el poder de domesticar los impulsos más primarios del sujeto, y ponerlos al servicio del deseo, del amor, del lazo social y de la sublimación. Para el psicoanalista no se trata de reivindicar la función paterna, sumándose a las voces nostálgicas que añoran el retorno imposible de una estructura familiar que comienza a extinguirse. Por otra parte, la función paterna no debe confundirse con la realidad de un padre, biológico o adoptivo. Una madre soltera puede muy bien transmitir esa función por el simple hecho de que su vida, su deseos y sus pasiones no se agoten en la satisfacción que obtiene del ejercicio de su maternidad. Adivino la inquietud de algunos lectores. Por lo tanto, apresurémonos a subrayar que la maternidad también puede ser ejercida por un hombre, sin duda, y también en ese caso algo tendrá que operar para que la dupla alguna vez se separe. Lo mismo vale para una pareja de mujeres que consiguen un niño o niña bajo la modalidad que sea. Madre y padre no son simples personas, sino funciones simbólicas que, como en las matemáticas, admiten distintas variables, mal que le pese a la Iglesia Católica y a sus acólitos, que nunca se llevaron muy bien ni con el psicoanálisis ni con los matemáticos.
La modernidad consiste en que los padres tengan que acudir a toda clase de expertos y charlatanes para aprender a ejercer un oficio desprestigiado y caduco. Lejos de respaldarse en el ejercicio de los límites que impiden al hijo volverse loco, o tirano o desgraciado, los infelices padres están convencidos de que no hay nada mejor que colmar a sus retoños de teléfonos inteligentes para que no se sientan traumatizados. Por supuesto, los pobres no tienen la culpa, porque viven en un mundo dominado por el discurso del mercado (al que los políticos de toda calaña sirven) que los invita a no poner freno a las satisfacciones, y a progresar en la vida siguiendo el modelo que Darwin propuso para explicar la evolución de las especies. Desorientados, los padres son las primeras víctimas de un mundo en el que lo ético se disuelve en el cambalache de la perversión globalizada. El resultado está a la vista: cuando todo está permitido, a los hijos solo les queda elegir entre el aburrimiento o la nada.

 http://www.eldiario.es/Kafka/Disparen-papa_0_94140661.html